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lunes, diciembre 11, 2023

Señalados con el dedo, el VIH una historia de estigma en el territorio

Las implicaciones en la salud relacionadas con el VIH podrían ser la menor preocupación de los que lo padecen en regiones como el Suroeste, pues el desconocimiento, la discriminación y el difícil acceso al tratamiento médico son el verdadero virus que los afecta.

“Me sentí como en otra parte, yo escuchaba como que la psicóloga que me dio la noticia hablaba, pero mi cabeza estaba en otro lado. Ahí sí me sentí peor de lo que me venía sintiendo”, recuerda Juan Diego, un joven de 20 años de Andes, cuando recibió su diagnóstico como VIH positivo.

Así empezó su historia, porque antes de recibir esta noticia, era poco lo que conocía de este Virus de la Inmunodeficiencia Humana -VIH. Por eso, aunque ya cuenta con una medicina que lo controla y le permite tener una vida saludable; para Juan Diego fue como escuchar un reloj con cuenta regresiva.

Una situación que se repite constantemente, a pesar de que en Colombia son 140.000 personas las que viven con el virus, según datos del Instituto Nacional de Salud -INS. Es más, se estima que solo el 60 por ciento de los infectados conoce su diagnóstico, por lo que la cifra podría ser aún mayor.

Si hablamos de Antioquia, nos referimos a más de 2.400 nuevos casos solo en 2017, acorde con cifras del Sistema Nacional de Vigilancia en Salud Pública -SIVIGILA. Una cantidad que ha venido en aumento constante: en el 2002 fueron 571, en el 2007 se llegó a 739 y en el 2012 sumaron 1.070 casos.

La región del Suroeste no se queda atrás. Un total de 580 diagnósticos desde el año 2000, entre los que figuran Andes, Fredonia, Ciudad Bolívar, Venecia y Amagá como los municipios con más personas viviendo con VIH.

Este es el testimonio de solo uno de ellos, que puede o no reflejar una tendencia en el Suroeste antioqueño, pero definitivamente ayuda a recordarnos que esta condición de salud está latente y no la estamos afrontando correctamente.

El desconocimiento enferma

Entendiendo el VIH/SIDA

El VIH es el Virus de la Inmunodeficiencia Humana y el SIDA es el Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida. Si bien el VIH causa el SIDA, no quiere decir que todas las personas que vivan con VIH desarrollen SIDA. Se considera que una persona tiene SIDA cuando el virus tiene al cuerpo con menos de 200 CD4, es decir, cuando ya tiene muy pocas defensas.

Es un conjunto de medicamentos que se utiliza para tratar la infección de este virus. Reduce la carga viral en el cuerpo, protege el sistema inmunológico, evita que se desarrolle un SIDA y, en el momento de alcanzar el punto de indetectable, acaba con la posibilidad de transmitir el virus. Estos medicamentos son pastillas que se toman todos los días de por vida.

Es el estado al que puede llegar una persona que vive con el virus. Usualmente se alcanza a los tres meses de empezar el tratamiento y se puede mantener de por vida, siempre y cuando el paciente tenga una adherencia superior al 90 por ciento. Es decir, que nunca se salte una dosis.

Este tratamiento se realiza con el medicamento Truvada, el cual es una de las tantas medicinas antirretrovirales que hay. Tomando una pastilla al día, evita que las personas que no tienen el virus se contagien. Básicamente es un anticonceptivo para el VIH. En Colombia tiene un precio de alrededor 500.000 pesos mensual.

A diferencia del PrEp, el PEP está contemplado en el POS colombiano y se puede pedir en su EPS después de máximo 72 horas de la relación de riesgo. Es un tratamiento intensivo con ciertos antirretrovirales el cual ayudan a que, en caso de haber una infección, los medicamentos lo erradiquen de que se desarrolle en el cuerpo. Este tratamiento solo se puede realizar con orden médica.

Desde los 18 años Juan Diego se empezó a realizar la prueba periódicamente. No tenía una vida sexual activa, pero es un hombre homosexual y a los hombres homosexuales les da VIH, ¿no es así como le enseñaron?

Cada seis meses visitaba el hospital y pedía el examen gratuitamente como parte de los servicios a los que tenía derecho a recibir. Sin embargo, al poco tiempo sintió que era mejor pagar a un laboratorio privado, ya que el trato en el centro médico no era el mejor.

“Yo iba al hospital, pero obvio no me sentía bien, porque para serle sincero, como dice el dicho, pueblo pequeño, infierno grande. Todo se lo rotan, toda la información. En un pueblo no es confidencial (…) Es más, cuando me lo hacía, me decían: “¿Usted para qué se lo realiza?, ¿es porque usted es gay?”, recuerda.

Pero que lo señalen a él o a otra persona de ser homosexual es una situación con la que algunos podrían lidiar. El problema es cuando estos señalamientos llegan al punto de poner en riesgo la vida, como lo registró el Centro Nacional de Memoria Histórica en su publicación Aniquilar la diferencia: lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas en el marco del conflicto armado colombiano.

“El estigma de que las personas que se apartan de la norma heterosexual son portadores del VIH/SIDA ha sido ampliamente difundido en los panfletos que suelen usar los grupos armados para sembrar terror y como preámbulo de los asesinatos selectivos, que se presentan como anuncio de las llamadas operaciones de ´limpieza social´”, cita el documento.

Prejuicios, miedos y mala información han llevado a que las personas decidan no hacerse la prueba en lo absoluto. Como señala Ricardo García Gutiérrez, coordinador de Educación de la Liga Colombiana de Lucha Contra el SIDA -LigaSida, organización que ha registrado municipios en el país en donde menos del 10 por ciento de su población se ha realizado la prueba.

Antes de seguir con esta historia. Lo invitamos a realizar una prueba sobre las maneras en que se puede contagiar el VIH. 

“Culturalmente la gente no se hace una prueba de VIH cuando son ciudades o municipios mucho más arraigados en sus creencias y sus culturas. Hay personas que piensan que solamente el trabajador sexual, el hombre gay es el único que tiene que hacerse la prueba, que a mí no me va a pasar que porque soy heterosexual y soy un señor de casa. Pero las estadísticas nos están mostrando otra situación”, afirma.

Por ejemplo, de los números del total de casos del país en 2017, el 80 por ciento se detectó en hombres, de los cuales solamente el 38 por ciento lo adquirió por relaciones sexuales homosexuales, según la Fundación Eudes.

De todas maneras, el joven Juan Diego cayó en estas cifras desde la primera vez que practicó sexo oral. “Yo tenía un problema con las cordales y me lastimaba la boca. Los médicos me explicaron que por ahí se causó la infección, pero a mí nunca se me hubiera ocurrido poner un condón para eso”, comenta.

Desconocía eso, como ignoraba lo que en realidad significa vivir con este virus. “Pensé que ya uno no podía tener una vida normal. El hecho de uno besar a otra persona, de compartir. Entonces apenas estoy conociendo muchas cosas. La gente cree que por usted tenerlo lo va a contagiar hasta por una picadura de mosquito. No, yo vivo normalmente y puedo besar a otra persona, puedo compartir comida, puedo ir a piscina, todo es muy normal. Hay un desconocimiento muy grande”.

La disyuntiva del servicio de salud

Ya enfrentado a esta realidad, Juan Diego vio la necesidad de empacar sus maletas e irse a vivir a Medellín, porque en Andes no iba a recibir todo el tratamiento que requería.

“A mí me decían que llegado al caso de que sí fuera positivo, lo mejor era estar en Medellín, me podían brindar todo. La verdad sí, acá han sido muy atentos conmigo (…) En los municipios se ve que son muy relajados con el tema de los hospitales, entonces no pueden brindar la atención integral”, señala.

Esto lo explica Ricardo García Gutiérrez, coordinador de Educación de LigaSida: “Generalmente los municipios tienen mucho más régimen subsidiado que contributivo, [los pacientes] son derivados a las IPS subsidiadas que prestan el servicio, puede ser en Medellín, como puede ser en un municipio cercano”.

Así lo dicho, los pacientes que habitan municipios como los del Suroeste deben remitirse a ciudades para recibir el tratamiento integral que está contemplado por ley en el Decreto 1543 de 1997, que estipula que quienes viven con el virus tienen derecho a recibir sus medicamentos mensuales, pruebas de control, preservativos y acompañamiento de especialistas como psicólogos, trabajadores sociales, nutricionistas y un médico especializado en VIH.

El problema es que este tratamiento no está en todos los centros hospitalarios, por lo que el Ministerio de Salud está estudiando un modelo integral de atención en salud que ayude a que las personas de los pequeños municipios puedan recibir estos servicios en el lugar donde residen.

El Coordinador de Educación de LigaSida aclara que la propuesta solo contempla la posibilidad de atender a las personas que ya alcanzaron su estado indetectable. Es decir, aquellos que lograron suprimir el virus con el medicamento, lo que evita que sus defensas disminuyan o que pueda contagiar a otros, y por esta razón solo necesitan chequeos periódicos y no una atención constante.

El plan 90-90-90

La Organización Mundial de la Salud espera alcanzar para el 2022 el plan 90-90-90. Que el 90% de las personas con VIH conozcan su diagnóstico, que de ellos el 90% esté en tratamiento y de estos el 90% sea indetectable.

Sin embargo, Walter Osorio, director de la Fundación Antioqueña de Infectología, considera que esta propuesta no es beneficiosa para los pacientes VIH positivos de los territorios, dado que desconoce el contexto social en el que viven.

Por un lado, los hospitales municipales no tienen la capacidad profesional de atender a las personas que viven con el virus. “Es que no es solo entregarles las medicinas, eso se puede hacer. Un paciente seropositivo necesita un médico especialista en VIH, además de una atención integral. Eso solo lo pueden conseguir aquí [en las ciudades principales]”, afirma.

Por otro lado, el rechazo sigue siendo el mayor enemigo. “Suena contradictorio, pero es real. Es más fácil que una persona busque cómo transportarse hasta Medellín una vez cada seis meses, a buscar tratamiento en donde vive, porque el estigma y la discriminación en los pueblos es tan fuerte, que la gente no es capaz ni de hacerse los exámenes”, manifiesta.

Un planteamiento similar expone Ricardo García de LigaSida: “si estoy siendo amenazado en mi integridad, tanto física como cualquier otra, el riesgo de abandono al tratamiento es una realidad. Yo prefiero dejarlo a exponerme. Esto es una vulnerabilidad producida: si no tengo tratamiento, voy a enfermar, si no tengo salud, no puedo trabajar o estudiar, aumento mi pobreza y puedo llegar a morir”.

Por huir de esta situación Juan Diego llegó a Medellín: “si usted me pide un consejo sería ese, que se venga para la ciudad, que se realice juiciosamente estos procesos que ya es de por vida. Si tuviera la oportunidad, y hay alguien de un pueblo que me dé la confianza de poderle colaborar, yo acá con mucho gusto en mi apartamento le puedo colaborar para que se venga y se realice su tratamiento, porque sé lo duro que es todo esto”.

Y así como le sucedió a este joven, le sigue pasando a más personas en el país. La Fundación Eudes registró, hasta octubre de 2018, 12.080 nuevos casos de infección por VIH, de los cuales 1.887 están en el departamento de Antioquia. ¿Y usted, ya se hizo la prueba?

*El nombre del joven fue cambiado por petición de la fuente.