La Feria de las Flores, realizada cada año en la ciudad de Medellín, recoge algunos de los elementos entendidos como “tradicionales” entre los antioqueños. El campesino, la trova, el carriel y las flores se han instaurado como símbolos representativos de los habitantes del departamento. Pero, ¿podrían ser también símbolos representativos del Suroeste e incluso del país?
Los caminos rurales han sido siempre esquivos ante la marcha humana. Sin embargo, quienes habitan estas zonas del país han sabido sortear lo empinado de las montañas, la lisura de las piedras y lo incómodo del pantano.
La silleta fue una de las soluciones concebidas para sobreponerse a las dificultades de los senderos. Sillas elaboradas en madera se apoyaron en las espaldas de hombres acostumbrados, desde la niñez, a cargar mercancía entre las montañas. Gracias a esta herramienta, personas, bultos y flores cruzaron las altas cordilleras.
Hasta Medellín llegaron flores y hortalizas sobre las silletas, para ser comercializadas en la Plaza Cisneros. A la Plaza también llegaron campesinos del Suroeste antioqueño, cruzando lo que es hoy el barrio El Poblado, cargando la mercancía, no en silletas, sino en recuas de mulas y caballos.
En la capital del departamento confluyeron entonces, bien entrado el siglo XX, todos los campesinos de la región. Allí: donde posteriormente se celebraría la primera Feria de Flores.
El evento nació en mayo del año 1957 como una propuesta de Arturo Uribe Arango, el entonces director encargado de la oficina de Fomento y Turismo.
Durante la Feria, que duró cinco días, se realizó una exposición de flores en la Catedral Metropolitana y se invitaron a alrededor de 50 campesinos a desfilar sus silletas en la Plaza Bolívar.
¿Qué nos une a la Feria como región?
Símbolos como el carriel y la trova fueron muy populares entre los campesinos, especialmente entre los arrieros –aquellos que transportaban la mercancía en animales– como los que llegaban desde el Suroeste a la capital.
En estos pequeños bolsos cargaban lo necesario para recorrer durante varias horas los caminos, en él llevan dinero, velas, estampas religiosas, navaja y tabaco. Lo necesario para cualquier eventualidad.
Del mismo modo la trova, que tiene su origen en los poemas compuestos en Europa por los trovadores medievales, se ha instaurado como un símbolo antioqueño. Sin embargo, esta ha sido adoptada también como referente dentro de la música de otros países, por ejemplo, Cuba.
En Colombia la trova tuvo un gran auge durante el siglo XX, hasta ser prohibida junto con la chicha, luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, para evitar altercados, no solo físicas, sino también intelectuales.
¿Qué nos une a la Feria como país?
Nuestras raíces campesinas son sin duda el punto común a nivel nacional. Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo -Pnud, más de 15 millones de colombianos viven en zonas rurales. Así, nos une no solo el origen, sino también la producción agrícola y agropecuaria que enmarca, por ejemplo, a la floricultura: el símbolo principal de la Feria.
Debido a las características del suelo y a su ubicación geográfica, los campesinos del país pudieron iniciar de manera exitosa esta actividad productiva. Ahora, ya son pocas las familias que realizan acotada y artesanalmente esta actividad. Grandes empresas ocuparon sus lugares y extensas hectáreas cultivadas han ubicado a Colombia en el segundo lugar, después de Holanda, en la producción y venta de flores.
Las flores nos unen como país. Cundinamarca y Antioquia producen el 95% de las flores de exportación, mientras que el Eje Cafetero y el Valle del Cauca aportan el 5% restante.
Finalmente, el campo colombiano, entendido siempre desde las diferentes regiones del país, ha compartido una historia similar. Ha resistido en igual medida el conflicto armado y el olvido Estatal. Además, desde la ruralidad colombiana se ha defendido históricamente la soberanía alimentaria, el acceso a la tierra y la sostenibilidad ambiental.
La Feria de Flores reúne toda una tradición campesina que no se limita a la cultura “paisa” superior. ¡Cómo región y como país, compartimos más de lo que nos imaginamos!