De la gran traición a la madre tierra al doloroso camino de la reconciliación con la Naturaleza

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Por: Cristian Abad Restrepo, politólogo doctor en Geografía.

Hemos adoptado un modo de vida indolente e insensible ante las atrocidades históricas que se comenten contra la Naturaleza, contra nuestras madres y todas las mujeres.


Las atrocidades se repiten como rito y como sacrificio desde 1492 cuando inició la conquista y colonia de América (o Abya Yala). Tal como lo explica Karina Ochoa, académica mexicana, esto ha sido posible por los “regímenes de feminización” que consisten en ver al otro como débil, explotable, acabado, engañable y humillable.

Básicamente creemos los modernos y modernizados que estamos por encima de todas y de todos, fundamentalmente por encima de la Naturaleza. Matamos sin ver, destruimos sin sentir y vivimos sin pensar.

De igual forma, existe una lógica de traición que hace posible la reproducción de lo insensible, asociada a los actos y deseos de destruir la tierra y los cuerpos, propiciando así la deshumanización.

No sentipensamos los efectos y las consecuencias de nuestros actos sobre la Naturaleza como madre o como mujer, la que nos da de comer, la que nos ha parido, la que nos da de beber, la que nos cuida, nos hace respirar, imaginar y habitar.

La traición termina siendo una forma de ser y sentir que se relaciona con la expropiación de las fuentes de vida: el trabajo humano y la Naturaleza. Sin esta expropiación no sería posible, entre otras cosas, el sistema en el cual nos encontramos.

Nos vendemos por dinero, nos desorientamos por el deseo de la destrucción y en ese proceso de traición nos traicionamos a nosotros mismos. Esto ya ni produce vergüenza, porque ver una boca de mina, un río represado, la voladura de una montaña y la perdida de bosque ya no produce dolor.

Lo coherente ahora es ser apático, despreocupado, entrampado y emprendedor tolerable ante el creciente deterioro de la vida humana y no humana.

Tal coherencia, propia del sistema moderno-capitalista, ha permitido todo y cualquier tipo de atrocidad, porque ahora resulta que perder es ganar un poco, aplicable a la materia y a la energía. Sin embargo, con la Naturaleza no sucede eso, porque perder un poco es perderlo todo.

Si alteras un pequeño río alteras todo el sistema y en esa alteración se va socavando la misma vida.

Lo gravoso de estos tiempos oscuros que ha propiciado la modernidad, siempre extractivista, es que recobrar el camino de la vida parece una de las grandes tareas casi imposibles, porque ahora pareciese que estamos dominados territorial, corporal y mentalmente.

Estamos deshumanizados

Ya no nos creemos humanos porque se percibe sin asombro la destrucción. Por eso nos preguntamos ¿Cómo es posible que dejen los minerales bajo tierra?, ¿Cómo no represar ese cañón del río?, ¿Cómo no vas a vender tu tierra? Los gobiernos, las empresas y los modernos necesitan que veamos y sintamos así, porque de esta manera aseguran su dominio, o sea, sus privilegios.

En definitiva, esta forma de ver y sentir no es más que el reflejo semejante de los privilegiados de la tierra, una forma de ver y sentir que hemos incorporado como realidad, como la única opción de vida posible.

Nos hemos convertido en objetos del poder capitalista. De allí, la profundización de la lógica de dominio que no permite la armonía, el equilibrio y la resiliencia porque necesita perturbar e imponer la verticalidad de la economía de saqueo ramplón.

Solo cuando comprendamos el sentido de otras matrices culturales como las que han estado antes de la modernidad, que han sobrevivido sufridamente a la modernidad y están más allá de la modernidad, como el saber y el pensar abyayalense, ahí recién podremos tomar auto-conciencia para enderezar nuestro camino, curar las heridas infringidas a la tierra con los extractivismos y abrir la mente hacia otros horizontes civilizatorios y hacia algo realmente novedoso.

La reconciliación con la Naturaleza no tiene nada que ver con el desarrollo de tecnologías, no, la reconciliación se da a nivel del saber, del pensamiento y de allí a una praxis con la Naturaleza, con las madres y las mujeres.

Relacionarnos con todo ser vivo a través del cuidado

La reconciliación con la Naturaleza tiene que ver con saber-nos reorientar la mirada y establecer como coordenada el buen vivir como matriz milenaria y civilizatoria.

Porque ésta sí es sintiente, comprende la reciprocidad, la complementariedad, el trabajo colectivo, la sabiduría, la coherencia, es decir, comprende que somos tierra y que brotamos ontológica, filosófica y científicamente de la tierra.

Ahora bien, para lograr esa reconciliación en principio se necesita tierra porque sin ella es imposible el equilibrio.

Por eso los privilegiados que acumulan la tierra nos impondrán todo tipo de obstáculos de acceso a ella para los que queremos ampliar las culturas agroalimentarias.

Recobrar la vitalidad solamente puede hacerse en la permanente e incesante búsqueda de/desde la tierra, porque ahí están las sensibilidades, las motivaciones y el despliegue real de toda capacidad humana. Ahí están los secretos de la vida.

Como principio rector de toda reconciliación es fundamental que dejen en paz, entonces, a los campesinos, a los pueblos ancestrales y originarios y a todas las territorialidades que despliegan su creatividad humana y cultural.

Asimismo, la reconciliación debe de propiciar las condiciones políticas y sensibles para tener tierra, porque de nada sirve tenerla y destruirla.

Dice Vilma Almendra, indígena de etnia Páez y Guambiana, que no solamente es necesaria la tierra, sino “gente para la tierra”, porque sin ella es imposible la autonomía y la formación de nuevas subjetividades.

Dejar de traicionar la madre tierra es un paso fundamental para reconciliarnos con la Naturaleza, y esto solamente sucede cuando la cultivamos todas y todos.

La verdadera paz es con la Naturaleza, no como nos la quiere imponer el desarrollo capitalista. Lo de ellos es simplemente una declaración de guerra y la prolongación del conflicto armado. Por eso decimos que una mina a gran escala es una prolongación del conflicto armado, porque solamente saben imponer a la fuerza su territorialidad de muerte contra toda forma de existencia y de vida.


Cristián Abad Restrepo, politólogo doctor en Geografía.

 

 

 

 

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