Editorial: ¡Ni una menos!

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El 27 de abril en el corregimiento La Margarita del municipio de Salgar, un hombre cuyo paradero aún es desconocido, acabó con las vidas de María Bernarda Flores y Olga Luz Henao; madre e hija, habitantes de uno de los sectores más afectados por la avalancha de hace dos años. Tres días después, pero en la vereda La Montañita, habitantes de la zona encontraron en un cafetal el cuerpo de Rosalba Galeano, quien tenía una discapacidad cognitiva. Tres mujeres que como tantas en este país, están muriendo cada día de muchas formas violentas.

El pasado 3 de mayo, salgareños y salgareñas se vistieron de blanco para llamar a la paz, elevaron globos blancos hacia el cielo para despedir a María, a Olga y a Rosalba, inundaron las calles del pueblo con mensajes alusivos al respeto, exclamando ¡Ni una más! Aunque preferimos pedir ¡Ni una menos! Porque evoca al movimiento colectivo de mujeres en Latinoamérica que a través de la protesta social, el activismo, y la educación, están interpelando a los estados sobre la urgencia de abolir el machismo, de garantizar la igualdad de derechos para las mujeres, porque las están matando y sí es una cuestión de género.

Hasta el 5 de abril del presente año, han sido asesinadas 204 mujeres en Colombia. Los victimarios de 24 de ellas fueron sus parejas o exparejas, según información del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses. Para el caso de Antioquia, Medicina Legal señala que en el 2016 se registraron 36 feminicidios: asesinatos de mujeres por el hecho de ser mujeres; mientras que en el ‘XIV Informe sobre la Situación de Violación de Derechos Humanos de las Mujeres, 2015’, realizado por las organizaciones Vamos Mujer y Mujeres que Crean, se evidencia que entre 2014 y 2015 fueron asesinadas 322 mujeres en el departamento; aproximadamente 30 de los casos se presentaron en el Suroeste.

En este mismo informe explican que este delito “es la reafirmación del poder ejercido sobre ese cuerpo de mujer, es un acto dirigido a la devastación y a la eliminación del ser”.

Cabe recordar que en julio de 2015, el Congreso de la República de Colombia aprobó la Ley 1761, llamada Rosa Elvira Cely en honor a la mujer bogotana que fue empalada y asesinada por un conocido en el año 2012. Esta ley determina hasta 41 años de cárcel para la persona que cometa feminicidios y los tipificó como delitos.

En el ‘XIV Informe’, las investigadoras Claudia Marín y Estefanía Rivera señalan que si bien este es un importante antecedente jurisprudencial que reconoce la violencia feminicida: “la aplicación en Antioquia de dicha ley, parece ser el reflejo de la precariedad del sistema judicial para recopilar información y estadísticas que permitan investigar y diferenciar los homicidios y feminicidios. (…) persiste una interpretación y aplicación tendiente a desrenponsabilizar a los agresores priorizando estereotipos de género”.

Sobre el caso de María y Olga, el coronel Wilson Pardo, comandante de la Policía Antioquia, aseveró que la primera fue atacada con arma de fuego y la segunda con arma blanca. A Rosalba también le quitaron la vida con un elemento cortopunzante.

Datos del Observatorio de Asuntos de Mujer y Género de la Secretaría de las Mujeres, demuestran que entre 2014 y 2015 en el departamento, prevaleció el uso de armas blancas y de fuego para cometer los feminicidios. Le siguen: los golpes ‘contundentes’ y la asfixia mecánica.

El año pasado en el país, cada dos horas fue violentada una mujer por parte de su pareja.

Las primeras hipótesis apuntan a que el victimario habría decidido atacar a Olga y a su madre, motivado por el supuesto “rechazo para sostener una relación sentimental”,que recibió por parte de la mujer, además del hecho en sí mismo, es grave que entre la opinión pública estas muertes se justifiquen bajo la denominación de ‘crimen pasional’, que se le conceda al responsable una justificación moral que minimice su culpa en nombre de los ‘sentimientos’ que no pudo controlar. Es absurdo que las violencias contra la mujer se sigan vinculando a acciones motivadas por la ira o los celos, porque en realidad son actos machistas, pensados, planeados y ejecutados por hombres que se creen dueños de los cuerpos y las subjetividades de las mujeres.

Sobre la muerte de Rosalba, las autoridades no han revelado mayores detalles.

Aunque en Salgar en lo que va del año no se había presentado ninguna muerte violenta, en el2016 también fue escenario de un feminicidio; el de Blanca Luz Arredondo Mejía, quien fue estrangulada por su compañero sentimental. Vivían en la vereda Chaquiro Abajo. De igual manera, en el municipio de Concordia se presentó un caso: el de Liliana Patricia Castrillón Arenas, quien recibióun disparo en la cabeza por parte de su exnovio.

Es imposible concebir una patria en paz sin mujeres. El llamado entonces es a reflexionar sobre la consigna que reza ¡el amor no mata, el machismo sí!

Lo que le pase a una, debería importar a todas y a todos los hombres que en su mayoría tienen bajo su mando el devenir de municipios en los que aún es posible generar conciencia sobre la equidad de género, donde es vital que las opiniones y la participación de las mujeres dejen de ser solo ‘cuotas’ en los diferentes escenarios de relacionamiento y participación política.

Desde acciones cotidianas eliminemos el trato y los chistes sexistas que cosifican a las mujeres, dejemos a un lado los estereotipos, no confundamos la amabilidad con el acoso. Eduquemos a niñas y niños orgullosos de su identidad, rompamos la cadena de superioridad de un sexo sobre el otro y convivamos desde la diferencia pero en igualdad de condiciones.

No olvidemos a Blanca Luz, a Liliana Patricia, a María Bernarda, a Olga Luz, ni a Rosalba, repitamos sus nombres y en su honor exijamos ¡Ni una Menos! Porque sus sueños quedaron truncados, porque sus libertades no fueron respetadas, porque sus cuerpos fueron agredidos y sus voces fueron acalladas.

¡Hagamos memoria para que no se repita!

En la marcha contra los feminicidios en Salgar, participaron hombres y mujeres del municipio, de todas las edades. 

 

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