Suroeste Inspirador
“El gran espíritu creó al colibrí un poco distinto del resto de las criaturas emplumadas. A causa de sus cualidades mágicas, sus plumas han sido usadas durante un milenio para hacer amuletos de amor. Se dice que el colibrí conjura el amor, como ninguna otra medicina, y que sus plumas abren el corazón. Sin un corazón abierto y amoroso, no puedes saborear el néctar y la dicha pura de la vida. Para el hermano colibrí, la vida es un paraíso de delicias: se lanza de una hermosa flor a otra, saboreando las esencias e irradiando los colores”.
Jamie Sams & David Carson
Casa Azul es un espacio para el turismo de bienestar creado en 2016 por Marcela Salazar Restrepo, Serge Caradonna y su hija Jambalá Bilancetti. Marcela recibió un llamado de estas tierras antioqueñas del Suroeste para crear una experiencia mágica.
Cuando surgió la idea, sin éxito buscaron la casa en Santa Marta y en los alrededores de Medellín, finalmente encontraron un lugar en la vereda La Toscana de Fredonia, un regalo, dicen ellos, pues desde que llegaron sintieron que la casa estaba lista para ser un hostal.
“Todo se ha dado de una forma mágica, este es un territorio ancestral, desde que llegamos nos encontramos con vecinos que ya trabajaban con la permacultura, para aprender sobre cómo se siembra la tierra, cómo te sanas a ti mismo y cómo curas a la tierra”, cuenta Marcela.
Empezaron con el turismo de bienestar con un poco de timidez y temor, pensando en cómo se asumiría su propuesta en el territorio. Después conectaron sus saberes con el turismo comunitario, que incluye, por ejemplo, un tour por la vereda, visitar la señora que hace las arepas, encontrarse con el vecino de la fonda, probar el quesito y los huevos de otros vecinos, para después pasar la noche en Casa Azul, y al siguiente día, un tour del café, un recorrido hacia la quebrada y al final un deliciso chocolate de nuevo en Casa Azul. Esta apuesta promueve un trabajo en red que nos reconecta con el sentido de la vida en el campo.
Equilibrio entre dar y recibir
Una de las actividades que más gustan a los visitantes es la conexión con los cerros. Desde allí se observa a Cerro Bravo y Cerro Tusa, generando un triángulo energético con Casa Azul, una condición única entre los demás lugares de la región. Antes de la visita a una de los cerros, se realiza una ofrenda y una meditación para conectar con la voluntad, con el ánimo de poder llegar hasta la cima, y después caminar hasta allí, “no se trata solo de turismo espiritual o turismo mítico, sino de una mezcla entre turismo comunitario, de naturaleza, espiritual y con una intención de sanar a la Madre Tierra; en suma, un equilibrio entre dar y recibir”.
Marcela y Serge son terapeutas, en principio querían compartir la medicina del temazcal con sus huéspedes, y con lo vivido durante este tiempo aprendieron a reordenar sus apuestas, lo que implicó, por ejemplo, que las tomas de yajé y hongos se empezaran a hacer desde una intención más profunda, con coherencia y respeto hacia la Madre Tierra, y no como una cuestión de diversión. “Ir a visitar la montaña es como ir a visitar a una abuelita; uno siempre que va a visitar a la abuelita le lleva algo de regalo. Entonces es ver a una Madre Tierra que siempre nos da; da, da y da, y en el momento que ella ya no quiera darnos más, ella se sacude y nosotros volaremos. Ella no depende de nosotros, sino nosotros de ella. Por eso se hacemos los pagamentos. Tenemos una deuda con la naturaleza ¿Cómo vamos a hacer una transición?”, en este sentido, Casa Azul invita a sus visitantes a ampliar su percepción sobre las plantas consejeras o medicinales para una práctica consciente que te ayudurá a ser una mejor persona o a vivir de otra manera.
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Algunos de los primeros visitantes de Casa Azul manifestan que gracias ese primer encuentro, iniciaron su camino espiritual, conociendo medicinas ancestrales y cambiando su estilo de vida, lo cual les ha llevado a reafirmar que están haciendo su parte, tal y como la historia del colibrí.
Ser como el colibrí
Casa Azul, especialmente desde que comenzó la pandemia, recibió una visita masiva de colibrís, e indagando por lo que podría significar, Marcela se encontró con una fábula que describe lo que siente es su misión para el momento colectivo presente.
Esta es la historia: hay un incendio en la selva y todos los animales corren para salvar su vida. Un jaguar vio que un colibrí iba al lado contrario y le preguntó : “¿qué pasa? ¿Estás loco? tenemos que salvar nuestra vida”, a lo que el colibrí respondió: “estoy yendo a la quebrada por agua para apagar el incendio”. El jaguar muy contrariado preguntó: “¿tú crees que con una gota de agua vas a apagar el incendio?”. El colibrí contestó: “yo sé que con una gota de agua no voy a apagar el incendio, pero yo estoy poniendo mi parte”.
Marcela y su esposo Serge sienten que la medicina del colibrí, el pájaro que puede volar más alto, les recordó lo que ellos han querido hacer desde Casa Azul: ver la propia luz interna, poder expandirla, haciendo cada uno la parte que le corresponde, pensando en el aporte individual conectado con lo colectivo. Una invitación que comparten con cada persona que les visita.
“La gente puede venir acá para tomar herramientas, encender su luz propia y descurbir su misión para poner su grano de arena en el mundo”. Y esta tarea tiene que ver con un despertar espiritual, que si bien no es religioso, afirma Macerla, desde Casa Azul se promueve un estilo de vida más alineado con una divinidad, cada uno conectándose con lo que más resuene, es decir: unidad en la diversidad.
Nuevos proyectos
Volver a la Tierra: mermeladas, chocolates, café y trufas cultivadas en Casa Azul, con cacao de Támesis y moras de la vereda Combia Grande de Fredonia, es el nuevo proyecto de Casa Azul. Además, pasarán de un monocultivo de café a una agroforesta del mismo. En Semana Santa del año 2022 habrá un taller; sembrarán bosques comestibles para la diversidad y la regeneración del microclima.
Casa Azul nos inspira, nos recuerda que necesitamos la medicina de los colibrís para abrir el corazón a una relación más amorosa con el territorio y todos quienes lo habitamos.
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