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Por Rubén Darío González Zapata
Nacido en la vereda La Lindaja
Corregimiento Alfonso López (San Gregorio)
Ciudad Bolívar
  • Título: Hombres de ideas
  • Autora: Sandra Jaramillo Restrepo
  • Género: Biografía
  • Editorial:  Editorial Planeta Colombiana S.A.
  • Edición:  Primera

No hay nada que despierte más miedos, más odios, más confrontaciones y polarización entre los colombianos que la palabra comunismo. Marxismo, Socialismo, Unión Soviética, China, Cuba, son nombres que, por sí solos, sacan a flote toto tipo de sensaciones contrapuestas y son suficientes para poner a la defensiva o (utilizando el argot del mundo de la cibernética) “en modo de ataque” a cualquier colombiano que las escuche (dependiendo de la orilla en la que esté situado), especialmente cuando éstas aparecen dentro de un contexto político o religioso. Sin embargo y siendo sinceros, creo que son muy pocos, tal vez demasiado pocos, los colombianos adultos que se han tomado el trabajo de hacer un esfuerzo para entender cuál es el auténtico contenido ideológico que encierra la palabra Comunismo sin dejarse arrastrar a posiciones dogmáticas y radicales, para ubicarlo luego dentro del contexto de nuestra propia realidad y, de esta forma, poder juzgar de una manera objetiva si la palabreja tiene sentido como herramienta para solucionar o no nuestros grandes problemas estructurales.

Dentro de esta perspectiva el libro Hombres de ideas es una buena ayuda en ese sentido, si se lee con una actitud desprovista de juicios preconcebidos y con mente abierta. Y no porque el libro tenga como finalidad, justificar o defender la ideología marxista o hacer apología de algún tipo de socialismo. En realidad, lo que busca la escritora Sandra Jaramillo Restrepo, al presentarnos, de una forma desmenuzada, el trabajo intelectual de los dos teóricos del socialismo marxista en la segunda mitad del siglo XX en Colombia, Mario Arrubla y Estanislao Zuleta (ambos nacidos en Medellín), es llamar la atención sobre la existencia de la llamada “Nueva Izquierda” (en el libro, “Nueva Izquierda colombiana”) que, como casi todo en el terreno de las ideas en nuestro país, llega como un residuo de lo que ya se había estado gestando en Europa e inclusive en los Estados Unidos, en términos de pensamiento e interpretación de nuevas realidades sociales, económicas y políticas, consecuencia a la vez de la evolución de los acontecimientos en el mundo desarrollado, que empezaron a abrirse camino en el siglo XIX con la irrupción de la obra filosófica de Marx y Federico Engels y la subsiguiente aplicación de la misma por parte Vladimir Ilich Uliánov, Lenin, ( marxismo – leninismo) en el experimento concreto de lo que llegó a ser — y era aún para la época en la que estos dos intelectuales hacían la parte fundamental de su trabajo — la Unión Soviética con su modelo socialista, pero que ya para los años 50 y 60 empezaba a recibir los efectos de nuevas corrientes de pensamiento como el estructuralismo (Ferdinand de Saussure), el existencialismo (Jean Paul Sartre), y hasta el psicoanálisis (Sigmund Freud), fuentes de las cuales bebió el trabajo de Zuleta y Arrubla, especialmente con respecto a Sartre.

El Marxismo visto desde la óptica del intelectual de la década de los 60.

¿Qué le aporta este libro a nuestra realidad social y política? ¿Qué le aporta al colombiano común y corriente? Tal vez muy poco si nos quedamos en el plano de lo puramente teórico y, algo también, en la dimensión del mundo de la academia. En efecto, la mayoría de los escritos de estos dos intelectuales, publicados a través de varias revistas, la más emblemática y representativa de las cuales fue Estrategia (todas ellas con una vida efímera como proyectos editoriales), han quedado circunscritos a un reducido mundo de estudiosos o de universitarios políticamente comprometidos, pero sin una masiva llegada al colombiano de ruana y alpargatas. Desconozco qué tan significativa habrá sido la incidencia de los escritos (artículos, ensayos, libros) de estos autores como material de estudio e investigación, tanto dentro del campus universitario como fuera de él. Pero lo cierto es, sin embargo, que el trabajo de Arrubla y Zuleta ha representado un serio esfuerzo por darle al debate político en Colombia una altura intelectual que, en mi opinión, siempre será bienvenido y que, seguramente, ha seguido existiendo, aunque, al parecer, siga aún reducido a grupos de estudio muy limitados, sin mayor incidencia en el público en general. El mismo texto del libro motivo de este artículo (para mi gusto, debo decirlo) está escrito en un lenguaje excesivamente académico (acartonado quizás), lo que hace que para un colombiano del montón (mi caso) resulta ser pesado de leer.

A pesar de lo anterior y pese a estas limitaciones expuestas (mi punto de vista personal), el libro resulta ser un excelente punto de partida para la reflexión, no solo por lo que en él dice sino también por lo que no dice y, claro, por lo que dice entre líneas. Es fácil deducir, por ejemplo y por algunas escasas referencias, que el contacto de los autores con quienes han optado por las armas en su propósito de imponer un modelo social y económico de corte leninista fue muy escaso, y que la revolución armada no fue una opción que Zuleta y Arrubla contemplaran como la vía indicada para el cambio, algo que sí ocurrió con el cura Camilo Torres; pero, dadas las consecuencias que esa vía ha tenido para el país en términos de violencia, era de esperarse que estos dos intelectuales hubieran profundizado mucho más en el análisis de temas como el fenómeno guerrillero, desde su posición como pensadores intelectuales. Un campo de trabajo sobre el que este tipo de personajes tiene mucho que aportar.

Me gustaría terminar con una sencilla reflexión:

Vistas las cosas a la luz de la realidad actual (la Colombia de la tercera década de los 2000), es fácil concluir que los colombianos (los latinoamericanos, añadiría también) tomados en su conjunto, no hemos logrado encontrar el camino para sacar del atraso, la inequidad y la dependencia económica a nuestros países. En lugar de ello hemos desperdiciado estúpidamente nuestras energías, nuestra inteligencia (que la tenemos), nuestros deseos de trabajar (que también lo tenemos) en tratar de copiar soluciones que originalmente han nacido de las necesidades y características propias de otras regiones del mundo; ni siquiera hemos tenido la capacidad para tomarlas y adaptarlas inteligentemente a nuestras propias características y necesidades y, mucho menos, hemos sido creadores de una visión coherente, científicamente sólida y original del mundo, salida de lo más profundo e interior de nosotros mismos. El comunismo radical, tal como lo pensó el Marxismo-Leninismo, pese a que ha demostrado ser un fracaso en la antigua Unión Soviética, en China y en la misma Cuba (a pesar de algunos logros en el campo de la salud y la educación), ha seguido siendo (o lo era hasta hace muy poco tiempo) una bandera de lucha de grupos guerrilleros en Colombia. Los gobiernos alternativos del subcontinente como los de Venezuela y Argentina (para señalar solo estos dos casos) tampoco han dado resultados alentadores, al menos hasta el momento, y con respecto a Colombia, con el gobierno del Pacto Histórico subsisten muchos interrogantes. Mientras tanto y por el lado del modelo capitalista en Latinoamérica, éste tampoco ha pasado de ser una mala copia del modelo de los países desarrollados, del que conserva sus defectos, pero muy pocas de sus características positivas. ¿Cuál será la vocación de Latinoamérica?

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Por Rubén Darío González Zapata
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(San Gregorio)
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