La vida escuela de las FARC – EP en cuatro generaciones 1950 – 2022
- Título: Entre fusiles y lápices
- Autor: José Armando Cárdenas Sarrias
- Género: Historia
- Editorial: Ediciones Aurora
- Fecha: Bogotá, D.C., 2023
Y AHORA LAS PREGUNTAS.
El libro Entre fusiles y lápices es un documento que aporta elementos muy valiosos para la reflexión, una reflexión que todo colombiano interesado en entender el fenómeno de las guerrillas debería hacerse, como ya se dijo, para buscar claridad en sus causas, conocer los errores de parte y parte (el Estado y de los mismos grupos rebeldes) y, sobre todo, identificar las lecciones que éste nos deja. En lo que a mí concierne, en el siguiente artículo y en otro posterior me propongo abordar esta tarea.
Y mi primera pregunta es: ¿qué tan aterrizado a la realidad colombiana ha sido el proyecto político de las Farc — cocinado ideológicamente a través de más de 7 décadas en las montañas — para ser implementado en Colombia una vez se hubieran tomado el poder? Es una pregunta cuya respuesta es difícil de deducir plenamente si partimos exclusivamente de la información que aporta el contenido del libro. Dos cosas, sin embargo, están claras: éste sería un modelo inspirado en el que se puso en marcha en la Unión Soviética (marxismo – leninismo) pero combinado con el pensamiento de Simón Bolívar, cuando el Libertador discurría sobre lo que debería ser el futuro inmediato de una América Hispana unida una vez ésta hubiera consolidado su independencia de España1. Es lo que se puede colegir tomando en cuenta las numerosas referencias que, a lo largo del libro, se hacen a la combinación de estas dos fuentes ideológicas de las que se ha alimentado la pedagogía de las escuelas de las Farc para la formación política de los guerrilleros. El resultado sería una especie de “socialismo a la colombiana”, talvez algo parecido a lo que Hugo Chávez llamó el “socialismo del siglo XXI” para el caso de Venezuela. Qué tan viable pudo ser un proyecto político concebido dentro de tales esquemas de pensamiento, es algo sobre lo que tampoco se profundiza en este libro.
Ahora bien, y ésta es otra pregunta válida: ¿qué tan inteligente fue, para las guerrillas colombianas — en este caso, para las Farc –, el haberse matriculado desde sus inicios dentro de la ideología comunista al estilo Unión Soviética (Marxismo – Leninismo) como el marco filosófico de su lucha por el poder? Es, igualmente, una pregunta difícil de responder. Personalmente, estoy convencido de que este encasillamiento, especialmente por ser tan estrecho, terminó siendo, a la postre, más un lastre que un elemento facilitador. Y no tanto porque el pensamiento marxista, intrínsecamente considerado, del cual emerge el proyecto de un modelo económico y social tan original como sería una sociedad comunista, no tenga elementos de innegable validez. Los tiene, claro está, si consideramos que, en último término, lo que propone Marx es llegar a un tipo de sociedad en la que la explotación del hombre por el hombre ha sido abolida y en la que la igualdad entre los seres humanos es la base de las relaciones sociales y económicas, algo que, aunque sea calificado de utópico, resulta ser altamente atractivo e inspirador para las clases populares de cualquier país en vías de desarrollo. Sin embargo, con lo que seguramente no contó Marx es que la ideología en la que se fundamentó su propuesta, al ser adoptada y luego adaptada a las condiciones e intereses de un país concreto como Rusia, en la práctica dejaba de ser una herramienta para la construcción de una sociedad justa y desarrollada y pasar en cambio a ser primordialmente un instrumento de lucha por el poder geopolítico; un juego de ajedrez mundial en el escenario de la Guerra Fría, dentro de cuya dinámica los países subdesarrollados (Colombia incluida) no pasaban de ser más que insignificantes peones sin ningún poder de decisión.
Pero, para colmo de males, talvez lo que menos ayudó al “proyecto socialista bolivariano” de las Farc fue que el resultado del experimento del modelo comunista, tal como fue implementado en la Unión Soviética, terminó siendo un fracaso; la misma China, aunque teóricamente siga siendo comunista, en la práctica es hoy tan capitalista como los mismos Estados Unidos, mientras que Cuba (el máximo punto de referencia revolucionario para América Latina) y pese a innegables logros en el campo de la salud, de la educación y de la dignidad — jamás se doblegó ante los Estados Unidos –, sigue siendo un país subdesarrollado, después de más de 60 años con su modelo comunista. Así que, ya para finales del siglo XX, las Farc se quedaron sin a donde mirar a la hora de buscar un punto de referencia que les permitiera afianzar una credibilidad que estuviera confirmada por una experiencia exitosa de un proyecto marxista en alguna parte del planeta.
Un aspecto final, no contemplado explícitamente en el libro pero que hay que tomar en cuenta por ser un elemento inherente a la estrategia de lucha de las Farc, y que, con toda seguridad, pesó mucho en su contra, porque les quitó legitimidad y, sobre todo, credibilidad, fue el hecho de que, por la misma naturaleza de su accionar, las guerrillas (en este caso las Farc) estuvieron siempre asociadas a ese fenómeno tan sensible para los colombianos como es el de la violencia, y no tanto por ser una violencia contra los representantes del Sistema (las FF. Militares), que al fin y al cabo sería algo explicable, sino — y ello es lo más grave — contra la población civil; violencia que se tradujo en fenómenos con resultados inmensamente trágicos para el ciudadano común y corriente, como son el desplazamiento forzoso de personas, y prácticas tan deshumanizantes como el secuestro y el asesinato de civiles, para citar solo algunas de esas nefastas consecuencias,2 pese a que en su tarea pedagógica se insiste hasta la saciedad en que su lucha no es contra el pueblo sino contra la clase dominante, contra la injusticia y contra el poder abusivo del “imperialismo norteamericano”. En la VII Conferencia de esta guerrilla (mayo de 1993), “Jacobo Arenas estamos cumpliendo”, se señalaba: “En nuestro objetivo fundamental de la toma del poder, debemos ganar la conciencia y el corazón de la población” (Pág. 268). Uno se pregunta hasta qué punto las Farc pudieron realmente alcanzar a ganarse, al menos en algo, ese esquivo corazón de los colombianos, lo que, por la lógica elemental de las cosas para esta guerrilla — hoy Partido del Común — tenía que ser la condición sine qua non para la implementación exitosa de su proyecto político, independientemente del hipotético caso de que hubieran triunfado militarmente.
Las respuestas a las preguntas anteriores quedan, por ahora, abiertas, como un elemento de reflexión para quien quiera aportar su punto de vista al respecto. Al final de otros análisis que haré sobre este libro espero poder dar lo que, en mi opinión, sería algunas propuestas de respuesta.
Nota:
1 –Tal vez uno de efectos más nocivos de la violencia en Colombia, como consecuencia del conflicto armado, es el desplazamiento forzado de campesinos. Se calcula que entre 1985 y 2018 la cifra de colombianos desplazados estuvo alrededor de 7.7 millones. Desde luego, no todos por culpa de las Farc.
2 – Un documento muy apropiado para conocer el pensamiento bolivariano es lo que se ha llamado “La carta de Jamaica”, Kingston 2 de septiembre de 1815: “Contestación de un americano meridional a un caballero de la isla”. Acercamiento a la gran personalidad de Bolívar, Ediciones Universales – Bogotá, primera edición 1990.
Lea también: Entre fusiles y lápices – Parte 1
Por Rubén Darío González Zapata Nacido en la vereda La Lindaja Corregimiento Alfonso López (San Gregorio)