“El campo es el futuro, por eso lo defendemos”
Llegamos a la vereda Vallecitos, a la finca de don José Luis Bermúdez, uno de los 11 campesinos. Nos recibe con una sonrisa en su establo acompañado de las mascotas y de algunos de los animales que cría: cerdos y aves. Con especial cariño nos muestra cómo les pone comida en un árbol. Lo que más le gusta es despertar cada mañana con el canto de los sinsontes y turpiales que llegan al guayacán frente a su casa.
Cuando le preguntamos a don José Luis qué significa para él la vereda Vallecitos, dice que es lo más bonito que ha conocido en la vida. Tiene 62 años y nunca le ha gustado la andanza, jamás se le ha ocurrido irse de Jericó: “estas son mis raíces, venimos desde los bisabuelos. Yo recuerdo que siendo niños, de 5 o 6 años, escuchábamos a mis abuelos decir: Póngale mucho fundamento a los granitos de café, que con eso vivimos, esos son los granos del futuro”.
Recuerda con alegría su infancia en la parte baja de la vereda, a cinco o seis cuadras de la escuela donde nació y creció. A los 28 años se casó y fue entonces cuando dejó la casa de sus padres para irse a una propiedad que había adquirido como soltero. Esa finca la comparte hoy con su hijo, y con el tiempo logró construir otra propiedad.
Su infancia, dice, fue muy bonita. Agradece a Dios y a su padre, quienes le enseñaron a valorar la tierra y su vereda. Desde los 6 o 7 años trabajaba en el campo: cogía café, desyerbaba… y nunca necesitó que lo mandaran, porque el trabajo de la tierra siempre fue su pasión. Aunque su padre, con esfuerzo, le dio estudio y por su madre hizo la primaria, eligió quedarse con la tierra: “esta ha sido mi escuela, mi universidad y lo es todo”. Todo lo que ha construido lo ha hecho gracias al sudor y a la tierra. En su finca cultiva yuca, maíz, plátano, banano. Recuerda con orgullo haber cortado racimos de banano de hasta 88 kilos.
Nos enseña su casa y su finca, su lugar en el mundo. Don José Luis tiene tres hijos: Yuliana, de 33 años; León Darío, de 28; y Valentina, de 26. También habla con ternura de su nieta Sara, de 4 años, su adoración.
El hijo, con quien comparte ese amor por el campo, es parte activa del Comité de Cafeteros y se destaca en la vereda junto con otro joven. Para don José Luis la gran motivación es que los jóvenes sigan los pasos del campesinado y se sumen a su defensa. Se siente orgulloso de que la juventud sea parte de la movilización y que esté apreciando cada vez más la tierra, como su propio hijo.
La nieta Sara es una niña despierta y curiosa que cada ocho días va a la finca y siempre está a su lado. Nos cuenta entre sonrisas que mientras él deshoja una mata de plátano, ella está pendiente protegida con bloqueador solar.
Hablar de AngloGold Ashanti le causa desesperación. “Con esta multinacional hemos pasado lo más terrible de la vida”, afirma: “llegaron con engaños, diciendo que venían a mejorar la caficultura, ofreciendo análisis de suelo para aplicar fertilizantes. Pero luego se evidenció la verdadera intención”.
Nos muestra desde su casa un llano donde la empresa minera tomó muestras, y señala una loma en la cordillera donde, asegura, está el concentrado de los minerales que buscan. Dice que sus sospechas surgieron porque el Comité de Cafeteros ya hacía análisis de suelo, pero la forma en que AngloGold los realizaba era distinta; llegaban en grupos de 5 a 7 personas, uniformados. Incluso, recuerda un helicóptero que volaba con una cadena y se quedaba quieto en ciertos puntos.
Pasó el tiempo y un día se encontró con dos compañeros de la vereda: Mauricio Londoño y Luis Fernando Otálvaro. En ese momento, la empresa estaba realizando exploraciones: “descubrimos que habían perforado un acuífero que surtía la bocatoma del acueducto de La Soledad. El Ejército los acompañaba hasta la parte alta de la vereda, conocida como La Mama, donde antes nos bañábamos en un nacimiento de agua que luego desapareció. Después de que perforaron, el agua se secó. Vimos todos los daños. Pensamos que no podíamos seguir así”.
Fue entonces cuando don José Luis, con su amor por la tierra, le propuso a sus compañeros convocar a la gente y comenzar una movilización para frenar la minería. No recuerda con exactitud la fecha, pero cree que fue en 2007. Dice que era como pelear contra el viento: “porque los mandatarios de turno eran cómplices de la multinacional. Los campesinos nos lamentábamos y nadie nos escuchaba. Los alcaldes ignoraban las denuncias y permitían que la fuerza pública sembrara el terror y obstaculizara la defensa del territorio”.
Hoy, don José Luis dice que han vuelto a creer. Se siente más tranquilo con el gobierno actual y agradece el respaldo de la exministra Susana Muhamad, quien acompañó esta causa. “Espero que nos siga apoyando”, dice con esperanza.
“Lo más grato es ver cómo la gente está despertando, se está organizando, se está movilizando”.
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