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Por Jorge Diego Mejía Cortés
Escritor y maestro

Vinola era un hombre bonachón, jovial, rollizo, de tez morena, siempre esbozaba una sonrisa en la que resaltaban algunos dientes plateados que mostraba con orgullo. Vestía pantalón de paño, camisa de hilo, de manga corta (generalmente blanca, bordada) y un infaltable sombrero de fieltro de corta envergadura y de color verde oscuro. Saludaba a todos por su nombre, con una voz rimbombante como la de un cantante de jazz.

Manuel Serna Acevedo era su nombre de pila, conducía un camión marca Ford modelo 46, verde claro, transportaba desde víveres hasta materiales para la construcción, desde y hacia Medellín. Era el patriarca de la familia Serna Restrepo, a quienes les decían coloquialmente “Los Cisneros” dado que, según se cuenta en el sector de La Madre, en Fredonia, donde residían, un tío de la familia que vivía en Camilo C. tenía un aspecto físico muy similar al del ingeniero cubano, Francisco Javier Cisneros.

A pesar de su apodo, Manuel era abstemio, se caracterizó siempre por su abnegación y entrega a familiares y amigos. La profesora y funcionaria Claudia Serna, sobrina de Manuel, cuenta la siguiente historia a propósito del sobrenombre: “cuando salió la canción, creo que fue por allá entre los 40 y los 50, a él le gustaba mucho cantarla y en el sector de la flota lo apodaron así, a pesar de que era un hombre que no consumía licor”.

En efecto, la canción “Ron de Vinola” tan popular en los diciembres antioqueños, se hizo famosa gracias a la interpretación del cantante Guillermo de Jesús Buitrago Hernández, icónico artista (mitad marinillo, mitad samario) y cuya canción fue prohibida en algún tiempo por la iglesia católica, acusándola de conllevar a la perdición de las almas en el alcohol. De otro lado, el “Ron de Vinola” era una bebida embriagante de fabricación casera o artesanal, que se elabora a partir de la fermentación del jugo de piña. Muy similar al guandolo.

La distancia entre Medellín y Fredonia es de 58 kilómetros, o al menos, así era antes de la pavimentación y posterior construcción de la doble calzada entre los municipios de Amagá y Caldas, aun así, Vinola quien no gastaba afán, podía demorarse un día entero en cubrir la ruta, (según cuenta Álvaro Mejía), medio día yendo y medio día viniendo. Un chiste popular de la época contaba que, en una ocasión, Vinola llevaba una mujer en embarazo y, al llegar a Medellín, el hijo de la señora fue reclutado por el Ejército, un chascarrillo, que aludía a la paciencia que siempre lo caracterizó.

Un día cualquiera, mientras hacía su habitual recorrido, fue abordado por unos asaltantes en inmediaciones de “La Tablaza” corregimiento de La Estrella, al sur del Valle de Aburrá. Estos, tras amenazarlo, le hurtaron el vehículo y huyeron en este a toda velocidad. En lugar de enojarse o formular improperios, Manuel les dijo (en palabras de Claudia su sobrina): “¡hay muchachos, cuidado se chocan!”, sin duda un inesperado paternalismo que los novatos atracadores no esperaban.

Dado que, Vinola era bastante popular, algunos conductores de la Flota Fredonia y coterráneos que se toparon con el camión, advirtieron que quien iba conduciendo el famoso vehículo verde, no podía ser su propietario, dada su inusitada rapidez. Sin más, los testigos avisaron a las autoridades que presuntamente el vehículo, habría sido robado, pues los límites de velocidad de los cacos no se correspondían con la natural calma del señor Serna. Palabras más, palabras menos, el camión fue recuperado sin contratiempos y pudo entregar satisfactoriamente su carga. Los maleantes fueron capturados casi al instante.

Pero, más allá de la anécdota, Claudia Serna aporta un dato hermoso y conmovedor; Manuel se casó con su prima hermana, de nombre María Mercedes Restrepo, tuvieron una hija que falleció a las pocas horas de nacer y nunca más pudieron tener descendencia, a la niña le pusieron el nombre de Victoria, y hasta el fallecimiento de Mercedes en 2023, conservaron en el cuarto para ella destinado, todo el ajuar de la hija. Manuel falleció en enero de 2016. Él y su esposa dedicaron sus recursos a apoyar la carrera sacerdotal de varios jóvenes en el municipio, jóvenes que hoy son sacerdotes y, de hecho, uno de ellos ofició la misa del sepelio de Manuel. Paz en sus tumbas.

Adenda: podría afirmarse que, para los años noventa del siglo XX, más de la mitad de las construcciones que se realizaron en Fredonia, utilizaban el adobe que transportaba don Manuel Vinola.

Sobre el autor

Jorge Diego Mejía Cortés. Docente I.E. Rafael Uribe Uribe, municipio de Valparaíso, Antioquia. Profesor Universitario, Universidad Digital. Politólogo, Universidad de Antioquia. Normalista Superior. Especialista en Gerencia Pública, Universidad INCCA de Colombia. Tecnólogo en Administración de Empresas. Director de la Casa de la Cultura Julio César García del Municipio de Fredonia 2008 – 2011. Funcionario del Área de Bienes del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia 2019 – 2023. Docente urbano y rural de varias instituciones educativas públicas y privadas. Columnista de Al-poniente, La Oreja Roja, Revista Innombrable y otros medios digitales a nivel nacional e internacional.

Ha publicado cuatro libros, uno de Ciencia Política: Comunicación Política y Posverdad (2018), Poesía: Antología poética de mi larga infancia (2019), Aullidos Furtivos. Compilación de columnas y artículos (2023) y Textos Escogidos (2025), además de participar en diversas antologías de poesía, ensayo y ponencias a nivel nacional e internacional.

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