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Por Nicolás Antonio Vásquez López
Cronista

«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios… ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre». Lucas 6:20-26

¡Polvo eres y en polvo te convertirás! La sentencia dicha por los primitivos fogoneros del antiguo testamento: una mano en la hoguera y la otra en las divinas escrituras anunciando el comienzo del mundo. Inmundos sonsacadores de la palabra escrita, ¿divinas escrituras? ¿Cómo van a ser divinas las boberías garabateadas a pulso de mentiroso? Yo me veo en todos; todos a la larga somos los mismos. Nadie se crea de a mucho, mucho… ni aparente ni sonsaque ni amolde ideales nobles. No tienen derecho a incubar su dogma, así como no tenían derecho los dioses de crear criaturas desoladas con dos ojos, una boca, dos oídos, dos manos, dos piernas, un esfínter para mear y otro para cagar todo a su paso. Y la noche aparece completa, negra azulada, por el pueblo de mis crónicas. Los personajes salen de sus escondrijos a la plaza principal para fusionarse en la calidez de la masa. Estaba ansioso esperando un hombre especial.

La locura parece tan cuerda, ordenada, grácil que los habitantes de la plaza, desorientados, ahítos de excesos, enfermos, drogados, parecen la escuela más humana; su miseria es la miseria de este mundo, nuestro mundo, ¡inmundo! Sentado en las sillas grises de Comfama, tomando café, bebida caliente ahora fría por la espera, sigo esperando. Ahí pasó, es él, ¡Lucas!, ¡Lucas!

Lucas vende confiticos mentolados, chicles para mascar de sabores variados a precios inflados con helio. Es por la situación económica: ¡Qué le vamos a hacer! ¿Quiere la crónica? Pague. Lucas me mira; los ojos pocas veces mienten, la palabra es fementida, sí, mentimos, nos mienten; la mirada es otra cosa distinta, casi dispuesta naturalmente a la cobardía. Hay miradas que matan; la mirada de Lucas perdona. Ahí, me siento culpable. Luis Fernando Castro “Lucas”, por la primera sílaba de Luis y su apellido Castro, o “Lufeca”; agregue en la mitad la fe de Fernando. Las realidades son la suma de miles de ficciones en cortocircuito; Lucas ha creado las suyas: poeta, trovador, comediante, cantante. A veces, en su periplo urbano, caminante de las carreras, las calles, los bares, las plazas, los negocios de Amagá donde consigue la moneda para inflar de helio los globos.

A los 16 años llegó a Amagá desde Urrao, otro pueblo del suroeste, pero más frío y lejano; a Lucas le gusta el clima, pero no el olor de Amagá. Ojibrotado, limpio, sostiene las respuestas con lucidez; los estragos de las drogas no han empantado su lenguaje. 2000 mil, 3000 mil, 4000 mil, 5000 mil y dígale que no hay techo. Paguen, todos paguen, sin excusa ni querella. Paguen la deuda, recuerden, somos él; a la larga somos todos.

—¡Gracias, joven! Se paró y se fue.

Lucas,3 de noviembre de 2025.

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