Comparta esta noticia
Por Eliana Hernández Pérez 
Artista Visual y Técnica en Comunicación y Medios Periodísticos

Ñito Restrepo preguntó: “contéstame Salvo Ruíz, que te voy a preguntar: ¿cómo pariendo la Virgen doncella pudo quedar?”  Y respondió Salvo Ruiz: “oígame doctor Restrepo, que le voy a contestar: tire una piedra en el agua, se abre y se vuelve a cerrar; así pariendo la Virgen doncella pudo quedar”. 

Concordia, a “tabaquito y medio” de Medellín, tierra de montañas generosas y de un café que conquista paladares en el mundo, vio nacer a Antonio José “Ñito” Restrepo (1855 – 1933) y a Manuel Salvador Ruiz, “Salvo Ruiz” (1878 – 1961). Ambos dieron forma a la trova paisa: Ñito, con su pluma aguda y su verbo culto; Salvo, con su guitarra y sus coplas improvisadas. Entre la palabra escrita y la palabra cantada, hicieron de Concordia la cuna de la trova antioqueña.

A finales del siglo XIX y comienzos del XX, cuando los caminos del Suroeste antioqueño se andaban a lomo de mula y las fondas eran el punto de encuentro cada sábado, Salvo Ruiz entonaba las primeras coplas campesinas.Entre risas, tertulias y aguardiente, transformó aquellas reuniones en verdaderos escenarios de inspiración popular, convirtiéndose en figura esencial del Balcón Cívico del Suroeste, su querido Concordia.

Ese legado trovador sigue resonando hoy. La tradición está muy viva gracias a los procesos de formación que impulsa la Escuela Nacional de la Trova ubicada en la Casa de la Cultura Juan José Restrepo Uribe, bautizada en honor al fundador del municipio. Allí, niños, niñas y jóvenes aprenden el arte de improvisar versos y mantener encendida la llama de una herencia que ha dado al municipio ocho reyes nacionales de la trova.

Samuel Sánchez, conocido en el mundo de la trova como “Gomita”, del grado octavo, sueña con alcanzar la corona de rey trovador. De personalidad tímida pero mente ágil, ya fue finalista del Festival Nacional Infantil de la Trova en la Feria de la Flores 2025.  Cuando sube al escenario, su voz se llena de confianza. Aquel sábado que visitamos la Escuela Nacional de la Trova, nos regaló algunos versos:

Cada año me preparo,
hago los versos mejores,
porque yo voy corrigiendo
poco a poco mis errores.

Les hago la invitación,
el verso quiero aprender,
hoy todos son bienvenidos
por si quieren aprender.

De Concordia yo les trovo.
No es el norte ni el este.
Acá les quiero mentar
mi hermoso Suroeste.

Cinco estudiantes participaban atentos en la clase, entre ellos una niña. El profesor Elver Díaz, embajador del joropo y profe de la escuela, guía las clases con una metodología que combina la teoría y la práctica: talleres sobre la rima y el octosílabo, base de la improvisación, junto a juegos didácticos y ejercicios que fortalecen la creatividad de los niños.

Al final de la clase, nos compartió un mensaje: “aquí enseñamos técnica, teoría, práctica, música e improvisación. Los invitamos a sumarse a esta gran oportunidad que nos brinda la Alcaldía Municipal”. Luego, los estudiantes tomaron la palabra uno a uno. ”Gomita”, sonriente, fue el primero en hablar: “soy Samuel Sánchez, ‘Gomita’, y los invito a conocer este maravilloso proceso y la tradición del pueblo”. Después escuchamos las voces de Alan David, Salomé, Luis David y Emiliano, que muy concentrados entre versos repetían la invitación: “vengan a la Casa de la Cultura, aprendan mucho de la trova y sean grandes trovadores”. 

El profesor cerró el encuentro con una sonrisa y una frase que resume el espíritu de este espacio: “los esperamos aquí, en la Casa de la Cultura, todos los sábados de nueve y media de la mañana a una de la tarde. Y entre semana también tenemos formación en línea, para seguir conectados y seguir trovando”.

Más allá de conservar las costumbres, este tipo de proyectos se convierten en raíces vivas de identidad y transformación social. Así lo explica Yuliana Ocampo González, coordinadora de Turismo de Concordia: “yo creo que realmente todos los procesos artísticos y culturales transforman vidas. Vemos  niños que en sus casas, tienen situaciones complejas, y acá vienen a vivir otro aspecto, y a rodearse de toda esa música, de todos esos instrumentos, porque los niños, aparte de aprender a trovar, aprenden a tocar la guitarra, el tiple y convierten su vida en algo positivo, al mismo tiempo se comienza a tener un arraigo territorial y empoderamiento de nuestras tradiciones”.

En Concordia, la palabra espontánea y creativa se ha convertido en una forma de vida. En sus calles y escenarios se respira un legado que sigue vivo, transformando a quienes lo heredan y conectando a la comunidad con la esencia más profunda de su territorio.

 

Comentarios
Comparta esta noticia