Investigación de Daniel de Jesús Granados Rivera Maestro investigador, formador de formadores de la I.E.N.S.A. Magister en Educación en la línea de Formación de Maestros UdeA
Quienes compartimos con el maestro Jairo de Jesús Montoya Jaramillo lo recordamos como un hombre consagrado a la vida magisterial, responsable, comprometido y siempre atento a las alegrías y dificultades de sus estudiantes. Era un maestro cercano, con excelentes relaciones humanas y una profunda identidad institucional. El día que decidió retirarse, su tristeza fue evidente. No habló mucho durante la jornada; sólo en horas de la noche, con serenidad y gratitud, anunció su decisión de marcharse, agradecido con todos por lo vivido y aprendido.
El maestro Jairo de Jesús Montoya Jaramillo nació en el municipio de Fredonia, tierra de hombres libres, normalista superior de 1970 de la Normal Mariano Ospina Rodríguez, es Licenciado en Geografía e Historia de la UdeA, Especialista en Educación Ambiental de la Universidad El Bosque, además realizó diplomaturas en didáctica de las ciencias sociales en la Universidad Nacional de Colombia.
Su infancia inicia en el municipio de Fredonia donde cursó la básica primaria en la Escuela Urbana de Varones Marco Fidel Suárez y la básica secundaria en el Liceo Departamental Efe Gómez. Nos cuenta que siempre admiró a los maestros de estas instituciones por su responsabilidad, abnegación, respeto, prudencia, autonomía y liderazgo.
En el año 1968 ingresó a la Normal de Fredonia, que goza de gran prestigio regional, departamental y nacional, para realizar los estudios correspondientes a los grados décimo y undécimo de educación normalista, al principio no le convencían mucho las áreas de pedagogía, pero al ver el entusiasmo, amor, compromiso y la vocación de sus maestros se motivó a continuar el proceso de formación normalista.
“En esta época después de graduarnos en la Normal, se entregaban las hojas de vida a la Secretaría de Educación departamental y luego nos iban nombrando para ejercer la docencia. Ser maestro fue un gran reto, desde pequeño siempre me llamó la atención. Ese sueño siempre estuvo vivo en mí durante el ejercicio magisterial, fueron más de tres décadas. Siempre que tengas una actitud positiva hallarás la verdadera riqueza de la vida”.
En su ejercicio profesional como maestro nunca tuvo la oportunidad de trabajar en una zona rural y le da nostalgia no haber tenido la experiencia, pero se siente satisfecho por la labor realizada en diferentes escuelas donde tuvo la fortuna de desempeñarse como educador ofreciendo las enseñanzas, brindando buen ejemplo y siendo buen compañero.
Inició la docencia en la Escuela Urbana de Varones Andrés de Valdivia en el municipio de Valdivia en Norte antioqueño. “Esta institución tenía una construcción moderna, allí laborábamos 12 compañeros, orientando las áreas de la básica primaria. Recién llegado a esta institución me encargaba de las llaves de la escuela, un día abriendo la puerta principal se me quebraron las llaves, y lo primero que se me ocurrió era que los estudiantes entraran por las ventanas”. Es un hecho que recuerda como una de las experiencias más significativas, reiterando que el maestro siempre debe tener presente las posibilidades o limitaciones en el ejercicio de la docencia. Allí permaneció poco tiempo, ya que quería estar cerca de la ciudad y continuar sus estudios universitarios.
Después fue trasladado para la Escuela Anexa de la Normal Superior de Santa Rosa de Osos Marco Tobón Mejía en el norte del departamento de Antioquia. Los grupos allí eran muy numerosos, también era una construcción moderna con alumnos muy responsables, orientaba el área de Español y Literatura, aunque era educación básica primaria con metodología graduada, se trabajaba por profesorado. Su permanencia en la institución sólo fue de ocho meses
Después el maestro Jairo Montoya realizó una permuta para el municipio de Sabaneta, área metropolitana del Valle de Aburrá, como docente para la escuela Alejandro Vásquez Uribe. “Esta institución era una construcción antigua, actualmente considerada patrimonio cultural, trabajé con 18 compañeros maestros y tenía a mi cargo un grupo de 48 estudiantes, como maestro de aula orientando todas las áreas propuestas en el currículo escolar para dicho nivel”. Por necesidad del servicio, fue trasladado al Colegio Adelaida Correa Estrada escuela ubicada a cuadra y media de la Alejandro Velásquez Uribe.
En la nueva institución dictaba clases de todas las materias en básica primaria, y en los grados sexto y séptimo de bachillerato orientaba el área de Ciencias Sociales, “allí laboré por 28 años, recuerdo a la directora de la escuela porque era una buena mujer; ella no decía hagan sino hagamos, esto me impactó, aprendí muchos valores de ella, sentí más amor por mi profesión, más responsabilidad y pertinencia por la institución”. En esta etapa de su vida recuerda una anécdota muy graciosa: “el rector me encargó a mí y a otro compañero de trabajo que botáramos unas cosas que no eran útiles y salimos quemando unos archivos muy importantes, yo tenía mucho susto, pero ya habíamos cometido el error”.
Después de toda esta trayectoria, realizó una nueva permuta con la docente Omaira Muriel de la Escuela Normal de Amagá en el año 2008. Al llegar a esta institución le correspondió orientar Educación física, recreación y deportes desde el nivel preescolar a quinto grado y asumió la dirección del grupo 4° B. Recuerda que se sintió muy a gusto trabajando con niños estudiosos y muy satisfecho por acompañar a los maestros en formación, transmitiéndoles conocimientos vivenciados con su experiencia como docente. Allí se destacó por su amabilidad, simpatía y su habilidad para la solución de dificultades.
El maestro dice que, aunque flexible y querendón, trataba de exigir haciendo cumplir la norma, teniendo en cuenta y reconociendo el estado anímico de sus estudiantes. “Fui tolerante, pero lo único que no toleraba era la grosería de algunos alumnos en las clases”. Nunca faltó a sus compromisos laborales ni por enfermedades, incapacidades o calamidad doméstica. En 2009 terminó su labor docente en Amagá.
Hoy sigue dándole gracias al Creador por la buena salud, y nos comparte una reflexión final: “la primera clase no se dicta porque es el inicio de un viaje lleno de incertidumbre y la última porque es el final de un viaje responsable y comprometido del deber cumplido”.
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