Por: Johan Gómez Flórez (Integrante del Colectivo de Periodismo El Suroeste)
El 31 de diciembre del 1935 en el municipio de Armenia, Mantequilla, nació Martha Lina Colorado Palacios, quien hoy es reconocida por los habitantes de Angelópolis como una de las adultas mayores más queridas del territorio al cual llegó cuando tenía cinco añitos.
Martha Lina se considera una mujer independiente, pues desde muy pequeña tras la muerte de su padre José María Colorado, su mamá Concepción Palacios, le enseñó a trabajar para que ayudara con los gastos del hogar, sin embargo, ante la escasez de recursos económicos, tiempo después tuvieron que vender la finquita que tenían. Según recuerda, allí extraían arena para material de construcción.
Ya en su juventud, empezó a trabajar en fincas haciendo aseo y cocinando, gracias a la sazón que su madre le enseñó en la infancia. En ese recorrido por las fincas del municipio apodado como ‘la ciudad de los ángeles’, conoció a Francisco Luis Muñoz con quien se casó a los pocos meses. Curiosamente tras 62 años de matrimonio, nunca han vivido juntos “porque él se mantenía de finca en finca y de pueblo en pueblo, y se resabió a estar en la calle”, cuenta doña Martha.
Aún así, fruto de esta particular unión nacieron cinco mujeres y dos hombres, hijos e hijas que la visitan con regularidad. A ella el paso del tiempo se le refleja en su cabello cubierto de canas ,parece de plata. En los días de sol le gusta sentarse a peinarlo en la acera de su casa ubicada en el sector de María Auxiliadora, allí teje dos trenzas que se han convertido en su peinado característico y que llaman la atención de los transeúntes. Al caer la tarde cumple con el ritual del algo y consume dichosa migas de pan con aguapanela.
Algunos de sus recuerdos no son muy lúcidos, pero sí recuerda que viajó en Ferrocarril en busca de ayuda médica para que le curaran “yo creo que era cólera o tifo, o tal vez sarampión lo que me tuvo muy enferma”, dice.
Por su avanzada edad no puede ir a misa, sufre de una enfermedad que le provoca fuertes dolores en sus articulaciones, por eso la radio es su mejor amiga a la hora de escuchar la eucaristía y también sus canciones favoritas.
Doña Martha pasa sus días entre los hervores de la sopa que se prepara para almorzar, barriendo motas de polvo en el corredor, limpiando los cuadros de ‘La última cena’, ‘El Corazón de Jesús’ y la ‘Madre Laura’, en honor a quien enciende una vela amarilla para que proteja a su familia; y de fondo suenan guascas o rancheras. Con frecuencia, sus hijas y nietos van y le hacen visita, y mientras que los pequeños juegan, ella les prepara chocolate.
Es grato encontrar a abuelas como doña Martha Lina, llena de ánimo pese a las enfermedades, con una sonrisa sincera para saludar a sus vecinos, dispuesta a compartir a algunos fragmentos de su vida con un joven curioso como yo; doña Martha, la de las trenzas de plata, nos recuerda que la vida es eso: momentos, y que más vale que sean bien vividos.