Por Leandro Renato Vélez Orozco y Diego Leandro Garzón Agudelo
El 23 de agosto se celebraron 200 años del nacimiento de Juan de Dios Restrepo Ramos, conocido en la historia de la literatura antioqueña del siglo XIX como Emiro Kastos. Inconformes con una recepción pobre, acrítica y llena de supuestos sobre el autor, entre el 20 y el 25 de agosto compartimos en redes sociales lecturas, reflexiones e información sobre su vida y obra. Creemos necesaria una mejor apropiación de su nombre y su escritura, es decir, leer, estudiar, compartir y traer a la actualidad ideas que se manifestaron a mediados del siglo XIX y conservan vitalidad y vigencia.
Apropiarse de un libro, un acontecimiento o la vida según un manual, un prólogo o un autor es como ir a una ciudad y hacer el recorrido del turista. Es una manera, claro que sí, pero se deja de ver la realidad de la ciudad, porque al final se ven solo los puntos señalados, es decir, los que se pueden y se quieren mostrar, y no hay tiempo para acercarse, quedarse pasmado, asombrado ni de sentar una postura propia. De ahí que nuestra iniciativa haya sido una invitación al público para que salga como un viajero, sin mapa, sin cámara a caminar por los textos de Juan de Dios Restrepo. Quizá se pierdan, como nos pasa a todos, porque nos sabe a otros tiempos, pero en el camino encontrarán un lugar que no aparece resaltado en el mapa. Ese lugar es una idea que abre un camino hacia una postura propia, que permite el diálogo con otros saberes y experiencias que pasábamos por alto al seguir el manual.
Así, soltamos el manual que nos dice cómo hay que leer y entender a Emiro Kastos. Manual que lo encasilla como un representante del costumbrismo. En conversaciones sobre su obra nos dimos cuenta de que su pensamiento escapa a ese apelativo, que es necesario llevar a la gente un saber que le pertenece, sin pretensiones de otro tipo. Nos animó la posibilidad de compartir con las personas de nuestro pueblo una perspectiva distinta de Emiro Kastos y su obra; todo por el acceso abierto y libre a las ideas que hasta ahora estaban en trabajos universitarios y discusiones de unos pocos. Más que generar un debate académico, el propósito de esta iniciativa es acercar a la comunidad los textos de un autor que poco o nada se ha leído y estudiado en nuestro pueblo, que es también su pueblo. No es que estemos obligados a leerlo.
Durante cinco días leímos, conocimos y comentamos textos de Juan de Dios Restrepo. Vimos en los 200 años de su natalicio la oportunidad de aprender cosas que no sabíamos y desaprender otras. Los textos compartidos por redes sociales principalmente fueron seleccionados por su aporte a la construcción de una recepción de Emiro Kastos como crítico de su tiempo, no sólo como escritor de costumbres, una perspectiva que se ha repetido de generación en generación, que le ha restado alcance a su obra.
Por una semana ese nombre que aparece por todas partes en Amagá dejó de ser el de una calle, una biblioteca o una institución educativa y retomó su lugar de nombre de un escritor al que está ligada una obra. Juan de Dios Restrepo debe ser valorado como escritor, crítico y hombre de letras; no hay que conformarse con mencionar Mi compadre Facundo como su obra única; tampoco con atribuirle el mote de costumbrista sin más. Volver a sus textos, temas y puntos de vista, actualizarlos trayéndolos a la contemporaneidad para pensar lo que somos y lo que queremos ser hoy es una necesidad que intuíamos y constatamos en esta celebración.
¿Sobre qué escribió? No sólo sobre costumbres. Y si escribió sobre costumbres lo hizo desde una perspectiva crítica, de hecho muy crítica, como ya lo había planteado Saturnino Restrepo en su artículo Emiro Kastos para la revista El Repertorio en abril de 1897. Saturnino Restrepo se refiere a Emiro Kastos como el observador social; señala que Mi compadre Facundo “Examinado con atención, es mucho más: es un estudio sociológico de verdadera profundidad.” Esto es muy útil para actualizar la idea que tenemos de Juan de Dios Restrepo como costumbrista. Quizás sea esa perspectiva crítica, ese interés en “mostrar la llaga” de la sociedad, como lo planteó en Enfermedades sociales (1859), el motivo por el cual no ha sido tan editado y leído como quisiéramos.
Textos como La Situación (1855) o Impresiones eleccionarias (1855) encuentran eco en la actualidad del municipio, la región y el país. En ambos textos, Emiro Kastos sentó posición sobre la falta de conciencia de una sociedad que no reconoce su sumisión y depende de sus gobernantes dada su desinformación cuando se va a elegir a quien dirigirá el destino de un pueblo. El autor no aceptó, para sí y los suyos, ese conformismo y comodidad en lo relacionado con la vida política, social, económica y cultural. Juan de Dios Restrepo Ramos hizo un llamado a los ciudadanos de su tiempo a informarse, como hacía él, más allá de que se comulgue o no con los ideales que exponía en sus escritos; lo importante era generar un ambiente donde pensar la vida desde otros puntos de vista y no solo desde el propio, de manera que el lugar de encuentro fuera avanzar como sociedad. El texto llama la atención sobre la mezquindad de la politiquería que se extiende a otras esferas de la vida, incluyendo las artes y la relación con el saber.
Fantasía (1850), deja ver que Juan de Dios Restrepo no fue ni costumbrista ni panfletario. Esas etiquetas son insuficientes para una obra caracterizada, como lo ha propuesto Pedro Adrián Zuluaga en su libro Qué es ser antioqueño (2020), por plantear la fisura en el relato del antioqueño trabajador, pujante, astuto y vivaracho que se ha constituido en lo que muchos consideraran nuestra identidad. La escritura de Juan de Dios Restrepo es profundamente crítica, liberal, libre y, también, esperanzadora pues la juventud representa para él la posibilidad, el ímpetu y la vitalidad. Esta contundencia de la escritura se puede apreciar en La imprenta, la inteligencia y la fuerza (1852). Emiro Kastos conoce de literatura, economía, política, sabe de las dinámicas de producción y consumo; y, lo más importante, conoce la mentalidad de su tiempo y su gente.
Arturo y sus habladurías (1856) es un mensaje desde el pasado a lo que somos actualmente; qué tanto hemos cambiado como individuos y como sociedad podemos preguntarnos a partir de él. En este texto llama la atención el modo en que el autor señala el hecho de que una mujer cuyo “[…] verdadero crimen es ser hermosa, vestirse con elegancia y tener talento”, resulta ser un motivo para que se le condene en sociedad. Lo anterior da muestra de la criticidad del autor frente a ciertas actitudes y posturas asumidas casi como dogmas en su contexto político y social. Su texto permite inferir que, contrario a muchos de sus contemporáneos, él creía en el valor que ganaban las mujeres cuando educaban y perfeccionaban sus talentos. Algo de ello también hay en Julia (1855) cuando leemos en uno de los diálogos: “Si ya que no placeres, añadió Julia, se nos diera educación, habría alguna recompensa. La educación proporciona a las mujeres recursos contra el tedio, consuelos en la desgracia, gusto por la lectura, amor a las artes y desarrolla en ellas la gracia que, como dice un poeta, es el perfume de la belleza.”
De este modo, en el marco de la celebración del bicentenario del natalicio de Emiro Kastos, logramos que más de 200 personas reaccionaran a nuestros videos y piezas conmemorativas, que otros reprodujeran esas grabaciones y compartieran las tarjetas digitales con frases del escritor; recibimos mensajes de felicitación o con preguntas. En fin, logramos mucho con nuestro empeño, voluntad y convicción de que estas cosas deben hacerse para la gente; que el acceso a bienes culturales como la obra de un escritor debe ser abierto; que la erudición y los celos con los datos y fuentes no sirven de mucho si la gente no se beneficia; y que las mejores iniciativas son las que unen a las personas y permiten aprender.