El café arábigo cultivado en el Suroeste es el más sensible y afectado por el cambio climático. El invierno y las fuertes lluvias traen como consecuencia deslizamientos en las zonas cercanas a las plantaciones, daños a los cafetos, exceso de humedad que dificulta y retrasa la floración del grano de café o enfermedades como la roya. Según la ONU, Colombia es el tercer país más afectado por las altas temperaturas que, entre otros efectos, pueden acelerar la maduración del grano de café haciendo que su calidad disminuya. Debido a estos fenómenos, la producción de café ha llegado a verse reducida hasta un 50%.
Hoy destacamos algunas acciones que lidera la Gobernación de Antioquia y que ayudan a mitigar y a adaptarnos al cambio climático, entre ellas la implementación del programa “Agricultura 4.0 evoluciona a 5.0”, en alianza con la Universidad de Antioquia para la transferencia de tecnología y conocimiento especializado en la reconversión de sistemas productivos tradicionales que contribuyan a la recuperación de la soberanía alimentaria y a la reactivación económica. Además en este cuatrienio el gobierno departamental sembrará 40 millones de árboles, esta meta de reforestación aumentará la producción de oxígeno y preservará las fuentes abastecedoras del recurso hídrico. También el Ministerio de Agricultura ha direccionado recursos a algunas de las zonas mayormente afectadas en torno al propósito de la reforestación.
¿Es esto suficiente? Conoce algunas de las barreras de los productores para hacer frente al cambio climático
Existen barreras que dificultan la conversión de las actividades de los productores hacia modelos más sostenibles. La primera de estas es que muchos campesinos no son conscientes de la crisis climática, de su importancia y del papel que cada uno juega en ella, tanto sufriendo sus afectaciones como aumentando los impactos negativos.
No todos aquellos que superan esta barrera y son conscientes saben qué hacer o cómo adaptar sus actividades para no contaminar y mantener su productividad. El presidente de la Asociación de Productores Agropecuarios del municipio de Amagá (ASOPRAM), Sergio Iván Manco, afirma que al campesino todavía falta darle educación ambiental y ofrecerle alternativas: “muchas veces ellos aun sabiendo que un producto es nocivo, lo siguen aplicando ante el desconocimiento de alternativas ecológicas o la posibilidad de acceder a ellas”.
Superadas las barreras de la falta de conciencia y del desconocimiento, los productores se enfrentan al reto de emprender nuevas formas de hacer lo que siempre han hecho, lo que implica en la mayoría de los casos ajustes e inversiones de capital, acuden entonces a la financiación en el sector bancario, pero esto es lo que sucede en la perspectiva de algunos productores: los bancos no entienden de qué forma será el retorno sobre la inversión en torno a la adaptación al cambio climático, y por ende rara vez los financian, y en este sentido, no existen aún mercados diferenciados en los que el consumidor otorgue valor a productos hechos bajo estándares de adaptabilidad climática, lo cual desincentiva la producción de los mismos.
“Los campesinos se quejan de que de unos años hacia acá la productividad del suelo no es la misma; el suelo ya no tiene la misma capacidad de producir, las temperaturas son mucho más elevadas y no es fácil predecir las temporadas de lluvia o de sequía, dicen que antes había ciertos indicios que nos daban a entender los ciclos del clima pero hoy por hoy es completamente aleatorio”, relata el presidente de ASOPRAM.
Desde la Federación Nacional de Cafeteros, Raúl Jaime Hernández, director de Gestión Ambiental, indica que la organización acompaña a los caficultores y emite recomendaciones reiterativas para incentivar los sistemas de sombrío en los cultivos de café, es decir, sembrar árboles de sombra entre las plantaciones de café para mitigar los problemas de variación con respecto a las precipitaciones y temperaturas. Otra de las recomendaciones consiste en que los caficultores utilicen variedades de café más resistentes a las diversas plagas, sin embargo, el panorama actual no favorece mucho a los productores de café: “yo no conozco ni he visto un escenario que favorezca desde el mercado esta adaptabilidad climática y no veo fácil que el mercado mande señales vía precio para que los cultivos se adapten”, dice Hernández. Sin embargo, es necesario que los caficultores realicen estas adaptaciones para no comprometer la calidad del café, pues si esta disminuye se puede ver reflejada en los precios del mercado.
Desde la Federación insisten en que no es tiempo de abandonar la calidad del café y hay que aprovechar los buenos precios que generan los cafés especiales; una buena alternativa para los productores en medio de los retos que trae el cambio climático.
En conclusión, esta situación evidencia una gran necesidad de cara a la continuidad y ampliación de programas gubernamentales enfocados en la adaptación al cambio climático. La generación de conciencia, la asesoría en modelos de producción adaptados y el acceso a financiación para actividades de adaptación son tareas pendientes.