Por Nicolás Antonio Vásquez López Cronista
Bailones en serio, bailarines de los aires veraniegos. Unos animalitos tan alegres, ¡vivarachos! No pueden arrastrarse sobre el asfalto, nunca. Bajo mayúsculo predicamento, mis enrostradas maquinaciones por volar estriban locura; ilusiones de las buenas, ilusiones aéreas. Salir corriendo como alma que lleva el diablo y lanzarme por un despeñadero… y volar como un majestuoso gallinazo. El mundo no se hace de maquinaciones; el mundo se crea de ilusiones. ¡Iluso!, gracias. Trapitos viejos, vecinos atravesando el umbral vital, calles destartaladas, predios arañados por retroexcavadoras, piso tras piso yuxtapuesto: el progreso, el agua sedienta, los niños huérfanos, las pantallas violentísimas, los apagones de cerebro, las escuelas carcelarias, los profesores carceleros y la vida. “Bien, gracias a Dios”. Gracia divina: ¡Cómo dejas a un pobre animalito a la merced de la bestia! Qué se puede esperar de un gamberro con poder psicótico. Nada, lo peor.
Desciendo la loma de Cabañitas, por Calle Larga, la única Calle Real de Amagá, con paso vigoroso; allí, en el asfalto sucio, chorreado de aguas amarillentas, lo vi: un cuerpo plumífero asoma la testa, continúa el cuerpo y, por último, la penosa borrachera lo hace trastabillar. En mi faceta heroica, Argonauta, arrimé, estiré la mano con disimulo tardío… La avecilla sabía mi magnetismo inopinado para atraer aves en apuros. Su temperamento sumiso, apocado, reivindicó mi posición de poder. No estaba enamorado, estaba por refrendar mi superioridad natural. Mi cerebro, de 3 libras aproximadamente, es el mismo que desde hace 100.000 años. Y vos, avezuela, eras un dinosaurio. Y los papeles cambiaron. Antes me podrías destripar; ahora, el dolor nos une. Yo no me creo depredador, pero vos seguís siendo presa. Y no crea, yo también. El ave pardusca incorporó su aliento, pensé, es mi magnetismo; mi consagración, el salvador de los emplumados. ¡Qué va! Los favores se olvidan fácil y su corazón marrón ya pertenecía a la espesura del matorral.
Corazón marrón, 10 de julio de 2025.
Lectura recomendada: Corazón de colibrí