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Por Nicolás Antonio Vásquez López
Cronista

Amablemente aceptó la entrevista. Desde hace algunos días pude organizar la logística en mi cabeza para juntar letras, escurridizas, en oraciones y, finalmente, una historia. La mañana deja caer su chorro de luz natural; una cascada luminosa y caliente sobre todo niño, viejo, perro, gato, cosa… Del suelo parecen emanar distorsionadas ondas desérticas del Sáhara. Instalado en el adoquín caliente, un perro con pellejo de carnaza. Torbellino de palomas jugando a la peonza. ¡Giran! Trazando la ruta de la caca. Mi torsión binocular dispone todas las vértebras cervicales y músculos correspondientes para girar la cabecita embolatada en aquel mercado de colores, olores, ruidos y sensaciones exacerbadas. ¡Ahí está!, Peluca sin bicicleta, extraño verlo sin ella. —Mucha agua…— comenta enérgico. Un instante en el desierto para tomar Tutti frutti y él un rollo liberal, rojo, rojo escarlata. Posee un impresionante magín de conversación, voz confiable, actitud vivaz, temperamento para hornear pan. —Ponga ahí—, sale con su radio a recorrer el pueblo en su caballito de acero, dice convencido, astuto.

Una bocina, un radio y una memoria con 1200 canciones; si se desvela, toca charrasca hasta arrullar las tenazas del insomnio rayando la medianoche. Este artefacto musical parrandero, la charrasca, es un instrumento tubular con muescas redondeadas como chips galvanizados y un tenedor con mango aplanado inventado por rumberos afiebrados. Contaba su vida. José Edison se llama; lo llamaron los papás de un pueblo lejano, sin tiempo, mi pueblo. Menor de siete hermanos. Engominado, sigue comiendo el liberal. Una, dos, tres pulseras metálicas; la mayor de ellas es una cadena de bicicleta adaptada a los pulsos del corazón. Olía a pan de maíz, pan agridulce —mi favorito—, café, pollo frito, leche caliente. La panadería era un microcosmos de afuera, del mundo inexplorado, creíble, pero desconocido. El catalejo de su mirada esquiva asume una postura abiertamente crítica. No creo, bajo ningún motivo verosímil, en mi suficiencia reporteril; yo hago muñequitos, escaramuzas… bosquejos descarados de costumbre. Él me leyó, escudriñó mis ganas, concedió el momento preciso. Sonó el celular de Peluca, y el ringtone, compadre:  “Muchachita del oriente, mujercita de mi amor, siempre sonriente, tú vienes a bailar”. —Desde temprano me están felicitando, vea, 8 de agosto; yo nací en feria de flores—,expresó sonriendo.

—!Feliz cumpleaños, Peluca!

—Gracias, ahora cojo para Oriente, pa’ La Ceja, a un entablado, pa’ celebrar—. Bajó la cabeza y repuso una sonrisa en la cara —si no llueve, pues, mucha agua, ombe—.

El famoso Peluca, 10 de agosto de 2025.

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