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Por Nicolás Antonio Vásquez López
Cronista

Pasé tan rápido que no lo distinguí. ¿Era él? Quizás inventé, creí, la costumbre santurrona de creer o no creer. El todopoderoso bastión de la intuición. Nada parece escapar intacto. Posee fauces infalibles, azarosas y arteras. ¡Ojo! La intuición es humana, por defecto puede equivocarse: ¿o no? Uno, dos, tres le voy a dejar un mensaje; algo me dice que es él. Sólo tengo el bosquejo movido de una figura instantánea y la punzante corazonada, nomás. Yo iba en el bus rojo del municipio, puestecitos acalorados, seriamente incómodos, destartalados… El bus hace una parada de rigor para ser censado por guardias uniformados: “¿alguien pa’ La Tolva, Salinas, El Túnel?” ¡Nadie! ¡Arrancá! No me gusta ver accidentes de tránsito. Camioneta, moto y bus: un cóctel molotov en las vías. Ese aspaviento sordo zambulló mi cuerpo. La moto averiada sobre el asfalto caliente. ¿Y el motociclista? La moto no me dice nada, indago y no doy con la calcomanía, la anomalía o el refuerzo identitario. El bus aceleró, rapidísimo asomé extendiendo la columna cervical; el muchacho desenfocado tenía todo y no tenía nada, fantasmagórico. La probabilidad aumentaba por el dolor de estómago que me dio. Me convencí santurronamente de la intuición.

“Me encontré ese carro de frente, yo intenté esquivarlo, pero el carro me da por detrás de la moto; en esas me desestabiliza y no alcancé a esquivar el bus”. Las imágenes pasan en cámara lenta, un juego de catecolaminas y perspectivas… “Y en el suelo el segundo batacazo”, —dijo, más tranquilo— los facinerosos reunidos en corro para presenciar el charco de sangre. ¡Vivo! Sin heridas fatales, con las manos sobre la cabeza en posición suplicante, creí ver un fantasma. A veces la vida nos sacude bruscamente, sacándonos de mundos espectrales, mundos redondos, geométricos, mundos laberínticos y cíclicos. La vuelta del bobo y volvemos donde empezamos. ¡Donde todo empezó o terminó! De vuelta a las volteretas, el muchacho contó la trama… y yo la fábula. Rumbo al matasanos, allí llegaron; abogadito pernicioso agitó el saco de monedas, poniéndola en la mortaja los denarios. “El proceso judicial es muy engorroso, muchacho, negociemos”. ¡Que lo diga Kafka, no sabrá de procesos letárgicos!

“Hola, ¿cómo estás?” —envíe el mensajito tembloroso. “¿Pasaste por Primavera?” —me respondió. Ahí en el bus rojo caí en la cuenta: los fantasmas no responden a la primera.

La intuición, 29 de junio de 2025.

*Fotografía: Brandon Zapata Gómez

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