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Por Nicolás Antonio Vásquez López
Cronista

El mundo parece oscurecer vilmente. Los argumentos asumen no tener en ningún nivel de disertación la personalidad del libro. Aquellos libros se pudren en las estanterías; a veces, cualquier mano responde a la compañía amiga de una caricia, un susurro, una conversación. Tanto polvo tumultuoso en el lomo, hojas amarillentas, papel quebradizo de los antiguos. A los nuevos les espera un ansioso porvenir “digital”. Las estanterías son obituarios de autores que pertenecieron a la colosal existencia, derramando un leve chorro o surtidores abundantes de historias; un mar literario. Asemeja un cementerio, un cementerio libresco. La biblioteca es centro político, creativo, estético, religioso, ciudadano, educativo y social. Nadie debe quedar por fuera de ella. Su dios, el libro; sus guardianes, las letras; su libertad, la lectura. Uno, con los pies dentro de una biblioteca, ya es considerado ciudadano de ella.

El 16 de agosto de 1976 fue la inauguración de la Biblioteca Municipal de Amagá. Frente a la puerta, camine usted querido lector hacia una chambrana metálica, umbral de entrada o salida, de una vez, entrada por salida. ¡Manosee un libro! De frente, inexplicablemente lo recibe el expresidente Mariano Ospina Pérez, un busto de Octavio Montoya, escultor amagaseño. Mariano: su figura es ponzoñosa para la biblioteca. Debajo, otro busto, enigmático, color terroso, de nariz apócrifa. Deslice la puerta corrediza o entre por la puerta pequeña de la esquina. Si se da cuenta, las plantas mustias aporreadas por la granizada separan escenarios. ¡Llegó a nuestra biblioteca pública! La mayor del pueblo. Esta biblioteca tiene el sistema de préstamo infalible de la buena fe. Y una línea histórica de los mandatarios locales, colgados, bien puestecitos en la pared, ¡qué escalofríos! La biblioteca ha perdido espacio, no sólo memorial, sino físico. Oficinas improvisadas, muebles rotantes por cuanto evento inventan. Pronto, destartalados, malolientes, chorreados de caldo de sancocho. El próximo año cumpliría la mitad de siglo; la biblioteca resiste. Allí sigue, misteriosa, llena de muertos vivientes.

La puerta 49, 16 de agosto de 2025.

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