Por José María Dávila Román joche0916@gmail.com @josemariadavila
Recientemente escribí sobre los asesinatos que se venían dando en municipios del Suroeste antioqueño, al parecer por negocios de microtráfico. No han cesado, días después sucedieron tres más en Jericó. Este ciclo se viene repitiendo sistemáticamente en Antioquia y el país. Impera la ley del más fuerte, del que se imponga y domine la “plaza de vicio”.
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En el tráiler del documental Ácrata: no solo el blanco simboliza la paz, (ver) se muestra cómo la corporación afrocolombiana Son Batá, surgida en la comuna 13 de Medelín, aportó, a través del arte y la música, a la transformación de un territorio permeado por la violencia, a uno lleno de color, esperanza y sueños, con la convicción de construir un futuro mejor. Fragmentos del tráiler en mención, dicen: “cuando el Estado no hace presencia en los territorios, con las cosas mínimas y vitales, van a llegar otros a reemplazarlo. (En la comuna) Se armaban balaceras, varios de mis amigos decían… yo quiero ser traqueto pa tener billete”, hasta que conocieron el rap: “fue mágico, no entendíamos nada pero esa música penetraba cada poro de nuestra piel. El rap llegó en el momento justo, como un escudo para no morir a temprana edad”.
La comuna 13 de Medellín pasó de ser uno los sitios más temidos de la ciudad a ser el principal atractivo turístico por la transformación social que se ha dado; además de Son Batá, hay otras organizaciones cívicas y culturales que le apuestan al fortalecimiento del tejido social, como Casa Kolacho, quienes crearon el graffitour con el propósito de contar la historia del territorio a través del arte. Los gobiernos locales también han intervenido con grandes obras de infraestructura como el Parque Bibioteca, el Metro, las escaleras eléctricas y el cable aéreo que generan sentido de pertenencia, empoderamiento y orgullo por lo propio. Ha sido clave esa articulación entre lo institucional con las bases sociales.
Son Batá se hizo mundialmente conocido porque uno de sus integrantes, Bomby, lanzó la canción Estamos melos (escuchar), el “himno” de la Selección Colombia en el Mundial de Rusia 2018, John Jaime Sánchez, “Capitán J” integrante de Son Batá, cuenta que incluso antes del boom de esta canción, específicamente en el 2012, Marc Anthony fue directamente a la comuna 13 a escuchar a Bomby y a Son Batá, para invitarlos a participar en un reality show en Las Vegas, Estados Unidos. En el reality, Son Batá quedó eliminada, pero uno de los integrantes podía continuar, ese era Bomby, Marc Anthony le dijo que era una gran oportunidad. Bomby lo pensó, pero al final rechazó la propuesta del famoso artista y decidió regresarse para Colombia con sus amigos, con su familia.
La experiencia de esta corporación llega al suroeste, específicamente a Jericó, de la mano de la Fundación ProJericó y con el apoyo de la Alcaldía Municipal para fortalecer inicialmente los procesos musicales de la banda de música local, Sergio González Orozco. Ojalá estos procesos se puedan irradiar paulatinamente a otros municipios vecinos. Los conflictos sociales no se solucionan únicamente con fuerza y cohersión. Tampoco con discursos. Se requiere acción, inversión y realizar alianzas público privadas para que este tipo de iniciativas sean una realidad y estén al alcance de la sociedad, en especial de los niños y jóvenes, para que desde temprana edad, reconozcan sus talentos y los puedan explotar. Si en pueblos como Jericó, los niños empiezan a ver que cada vez son más los “Bombys” que salen a flote, que son sus propios vecinos y amigos de toda la vida y que son reconocidos por su talento; el arte, el deporte y la cultura, serán un camino más atractivo para seguir. El espíritu de Son Batá es claro: “arrebatarle jóvenes a la guerra”. En Medellín han hecho lo propio, en el Suroeste antioqueño no serán la excepción. Talento y ganas, hay de sobra.