Una visión a la esencia del alma latinoamericana
Siempre me ha inquietado la idea del papel de América Latina en el concierto universal. Tener claridad acerca de cuál ha sido la presencia de este subcontinente en la historia reciente de la humanidad en aspectos tales como el pensamiento, la ciencia, la cultura, la política, incluso la espiritualidad, han sido con frecuencia un motivo de largas meditaciones. ¿Por qué el mundo transcurre como si América Latina no existiera? ¿Por qué en los momentos más críticos de la historia en el siglo XX la presencia de América Latina ha sido sólo un factor escasamente marginal? La sensación que uno tiene cuando piensa en estas cosas es que, igual que África, la importancia relativa de esta parte del mundo está basada básicamente en ser una fuente de materias primas al servicio de los grandes intereses de las empresas del mundo desarrollado. El estigma de Tercer mundo es un martillo que nos aplasta, que no permite levantar cabeza. Somos, en definitiva, el patio trasero de los Estados Unidos y los eternos admiradores, con una secreta envida, de los logros de la Civilización Occidental, a la que, teóricamente, pertenecemos, pero para cuya consolidación nosotros no hemos hecho aportes fundamentales.
Uno se pregunta, entonces, si Suramérica está condenada a seguir siendo, eternamente, el Lázaro a las puertas del rico Epulón; el mendigo que espera ansiosamente saciar su hambre con las migajas que caen de la mesa de aquel. ¡No! Esa sería una tesis inaceptable. En mi concepto, el momento de América Latina no ha llegado aún, pero este ha de venir y empezará a ser posible el día en el que empecemos a ser capaces de descubrir nuestro propio potencial; el día en el que comprendamos que somos una parte del mundo con capacidad para proponer modelos alternativos de convivencia basados en valores diferentes a los autodestructivos fundamentos éticos de una sociedad en la que la avidez por la acumulación de riquezas y poder es la sierra con la que se está cortando la rama del árbol en la que tiene puesto su trasero. Vistas las cosas desde esta perspectiva, el no haber sido corresponsables, al menos no de una manera determinante, en la construcción de esta estatua con pies de barro en la que se ha convertido el mundo desarrollado de hoy, se transforma en una enorme ventaja; una ventaja crucial, porque le permite mirar los toros desde la berrera, aprender de sus errores y aprovechar constructivamente sus experiencias. ¿Qué nos impide pensar en que Suramérica y África (sí, los dos)) serán un día las fundadoras de una nueva civilización? ¡Nadie lo puede impedir!
Es con un pensamiento como este con el que he empezado a hacer la lectura del libro sobre el que hoy quiero hablar: Delirio americano. Una historia cultural y política de América Latina, del escritor Carlos Granés (Penguin Random House, Grupo Editorial, primera edición 2025. Taurus), del que este es el primer libro que ha llegado a mis manos. Una obra en la que se describe a una América Latina con vocación (delirios) de construir una identidad propia, dentro del marco de referencia que es el mundo del arte, la literatura y el pensamiento de figuras clave de la cultura latinoamericana, partiendo de la época de José Martí en su lucha por la independencia de Cuba, hasta llegar a nombres como García Márquez, Doris Salcedo y Caetano Veloso de la actualidad, entre otros actores.
Es especialmente interesante en este libro aprovecharlo como una ventana que le permite el lector identificar en su contenido el propósito subyacente de los escritores y artistas de construir una cultura latinoamericana con características y valores autóctonos, partiendo de una realidad propia, en la que la diversidad de razas (europea, indígena, negra, mestiza) es una parte insoslayable y, dentro de esta perspectiva, también una fortaleza. ¿Hasta qué punto, el aporte intelectual de todos estos autores cuajó — y de qué manera — en la América Latina que tenemos hoy? Es parte de lo que quiero averiguar a través de su lectura y del análisis que haga sobre su contenido.
De todas formas, e independientemente de las conclusiones a las que me lleve el presente libro, soy un convencido del potencial de este grupo de naciones, unidas por orígenes históricos similares, idiomas muy similares (español y portugués) y con talentos humanos de sobra, para llegar un día a ser una región con presencia efectiva en los centros mundiales de poder y una visión propia acerca de su destino. Es lo que espero de esta obra que, a partir de ahora, será mi compañera en los momentos de meditación, me ayudará en mis desvelos y me aportará, con toda seguridad, fundamentales elementos epistemológicos para enriquecer la visión que tengo de mi continente, especialmente de su futuro.
Por Rubén Darío González Zapata Nacido en la vereda La Lindaja Corregimiento Alfonso López (San Gregorio) - Ciudad Bolívar
Lectura recomendada

Por Rubén Darío González Zapata
Nacido en la vereda La Lindaja
Corregimiento Alfonso López
(San Gregorio) - Ciudad Bolívar


