Delirios

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¿Son ilusorios nuestros deseos de grandeza?

Es muy significativo que un libro sobre la historia cultural y política de América Latina lleve el nombre de DELIRIO AMERICANO. El Diccionario Consultor Espasa le asigna a esta palabra el significado de “Acción de delirar. Despropósito, disparate”. Y el significado con relación al verbo delirar es casi que catastrófico: “Desvariar, decir incoherencias por alguna alteración mental. Hacer, pensar o decir cosas disparatadas o insensatas.” Al tratar de encontrar la razón por la cual el autor, Carlos Granés, le puso ese título a su libro, encontré en la contraportada una posible respuesta: “Disfruten –dice allí– con la fantasía de los creadores latinoamericanos y observen las nefastas consecuencias del ensueño de los políticos. Y cómo a veces esos ensueños han ido de la mano”.

Confieso que, en un primer momento, al echar el vistazo inicial al título y al mensaje citado de la contraportada, me sentí desanimado. Era inevitable que con ello no reviviera en mi mente el estereotipo de una América Latina en la que sus acontecimientos más destacados no pasan de ser sucesivos y pasajeros intentos de copiar el modelo social, económico y cultural de moda en Europa, casi siempre jalonados por un caudillo de pacotilla, una que otra guerra tropical, más una propensión raizal a la violencia. ¿Qué podía tener eso de interesante?

Sin embargo, pudo más mi curiosidad que el desaliento y con ansiedad me he entregado a su lectura, a través de la cual busco respuestas a un sinfín de preguntas que me atormentan. ¿Qué elementos podrá aportarme el libro, diferentes a lo que ya conozco, sobre la historia de América Latina? ¿Qué enfoque le estará dando a la interacción entre las diferentes naciones de la región y de qué manera mostrará la forma como un fenómeno cultural, político o económico de un determinado país incide los demás? ¿De qué forma el fenómeno Estados Unidos permea el subcontinente, cómo ha invadido su cultura, su política y su economía? ¿Qué peso ha tenido Europa en el acontecer especialmente cultural, pero también económico y político, en América Latina? ¿Estará Suramérica fatalmente condenada a seguir siendo el patio trasero de la Norteamérica Imperial y, en el plano espiritual, seguirá siendo una feligresía eternamente sometida a una Roma que decide lo que se puede o no creer en materia religiosa? ¿Me facilitará, en fin, esta lectura tener una comprensión más profunda y clara sobre el potencial del subcontinente para llegar a ser un día un actor fundamental y decisivo en el acontecer del escenario mundial? ¿O toda esta expectativa terminará desvaneciéndose ante la pluma pesimista del escritor, que ve en esta región sólo un puñado de delirios, fantasías y desvaríos de unos pueblos que caminan sin rumbo fijo?

Por lo pronto, y a la altura de lo que he leído hasta el momento, he transitado por dos etapas de la historia de este subcontinente: la primera de ellas, denominada por Granés Un continente en busca de sí mismo, (1898 – 1930) y que yo, siguiendo el enfoque del autor, llamaría Fantasía indígena, ya fue objeto de mis comentarios en una de las anteriores entregas (Periódico El Suroeste, entrega No. 169, septiembre 21 de 2025). La segunda etapa, en la que me encuentro metido de cabeza en estos momentos, denominada por Granés –no podía ser de otra forma– Los delirios de la identidad, (1930 – 1960), tiene como elementos centrales la llegada del fenómeno de los populismos en América Latina y la cultura al servicio de la nación. Allí tres países dominan el panorama: Argentina, México y Brasil, seguidos de lejos por Perú, Colombia y unos dos o tres países de Mesoamérica. Es la época de las revoluciones y de los caudillos emergentes. Juan Domingo Perón en Argentina con su Álter ego, Evita Perón, venerada y adorada por la clase trabajadora, los descamisados, que sostuvieron a su caudillo en el poder por tres períodos de gobierno y quien fundó el peronismo todavía vigente en aquella nación.

Un México, sacudido por revoluciones de las que apenas está saliendo, que optó por la cultura y el desarrollo del arte del muralismo (Rivera, entre otros), una cultura a través de la cual exportó al mundo el estereotipo del mexicano y su folclor, sumado ello al apoyo a la industria del cine con la que inundó a toda América Latina, por paradójico que parezca, con el apoyo de los Estados Unidos. Brasil, por su parte, bajo el mando autoritario de Getulio Vargas, le apostó a la industrialización y a la internacionalización al estilo Brasil. En esta etapa, América Latina cabalga sobre el autoritarismo bajo la influencia del Fascismo de Italia, la Alemania nazi e incluso de España franquista, más un antiyanquismo exacerbado, el que, sin embargo y ya avanzada la Segunda Guerra Mundial, bajo la presión de los EE.UU., evolucionó hacia el apoyo a los Aliados, incluso con contingentes militares (Brasil y México), pero siempre conservando en sus rescoldos la admiración por los dictadores europeos y la inquina a los yanquis (Brasil y Argentina). Fue en esta época en la que Colombia atravesó por la única guerra internacional que ha tenido desde que se convirtió en república: la guerra con el Perú, septiembre de 1932.

Avanzando por este camino complejo de constantes oscilaciones hacia un lado y otro, siento que aún queda mucho trecho por recorrer para encontrar las respuestas a la pregunta que con tanta insistencia ronda por mi cabeza: ¿son nuestros deseos de grandeza una vana ilusión? Veremos que otros escenarios tiene reservados este libro.

Foto: Diego Rivera, Frida repartiendo armas, 1922 – 1928. Tomada del libro Delirio americano de Carlos Granés.



Por Rubén Darío González Zapata 
Nacido en la vereda La Lindaja 
Corregimiento Alfonso López 
(San Gregorio) - Ciudad Bolívar 

Lectura recomendada

Delirio americano

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