- “Lo que importa es que sean políticos transparentes, hagan su trabajo para el pueblo, no para sus intereses y sus amigos”.
- “Ese tipo de preguntas en un país completamente polarizado está fuera del profesionalismo y la ética periodística”.
- “En Antioquia la izquierda no nos gusta… y punto”.
- “Ahí es donde empieza la división, sectorizando, individualismo, se vuelve fanatismo y se olvida el bien común”.
- “Antes esa pregunta decidía si te mataban o te dejaban vivir. Hoy debería servir para pensar qué tanto hemos cambiado”.
Estas respuestas, tan diversas como el Suroeste antioqueño, evidencian que la política sigue siendo un campo cargado de pasiones, memorias y desconfianzas. Algunos insisten en que lo importante es la ética y la transparencia, más allá de ideologías. Otros ven en la sola pregunta un gesto de polarización, un error del periodismo. Están quienes reafirman la tradición política regional como una certeza heredada, y quienes recuerdan que esa misma tradición alguna vez se escribió con sangre.
En días recientes, desde nuestras redes sociales planteamos la pregunta: ¿En el Suroeste nos identificamos más con la izquierda, la derecha o el centro?
Como medio, creemos que preguntar incomoda, pero también educa. La democracia local no se fortalece desde el silencio ni desde el miedo a la diferencia, sino desde la capacidad de hablar de lo que divide para encontrar lo que nos une. Si la ciudadanía calla, gana la apatía; si los medios no preguntamos, gana la indiferencia.
Superar el analfabetismo político significa reducir la brecha entre el desinterés y la participación consciente, entre quienes lo tienen todo y quienes carecen de oportunidades. Por eso, es necesario hablar de estos asuntos, preguntarnos y animarnos a preguntar más. Que esta sea apenas la primera de muchas inquietudes que nos lleven a explorar nuestro propio posicionamiento y a comprender mejor el de los demás.
¿Y qué significa si nos identificamos más con la izquierda, la derecha o el centro? El filósofo Norberto Bobbio sostuvo que la diferencia fundamental entre izquierda y derecha está en la relación con la igualdad: la izquierda la considera un valor irrenunciable, mientras la derecha acepta la desigualdad como un hecho inevitable o incluso funcional (Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política, 1994). En esa misma línea, John Rawls, en Teoría de la justicia, 1971, defendió la idea de que una sociedad justa es aquella que corrige las desigualdades de origen, principio que inspira muchas posiciones de izquierda contemporánea. En contraste, Robert Nozick, en Anarquía, Estado y utopía, 1974, planteó la visión liberal de derecha: un Estado mínimo, sin excesos de intervención, que garantice ante todo la libertad individual. Por su parte, el politólogo Giovanni Sartori, en Elementos de teoría política, 1992, explicó que las categorías de izquierda y derecha siguen siendo útiles porque condensan visiones irreconciliables sobre la igualdad y la libertad, y porque actúan como brújulas que organizan el debate público más allá de coyunturas pasajeras.
En suma, cada decisión personal y colectiva lleva implícita una ideología, aunque no la nombremos. Preguntar por izquierda, derecha o centro es, en últimas, preguntarnos por los valores que guían nuestra forma de vivir en sociedad.
Más allá de los partidos políticos, la pregunta por izquierda, derecha o centro se manifiesta en decisiones concretas que tomamos como sociedad. Cuando defendemos el derecho de las mujeres a decidir sobre el aborto o apoyamos el matrimonio igualitario, expresamos una visión que busca ampliar libertades y reducir desigualdades, cercana a la izquierda. Cuando preferimos preservar la familia tradicional como núcleo social intocable o cuestionamos estas reformas en nombre de la moral y la autoridad, nos acercamos más a la derecha. Algo similar ocurre con el cuidado del planeta: quienes rechazan la minería a gran escala para proteger ecosistemas y comunidades asumen posiciones propias de la izquierda o del centro; quienes priorizan la explotación de recursos naturales como motor del crecimiento económico se ubican en la derecha. Quienes reclaman un Estado más presente en salud y educación se acercan a visiones de izquierda que entienden estos derechos como bienes colectivos. En cambio, quienes defienden una menor carga tributaria y mayor autonomía individual se aproximan a ideas de derecha que priorizan la libertad y la iniciativa privada.
Preguntas como estas no se limitan a recolectar opiniones: nos permiten reconocernos en nuestras formas de pensar y sentir, habilitan un espacio de diálogo y comprensión mutua. Al final, de eso se trata la política: de superar el argumento del otro con mejores razones, no de eliminar al otro con todos sus argumentos. En la guerra se busca la desaparición del contrario; en la política, la confrontación de ideas. Y en esa diferencia está su grandeza: validar que la superación de la guerra pasa por el debate, por el posicionamiento ideológico y por el reconocimiento de que pensar distinto no puede ser motivo de descalificación, sino la base misma de la democracia.