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Edición 189 

Es común escuchar en las diferentes plataformas informativas de alcance nacional acerca de la Colombia profunda. Dicha referencia hace alusión a, entre otras cosas, vidas e historias que no transcurren al ritmo frenético de las ciudades ni de los mayores centros poblados; sino a historias de masacres, de despojo de tierras, de desplazamiento, de desapariciones forzadas, a historias de desnutrición, sin agua potable, sin servicios básicos, sin trabajo, o sin garantías laborales, sin educación, sin servicios médicos, sin parques ni áreas deportivas, a historias de escuelitas en ruinas, a mujeres y hombres que crecen sin esperanza de vivir una vida mejor que la que tuvieron sus padres.  

Parecería acertado identificar esa Colombia profunda exclusivamente con los departamentos más empobrecidos, o de plano con el campo colombiano. Sin embargo, faltaríamos a la verdad, estaríamos incurriendo en una visión sesgada, que no se corresponde del todo con la realidad. 

Nuestro siempre bien ponderado y enorgullecido espíritu paisa, con el que habitamos estas tierras del Suroeste antioqueño, aunque pareciera ajeno a las vicisitudes de la Colombia profunda, no lo es tanto. Esta afirmación no está lejos del alcance de la comprobación por cuenta propia para quienes habitamos la región. 

Analicemos la siguiente cuestión, para ver más y mejor. Las generalizaciones, las clasificaciones, las estadísticas, aun con loables propósitos opacan muchos detalles. Y si se trata de la vida de las personas esos detalles no son sutiles ni superfluos. La referencia apunta a que si en Antioquia tenemos un mejor nivel de vida que los guajiros, no significa que todos los antioqueños tengamos de hecho un mejor nivel de vida que los guajiros, ni que tengamos lo necesario para vivir bien, es decir, que tengamos todas las necesidades básicas satisfechas. El mismo análisis comparativo lo podemos hacer entre subregiones, entre municipios, entre las zona urbana y rural de cada municipio, entre barrios, entre sectores, entre vecinos de la misma cuadra. 

La conclusión más cercana a este análisis es que sin importar donde vivamos todos los colombianos, habitamos muy cerca de la Colombia profunda. Nuestras vidas se identifican en mayor o menor grado con esa Colombia violenta, empobrecida, desigual en oportunidades y en acceso a las condiciones básicas para alcanzar una vida digna. 

No nos llena de orgullo esta parte de nuestra historia. Identificarnos en alguna medida con la Colombia profunda lastima, aunque más daño nos ha hecho no verla, negarla. Entonces es necesario decir y no dejar de repetir lo importante que ha sido y será este reconocimiento, este darnos cuenta, que recientemente ha producido cambios fundamentales en la vida nacional. Ojalá estos cambios produzcan la posibilidad real y cercana de una vida mejor para cada colombiana, para cada colombiano. Con el reconocimiento de la Colombia profunda, amanece la esperanza de vivir en un mundo mejor, más humano, más consciente del camino que se debe recorrer para vivir en una Colombia en paz. 

Fotografía: Johana Acevedo Yepes

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