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Investigación de Daniel de Jesús Granados Rivera
Maestro investigador, formador de formadores de la I.E.N.S.A.
Magister en Educación en la línea de Formación de Maestros UdeA

En las páginas vivas de la historia educativa del Suroeste antioqueño, hay nombres que se escriben con tinta de vocación, sabiduría y servicio. Uno de ellos es el del maestro Eduardo Antonio Acevedo Vásquez, licenciado en Idiomas, con más de cuatro décadas dedicadas a la enseñanza del inglés y al liderazgo educativo. Esta reseña, construida a partir de su propio testimonio, nos permite acercarnos a la vida de un educador ignaciano que sembró conocimiento y humanidad en cientos de estudiantes, guiado por los principios de la Compañía de Jesús, el humanismo y una profunda entrega a su oficio.

Soy Eduardo Antonio Acevedo Vásquez, hijo de Inés Gabriela Vásquez, ama de casa, y Víctor Emilio Acevedo Vanegas, trabajador de la finca de la familia Montoya Correa del centro poblado Camilo C.

Estoy casado hace 40 años con Luz Mery Agudelo Betancur, mi única novia…y somos padres de tres hijos: Juan Carlos (39 años), Andrés Felipe (33 años) y Maria Camila (29 años).

Mis estudios primarios los realicé en la Escuela Luciano Pulgar con los maestros Nelly Ramirez Betancur, Flora Inés Sánchez Rivera y William Rodríguez Ortega, quienes me enseñaron mis primeras letras y números. Luego ingresé al grado quinto en la Escuela Alejandro Toro Velásquez, orientado por ilustres maestros como don Jairo Sierra Yepes, don Hector Hurtado y don Leonel. El bachillerato lo realicé en el Liceo San Fernando, en aquella época estaba ubicado donde actualmente queda el servicio de urgencias de Amagá.

Soy Licenciado en Idiomas, área mayor Inglés y menor Español, aunque quería ser periodista. Durante mis 42 años al servicio de la vida magisterial me desempeñé en este oficio en el INDEM Buenos Aires, en el barrio Buenos Aires de la ciudad de Medellín, orientando el área de Francés durante cuatro años. Y estuve 38 años en el Colegio San Ignacio de Loyola, también de Medellín, como profesor de inglés y directivo docente.

Llegar al San Ignacio fue una experiencia llena de expectativas, allí se requería de un maestro de Inglés. Mi compañero Adalberto De la Rosa Angarita, profesor de matemáticas, me recomendó. Me recibió el Padre Rogelio Valencia, S.J. oriundo del municipio de Montebello, Antioquia, que era el Director Académico del Colegio. El rector en ese entonces era el Padre Mario Mejía, S.J. quien después de un corto diálogo me contrató de inmediato. La integración con los estudiantes a través del fútbol, el laboratorio de idiomas y otras actividades en la institución me fueron posesionando como docente, además de mi edad y la poca diferencia con mis alumnos. Al poco tiempo me cancelaron el contrato, una de las razones fue mi poca experiencia; me hacía falta domino de grupo y apropiarme del modelo educativo de la institución, pero pudieron más las ganas y mi insistencia por continuar. El padre rector me retornó a mi ejercicio magisterial nuevamente.

Desde entonces me fui formando en el modelo pedagógico basado en la enseñanza personalizada, los principios institucionales contemplados en el proyecto educativo, cambiando de actitud frente a las orientaciones de mis alumnos, como un maestro con saberes específicos en idiomas, pero facilitador del aprendizaje, dejando de lado la verticalidad, sin imposición de la autoridad, trabajando por centros de interés basados en la pedagogía de Ignacio de Loyola, María Montessori, Decroly, entre otros pedagogos, compartiendo con mis alumnos en puestas en común, observando sus aciertos y sus oportunidades de mejoramiento, siendo flexible en el desarrollo de guías de trabajo. Además realicé mi práctica profesional de la universidad evidenciando procesos efectivos frente al aprendizaje, en tanto fui nombrado como coordinador del área de inglés durante buen tiempo, y paralelamente nos fuimos formando en la filosofía de los Jesuitas, que por más de 500 años había permeado la formación en las escuelas y colegios del mundo, integrando la enseñanza en el campo de la misión social, de acuerdo con la realidad de los contextos. De esta forma fuimos nutriendo el entorno de los principios rectores Ignacianos participando en actividades como el Campamento Misión en Minas de Amagá y en la vereda Travesías, también en el municipio de Santa Bárbara del Suroeste cercano, atendiendo las necesidades, intereses y problemáticas de los jóvenes.

Asimismo, desde el Proyecto Educativo de la Compañía de Jesús me fui empoderando de las siete dimensiones del ser humano: espiritual, afectiva, social, política, cognitiva, comunicativa y corporal. Además tuve la oportunidad de viajar a Inglaterra (Londres, Cambridge, Bournemouth) y a Estados Unidos con estudiantes y maestros a observar y aprender de ellos, mediante experiencias de inmersión cultural, las cuales me permitieron crecer como persona y como maestro frente a la integridad del ser humano.

Por mi desempeño profesional en el área de idiomas fui nombrado en el colegio Oficial Federico Ozanam en el barrio Buenos Aires de Medellín, donde la profesionalización de los docentes era superior. En esa época era secretario de Educación el paisano Horacio Correa Flórez, quien me colaboró, creyó en mí, y me nombró en el sector oficial en esta institución, pero allí duré pocos años, pues fue tanto el amor por la filosofía de San Ignacio de Loyola, que renuncié al servicio de la educación pública y regresé nuevamente al servicio de la educación privada, desempeñándome como docente en el área de Idiomas en las jornadas diurna y nocturna, gran reto ya que la exigencia era mayor cada día frente a mi desempeño profesional, para mis alumnos, los padres de familia y los directivos.

Mis últimos 14 años me desempeñé como directivo docente en mi Alma Mater San Ignacio, que me enseñó cada día a ser mejor persona, mejor maestro y ser humano en el cargo de Director de la prefectura de estudiantes en la Convivencia escolar, en actividades extra clase, servicio de enfermería, servicio de transporte, en el fortalecimiento de talentos y potencialidades de los estudiantes y fortaleciendo desde mi cargo y experiencia los procesos administrativos de la institución y de la vida comunitaria.

No puedo dejar de lado la experiencia de compartir con compañeros como Guillermo Betancur, Pascual Agudelo, Rogelio Sánchez, entre otros, en tiempos de formación en la Universidad de Antioquia. También recuerdo mucho a mi compañera de estudio en el Liceo San Fernando, Fabiola Tangarife que me ayudó en mi autoformación, y a los hermanos José y Juan Montoya Correa, que en paz descansen, quienes confiaron en mí y me apadrinaron con sus consejos y de forma económica en mi proceso de formación académica universitaria.

Quiero expresar también que el deporte, la formación académica humanista y los principios de la Compañía de Jesús en el liderazgo, la compasión, la solidaridad, el compromiso con el contexto en el que actuamos, el intentar ser hoy mejor que ayer, el Magis Ignaciano y «en todo amar y servir», fundamentados en San Ignacio de Loyola, han sido pilares fundamentales en mi vida. A ello se suma la influencia de mi maestro de escuela, don William Rodríguez Ortega, quien me brindó la oportunidad de leer en su enciclopedia personal y hacer una exposición durante un acto cívico el 12 de octubre, cuando cursaba el 3º de primaria, ese momento fue todo un éxito, especialmente porque yo era un niño muy tímido, lo cual fue una de las razones por las que no ingresé a la formación normalista de la época.

Finalmente, quiero recordarles a los jóvenes maestros que en sus manos están los cambios transcendentales de la humanidad, que su vocación y capacidad de servicio estén fundamentados en la pedagogía de Jesús como maestro de maestros, formando en valores cristianos, éticos, morales y en el humanismo.

Lectura recomendada: Ser maestra, mi proyecto de vida: Lucía Peláez Vélez

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