En el 2015 los centros zonales del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar en Antioquia, abrieron 350 procesos de restablecimiento de derechos por casos de abuso sexual contra niños y niñas, en el 2016 el registro aumentó y la cifra llegó a 571 casos.
Según el Instituto, la mayoría de los victimarios son personas que viven en el mismo hogar de los infantes (87%), o son personas cercanas a sus contextos (95%). Mientras que más del 85% de los menores víctimas de violencia sexual, son niñas.
Para la Organización Mundial de la Salud, el abuso sexual es considerado como la utilización de un niño o niña en una actividad sexual que no comprende, para la cual no está preparado evolutivamente. Por su parte, el Estado colombiano a través de la Ley 1098 de 2006 en su artículo 18, lo define: “como toda forma de perjuicio, castigo, humillación, o abuso físico o psicológico, descuido, omisión o trato negligente, malos tratos o explotación sexual, incluidos los actos sexuales abusivos y la violación y en general toda forma de violencia o agresión sobre el niño, la niña o el adolescente por parte de sus padres, representantes legales o cualquier otra persona”.
Precisamente, datos del ICBF evidencian que de los 10.786 procesos por violencia sexual que se abrieron en el país durante el 2016, 10.449 corresponden al delito de abuso sexual, los demás corresponden a explotación sexual, trata de personas con fines sexuales y pornografía infantil; en lo que va del 2017 se tiene información de 2.500 denuncias por presunto abuso sexual.
¿Y cuál es el panorama en el Suroeste frente a estas violencias?
En el Plan de Desarrollo ‘Antioquia Piensa en Grande’, consta que en el departamento hay una clara tendencia al predominio de población joven, y que los niños, niñas y adolescentes, representen el 48.33% de la población total,que según el Dane para 2016 llegaba a 6.534.857 habitantes; más allá de una estadística, llama la atención la importancia de velar por el bienestar, protección y desarrollo de la infancia, más aún, cuando las violencias sexuales arrojan cifras alarmantes.
Según cifras de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, “del total de delitos contra la libertad y la integridad sexual, en Antioquia el 24.94% se registraron en niños, niñas, adolescentes y jóvenes”. (Datos a corte de marzo de 2016)
Mientras que en el Suroeste, el indicador que muestra el comportamiento más desfavorable para el período 2011-2014 al igual que para el ciclo vital de primera infancia, es el relacionado con la violencia sexual, el cual tuvo un incremento de 34.1 puntos en el período.
Fuente: Secretaría Seccional de Salud y Protección Social de Antioquia
En este mismo sentido, en el ‘Diagnóstico de situación de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes’ del departamento (2016), se alude al llamado urgente que realizó el Comité de los derechos de la infancia de Naciones Unidas a Colombia: “por los altos niveles de violencia que esta población enfrenta, los cuales se manifiestan en asesinatos y desapariciones, abuso y explotación sexual, violencia doméstica y su utilización en delitos por parte de adultos, entre otros hechos”.
Queda entonces clara la inmensa responsabilidad que los adultos y cuidadores deben tener con relación a la seguridad y dignidad de los infantes ¿Entonces por qué las cifras y las formas de abusos siguen aumentando?
Para el ICBF la violencia sexual es una realidad que se vive en todo el territorio nacional y en todos los estratos socio económicos: “se trata de un fenómeno que tiene múltiples causas de tipo social, familiar e individual, entre las cuales se pueden citar los patrones culturales que durante años han desdibujado el rol de la mujer y han perpetuado el machismo y la inequidad de género, la ausencia de valores, la falta de relaciones de confianza, comunicación y vínculos afectivos entre padres e hijos y la falta de interés de papás y mamás sobre las maneras de prevenirlo. A eso se suman otros factores como el miedo a la denuncia y la permisividad social”.
En el país, dos de los casos que más han sacudido a la opinión pública son: el de Luis Alfredo Garavito quien abusó sexualmente y asesinó a 187 niños (se estima que fueron más de 200) entre los 8 y los 12 años, fue capturado en 1999 y condenado a 40 años de prisión, y podría solicitar su libertad condicional en tan solo siete; y el segundo, el del arquitecto Rafael Uribe, quien el pasado 4 de diciembre secuestró, torturó, violó y asesinó a YulianaSamboní, una niña de 7 años. Uribe recibió la pena de 51 años.
Pero cuando otra atrocidad pareciera ser imposible, se conocen otros dos casos en el territorio nacional: uno ocurrió en zona rural del Tolima donde una niña de 3 años de edad identificada como Sara Salazar, murió tras haber sido torturada y abusada sexualmente por un hombre cuyo paradero es desconocido. Al parecer, la niña había sido entregada a su madrina, los hechos son materia de investigación; el otro caso se registró en el Meta, allí una bebé de 4 meses de vida fue abusada sexualmente por Camilo Andrés Martínez Cárdenas, un soldado de 19 añosque se encontraba en el hogar de la menor y aprovechó la salida de la madre para cometer el delito. La Fiscalía General informó que la bebé sobrevivió y está hospitalizada, mientras que el agresor fue capturado y aceptó los cargos de acceso carnal violento agravado y feminicidio agravado en grado de tentativa.
Cuatro hombres, cuatro perfiles que difieren en muchas características, pero que ponen de manifiesto que un abusador puede ser cualquiera.
Diversos estudios revelan que el 95% de los abusadores son hombres y el 5% son mujeres. En entrevista con la Revista Semana, el psiquiatra José Posada explicó que factores como las clases sociales, la raza o el nivel de escolaridad no influyen, además aseguró que “en Colombia debe haber 480.000 pedófilos”.
Ante la duda de muchas familias sobre cuál es la ruta de atención frente a estos hechos, el ICBF explica que “la violencia sexual es una urgencia médica, por lo tanto, lo primero es llevar al niño o niña a un hospital, donde deberá ser atendido con inmediatez y gratuidad. Lo siguiente es instaurar la denuncia penal ante las autoridades competentes: FiscalíaGeneral de la Nación, Policía Nacional o Comisarías de Familia para que se inicie el proceso de restablecimiento de derechos. Por supuesto, la línea 141 del ICBF también está disponible las 24 horas para brindar información y atención”.
El abuso sexual infantil no es ningún cuento, y el humano disfrazado de lobo puede estar en cualquier lugar.
Invitamos a la sicóloga Yurani Muñoz Marín, experta en el trabajo con primera infancia, para que le dé algunas claves a los padres, madres, cuidadores, docentes y comunidad en general, sobre cómo prevenir o actuar frente a cualquier tipo de abuso sexual infantil, porque ¡El Suroeste Averigua!
Lo que debe saber sobre el abuso sexual infantil
¿De qué forma se da el abuso sexual?
1. Con contacto físico: «todo lo que tiene que ver con masturbación, tocamientos, besos, frotaciones de genitales, sexo oral, penetración vaginal, anal, ya sea con el pene, los dedos o cualquier otro objeto».
2. Sin contacto físico: «por medio de hostigamientos, acoso, exhibicionismo, obligar al niño o niña a mostrar sus genitales, expiarles cuando están desnudos, o en situaciones íntimas, obligarlos a mirar actividades sexuales de otras personas, obligarles a ver pornografía, masturbarse frente a ellos, o que participen en actividades sexuales con terceros».
*¿Son más los casos de niñas que de niños abusados? «Hay más registros y denuncias sobre casos de niñas, pero el abuso sexual es indiscriminado. Niños y niñas están en edades vulnerables, a ambos se les debe brindar el mismo cuidado».
¿Cómo hablarles a los infantes sobre el abuso sexual?
«Lo primero es hacer actividades de auto cuidado, por ejemplo: una mamá, un papá, o un cuidador significativo puede aprovechar las situaciones de aseo, o de vestido con sus hijos o hijas, para hablarles sobre quién los puede tocar, quién no, explicarles que hay tocamientos positivos y otros negativos; empezar a delimitarle en palabras, sin tener que hablarle de relaciones sexuales explicitas, sino irles contando que no todo el mundo se les puede acercar. Hay que tener en cuenta que los niños y niñas pueden disfrutar de su cuerpo y que esa etapa es de descubrimiento, pero hay que ser muy claros al indicarles: ¡eres tú y tu cuerpo! Nadie más puede acceder a él sin tu autorización. También tener presente que hay edades para cada cosa y que llegará una edad en que ya no sea necesario bañar al niño o niña o ayudarle a secarse en el baño. Los cuentos y los juegos son herramientas muy importantes, incluso los videos, como: ‘la regla de Kiko y la mano’ y ‘El libro de Tere’».
¿Cómo crear entornos protectores?
Familia: «padres y madres deben generar mucha confianza para que si les llega a pasar algo, sus hijos e hijas sientan la tranquilidad y cercanía para contarles. Hay que tener claro que muchas veces los casos de abuso sexual no siempre se dan por desconocidos, por lo regular siempre está implicado alguien que está relacionado con la familia: padrastros, tíos, primos, hermanos, abuelos, el vecino, el transportador, entre otros, son muy escasos los casos en que son personas ajenas, no suelen ser asaltos sexuales, incluso son abusos planeados. La clave es abrirles espacio constante para comunicarse, para que expresen si se sienten incómodos con alguien, ante la forma de mirar de alguien, ante lo que le dice un extraño o alguien cercano. Tampoco hay que obligarlos a saludar o ir solos o solas a lugares que no desean, puede que simplemente no quieran, tal como cuando un adulto no quiere saludar a otro, pero también puede ser que ese rechazo que manifiesta esté significando algo. Dejar que lo hagan de forma natural es también una forma de autocuidado porque así se les está dando el mensaje que no tienen que hacer algo que no quieran».
Docentes: «tienen una responsabilidad moral y legal, porque los espacios escolares deben generar ambientes protectores, entonces los docentes deben estar alerta y contribuir tanto a la prevención como a la adecuada atención frente a un posible caso de abuso. Además pasan ocho horas juntos, y en este tiempo pueden identificar si el niño o niña tuvo cambios en su comportamiento».
¿Y si en la familia ha habido abusos?
«Hay que mirar las historias familiares porque muchas vecesse ha encontrado que hay muchas familias atravesadas por abusos sexuales en diferentes generaciones: la tatarabuela, la abuela, la nieta, etc., y cuando esto no es tramitado, sino que se queda en el secreto familiar, el hecho se sigue repitiendo de generación en generación. Hay que hacer mucha observación del entorno en el que ellos y ellas se desenvuelven, hay que mirar con quién juegan, cómo juegan, y algo fundamental: ¡hay que saber con quién se deja al niño o niña! Cómo son los cuidadores, cómo es el centro estudiantil al que asisten, siempre hay que tener cuidado con cada lugar y un constante acompañamiento para que niños y niñas puedan hablar sobre todo lo que les pasa».
Señales de alerta y orientación psicológica
-Signos físicos y fisiológicos: «como lesiones, presencia de semen, sangre o saliva en los aparatos reproductores de los infantes, infecciones constantes en el tracto urinario, enfermedades, dolor en el ano, pene o vagina, olores extraños, entre otros».
-Signos comportamentales: «conductas agresivas, rechazo a figuras adultas, aislamiento, hipersexualización, y hay que tener en cuenta que entre más pequeños, los síntomas son más corporales, porque aún no pueden verbalizarlo; hiperactividad o pasividad, preguntas sobre sexualidad que no corresponden a su edad, alteraciones en el sueño, cambios drásticos en la actitud, pérdida de control de esfínteres, ansiedad: comerse las uñas, morderse los labios, etc., pero cada niño o niña puede reaccionar de formas muy diferentes».
–Ante el hecho ¿Toda la familia debe recibir atención? «Hay que mirar el caso a caso, pero siempre tantos las víctimas como las familias deben recibir acompañamiento, porque el abuso también marca sus vidas, y muchos padres y madres pueden llegar a sentirse culpables, a creer que no hicieron lo suficiente para protegerlos, que no estuvieron alerta, entre otros. El niño o niña debe recibir la restitución de sus derechos, orientación psicológica, y legal para las familias para que puedan denunciar el delito. La singularidad de cada caso determina las herramientas para que cada víctima tramite lo sucedido. Cuando el agresor fue alguien del mismo núcleo o cercano, el ICBF entra a hacer garantía de derechos y retira al niño o niña de la casa».
¿Cuáles son algunos de los efectos que pueden sufrir las víctimas? «Cuando estos hechos no se tramitan, las víctimas sufren problemas emocionales, miedo generalizado, problemas en las relaciones sociales, rechazo al propio cuerpo, culpa, vergüenza, aislamiento, hipersexualización, entre muchos otros, cada caso es único y los efectos también».