Por Gabriel Abad Colectivo Morro de Agua Guardián del cerro La Mama
El pasado 30 de septiembre, AngloGold Ashanti -AGA anunció la venta de su última mina en Sudáfrica y advirtió que los ingresos de dicha transacción “se utilizarán para reducir aún más la deuda”, razón por la que también está intentando vender sus activos en Malí.
Quince días antes, la minera informó que había recibido la “aprobación incondicional del Departamento de Recursos Minerales y Energía” para realizar esa transacción: “ahora podemos afinar nuestro enfoque para perseguir proyectos de alto rendimiento (…) y avanzar en los estudios en Colombia, una nueva frontera para nuestro negocio”.
El 23 de mayo, el presidente de AGA en Colombia había dicho a un medio especializado en minería: “(…) creo que tenemos una gran oportunidad de repensar el Suroeste, donde el centro sea la mina, donde el segundo centro sea el parque biodinámico y toda esta área de protección, y que después podamos llegar a una nueva centralidad del Suroeste antioqueño”.
Como se puede concluir al escuchar este testimonio, comprobar la venta de sus activos en África, constatar el estado de su deuda y observar los mapas de la Agencia Nacional de Minería sobre titulación minera, el proyecto de minería de AGA en Jericó denominado Quebradona es el primero de muchos más previstos para el Suroeste de Antioquia.
Un proyecto que, según el Estudio de Impacto Ambiental -EIA presentado por la empresa minera a la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales -ANLA, produciría inmensos hundimientos del terreno, generaría un gigantesco depósito de desechos mineros tóxicos y vertería enormes cantidades de aguas ácidas y metales pesados, impactos que permanecerían para siempre junto a nosotros.
Visualicemos hundimientos superficiales repetidos una y otra vez en el Suroeste de Antioquia; imaginemos miles de hectáreas de tierras fértiles sepultadas por desechos mineros tóxicos a lo largo y ancho de esta subregión; pensemos en vertimientos de aguas ácidas de mina y el riesgo perpetuo de contaminación de quebradas, ríos, lagos, humedales y suelos en nuestro territorio.
Sumados títulos y trámites adelantados por empresas mineras, casi todas asociadas con AGA, se puede calcular que más del 80 por ciento del territorio del Suroeste de Antioquia llegaría a estar concesionado para proyectos de minería de metálicos a gran escala.
Los saberes ancestrales y la cosmogonía Embera se conjugan con la vocación agrícola de los colonizadores para hacer del Suroeste una subregión llena de realidades y potencialidades acordes con las soluciones a la crisis climática actual: turismo ecológico, agronomía limpia, reservas naturales, producción de agua, economías campesinas, entre otras.
Proyectos de minería de metales a gran escala como Quebradona y los que se desarrollarían si abrimos las puertas al extractivismo en el Suroeste de Antioquia, no construyen país ni agregan valor a lo largo del tiempo; por el contrario, son efímeros, extraen valor, se llevan el capital, destruyen nuestro patrimonio y nos dejan descomunales pasivos ambientales a perpetuidad.
¿Se justifica abrir las puertas del Suroeste de Antioquia al extractivismo minero para que AngloGold Ashanti pague sus deudas y continúe con su nefasto negocio?