“Me atrevo a esperar que el público leerá con algún interés estos apuntes”. Emiro Kastos
Por Leandro Renato Vélez Orozco y Diego Leandro Garzón Agudelo
Mi compadre Facundo, quizá el texto más mencionado y menos leído de Juan de Dios Restrepo (Emiro Kastos) fue el relato elegido para cerrar un año de celebración del nacimiento en 1823 de este escritor amagaseño.
Desde agosto de 2023, gracias al apoyo de Cultivarte Amagá, hemos realizado los Encuentros para leer a Emiro Kastos. Fueron cuatro fechas en las que logramos reunir un promedio de cuarenta personas del municipio, interesadas en la vida y obra de este relevante escritor de las letras antioqueñas y nacionales. Contrario a lo que suele ocurrir en este tipo de actividades, en las que predominan las figuras de expertos que presentan sus interpretaciones sin suscitar un acercamiento a la obra que se estudia, quisimos propiciar un espacio para la lectura directa de los textos de Emiro Kastos, aunque con aportes y herramientas críticas con las cuales proponer nuevas lecturas sobre esa producción. Así, entre otros temas, se abordaron asuntos como los años de formación; la sociabilidad y el relacionamiento de Juan de Dios Restrepo con personalidades de su época, para lo cual tuvimos como invitado al historiador de la Universidad de Antioquia Jorge Isaac Ortiz Arboleda; la tradición literaria y la escritura de Emiro Kastos; y, finalmente, la lectura conversada de Mi compadre Facundo, un escrito publicado en El Tiempo, Medellín, en 1855.
El ejercicio resultó bastante interesante si se comprende que una buena costumbre, aunque no suficiente para reflexionar sobre un texto o un autor, es poner en consideración el tema que roba nuestra atención y hablar sobre él, para luego ver qué tanto se puede coincidir o disentir con respecto a lo leído al ponerlo en palabras propias. Dicho de otro modo, conversar con él (sus textos) y sobre él fue nuestra apuesta en los Encuentros para leer a Emiro Kastos.
Por un lado, al leer Mi compadre Facundo nos dimos cuenta de que es un texto compuesto de dos partes en las que se narra la vida de Facundo, un típico gamonal antioqueño de mediados del siglo XIX en Antioquia; cada episodio de la vida del compadre, como lo llama el narrador, es un pretexto para auscultar de manera crítica los tipos humanos y las costumbres antioqueñas que, vistas de esta manera, son las costumbres y vicios de cualquier ser humano en cualquier lugar del mundo. Esto último, lo dota quizá, de cierta universalidad que la lectura costumbrista que recae sobre su obra nos ha impedido ver. No obstante, volvamos a lo que nos revela el narrador en Facundo sobre los antioqueños, quien nos dice que ellos (nosotros) “no tienen pasiones a medias”; tanto la virtud como el vicio pueden ser llevados al extremo y esta es, quizá, nuestra tragedia. Así, este relato, que muchos han rotulado de costumbrista sin caer en cuenta de su interesante enunciación que lo aleja de esa estética, se constituye en una pieza de crítica como pocas en la historia de la literatura del siglo XIX en Antioquia y Colombia; Restrepo no hace, como muchos de sus contemporáneos, apología de lo antioqueño, sino que participa del inicio de una tradición crítica de lo antioqueño. Esto no sólo lo aleja del costumbrismo que se le ha atribuido de manera acrítica, además, lo acerca a nuestra actualidad, pues el autoconocimiento, la (auto)crítica, aún nos son útiles para entender problemas del presente.
Por el otro, la lectura de este texto nos permitió comprobar que lo muy mencionado no implica lo mejor conocido; la recepción de este relato no es distinta de la que ha tenido el conjunto de la obra del escritor nacido en Amagá. Predominan los supuestos, las adscripciones infundadas, incluso valoraciones y prejuicios injustificados. Para hacer frente a esta situación, retomamos los principales elementos críticos que conocimos en los encuentros anteriores: en Mi compadre Facundo hay crítica de las costumbres, estudio de la sociedad, en la perspectiva que supo leer Saturnino Retrepo al final del siglo XIX para referirse a los artículos de Juan de Dios Restrepo; la examinación del tipo humano, en este caso el gamonal, se hace desde una distancia que permite ser autocrítico; de la autocrítica proviene la ironía, máxima expresión de autoconocimiento; Restrepo lee el costumbrismo, conoce sus procedimientos, lo que le permite cuestionar su construcción y su orientación; el ideario liberal desde el cual escribe Juan de Dios hace de sus temas y del tratamiento de esos temas, materia para pensar y tal vez explicar problemas de nuestra contemporaneidad. Sus consideraciones sobre el lugar de la mujer en la sociedad del siglo XIX y sobre la necesidad de su instrucción son un buen ejemplo de ello. De esta manera, logramos hacer de la lectura de Mi compadre Facundo, no un acercamiento a una pieza de museo lejana e intocable, sino una práctica de participación en la construcción de sentido de una obra.
Ese puede considerarse el gran logro de este año de lectura, estudio, escritura y conversación en torno a Juan de Dios Restrepo: logramos cuestionar las “lecturas” que hasta el momento se han hecho en el municipio sobre esta figura tan importante en el siglo XIX antioqueño; identificamos el potencial de la escritura de Emiro Kastos para ser estudiado como parte de la tradición crítica del siglo XIX en Colombia, de esto dan cuenta trabajos como los de Leticia Bernal, Andrés Mantilla Medina y el de Pedro Adrián Zuluaga; propusimos un horizonte de conceptos y problemas a partir de los cuales puede ser leída la obra de Restrepo; propiciamos la lectura “de primera mano” de varios textos del autor; y creamos o fortalecimos la inquietud por un escritor y una obra que debe salir de esa forma extraña que tiene el estamento de hacer desaparecer valores y productos culturales, al vaciarlos de sentido, puesto que mantener viva la pertinencia de su obra no se logra con nombrar calles y rutas literarias con sus nombres o los de sus obras. Este acto lejos de sacar del olvido sus legados, lo acrecienta, debido a la poca difusión de sus escritos y, por ende, al nulo cultivo de su lectura. Dicho de otra manera, lo único que parece conseguirse con esta fórmula de nombrar por nombrar es perpetuar el desconocimiento que de ellos tenemos.
Por eso, en nuestros encuentros apostamos por recuperar la lectura genuina de los textos de Emiro Kastos como un acto de resistencia contra la inercia de un olvido institucionalizado. Para nosotros no se trata sólo de preservar sus nombres en monumentos, casas o calles ubicadas dentro del espacio público. Se ha tratado siempre de devolverle a la obra de escritores como Juan de Dios Restrepo su capacidad de interpelarnos, y esto último sólo se consigue cuando son leídos y cuestionados, pero, sobre todo, cuando se conversa con ellos. No en vano, en esos espacios de lectura compartida, pudimos presenciar que leerlos es revivir las ideas y pasiones que nutrieron su escritura, descubrir las preocupaciones que los atravesaron y reconocer que, en el diálogo con estas voces, también se develaron algunas de nuestras propias inquietudes.
Finalmente, durante estos ejercicios de lectura en voz alta y conjunta, no buscamos venerar su obra desde la distancia reverencial, sino acercarnos a ella, como dijimos al comienzo, desde la crítica y la reflexión, sabiendo que en su tiempo fue disruptiva, incómoda y desafiante. Al conversar con este autor, aprendimos a reconocer en él no sólo el peso de una tradición que ha terminado por silenciarlo bajo una etiqueta que poco o nada lo define, sino también la posibilidad de imaginar futuros distintos ya planteados en sus textos, como cuando pedía educación para las mujeres. Así, cada uno de los Encuentros para leer a Emiro Kastos se transformó en un puente entre el pasado y el presente, entre sus luchas y las nuestras, dando vida a nuevas interpretaciones que, de otra forma, quedarían relegadas al silencio del archivo o del olvido, que a veces son lo mismo.
Pd. No es menos importante decir en esta memoria que durante los cuatro encuentros se regalaron textos del autor, en total nueve ejemplares de Mentiras y quimeras (2010), volumen que hace parte de la Colección Bicentenario de Antioquia, que reúne una cuidadosa selección de textos de Emiro Kastos hecha y prologada por la investigadora Leticia Bernal Villegas.