¿Dónde estás, oh nido de mis ensueños?
¿Qué hay detrás de un nombre? ¿Qué misteriosas motivaciones llevaron a nuestros antepasados a poner el nombre que lleva hoy el lugar donde nacimos y crecimos? ¿Aquel en el que, aunque probablemente no es ya nuestro lugar de residencia, siguen grabados nuestros recuerdos? Son preguntas sobre las que talvez no obtengamos ya las respuestas u obtengamos sólo parte de ellas, pero que hacen referencia al bagaje inseparable del pasado de cada quien, que contribuyó a moldear el carácter y hasta la forma de afrontar el destino. En otras palabras, son parte de la herencia y legado de quienes nos precedieron, así estos nombres hayan sido resultado de una costumbre muchas veces producto del azar, sin ningún propósito especial.
Los nombres geográficos (topónimos) poseen valores agregados importantes, vistos desde el punto de vista cultural, económico (turismo) y de afianzamiento de identidad. Un ejemplo de ello es la piedra del Peñol en la región del Oriente antioqueño, que ha sido un polo de desarrollo del turismo, incluso desde mucho antes de que se construyera en esta parte del departamento el embalse de Guatapé. Y a propósito del mencionado embalse, es evidente que esta obra de ingeniería acabó de ser el empujón perfecto para el desarrollo de los municipios bajo su área de influencia, aportándole a estos los elementos suficientes para convertirse en la zona turísticamente desarrollada, que es en el día de hoy. ¿Y cómo se llama el embalse? Todo el mundo lo sabe: El Peñol – Guatapé. Imagino lo orgullosos que se deben sentir los habitantes de ese territorio. ¡Tienen razón para estarlo!
Ahora bien: así como sucedió con el Oriente antioqueño, ¿no podría pasar otro tanto con la parte del territorio del Suroeste que fue premiada por la naturaleza con ese complejo montañoso de los Farallones del Citará, cuyo punto más emblemático es el Cerro de San Nicolás? Y no sólo por la belleza de sus cordilleras y picachos, también por ser este un santuario de flora, fauna y cuencas hídricas de las que se nutren los cinco municipios que la rodean. Algo así como la gran ubre de la que maman su leche: Andes, Betania, Ciudad Bolívar, Hispania y Jardín. El mismo río San Juan, cuyo nombre es el que lleva la cuenca en estos momentos, es un don de esa madre natural que nos fue asignada por el destino y que, de hecho, puede estar llamada a ser un emporio de progreso y riqueza manejado con un criterio profundamente responsable y respetuoso para con su equilibrio ecológico.
Con este propósito, un primer paso sería el de rebautizar el nombre de este territorio con el de Provincia del Citará, algo que ya daba por entendido en el 2009 Horacio Puerta Cálad en el artículo “La provincia del Citará, mirada virtual”, de su obra Páginas del ayer, Nota 2 al hablar de la viabilidad jurídica, económica y social de una posible iniciativa para la transformación de algunos o todos los municipios del Suroeste en una provincia, dentro del marco de lo previsto en los artículos 286 y 321 de la Constitución Política de Colombia. En el artículo citado no queda claro si la propuesta en cuestión iba dirigida a la totalidad de los 23 municipios del Suroeste antioqueño o solamente a los cinco mencionados anteriormente, que comparten el territorio propiamente dicho del sistema geográfico Farallones del Citará. Sea como sea, la idea de que la provincia que se llegase a crear en esta zona del Suroeste sea llamada Farallones del Citará es un propósito que nos debe unir a todos los nacidos en estas tierras y sus actuales habitantes, y para ello debemos seguir trabajando con ahínco, sin desfallecer. Al fin y al cabo –como lo dice Puerta Cálad– en últimas, el éxito de una iniciativa de esta naturaleza depende de la voluntad de las comunidades de estos cinco municipios.
Con esto estaríamos haciendo un acto de justicia para con este templo de la naturaleza que el destino confió a nuestro cuidado y que, inexplicablemente, en lo que se ve con respecto a Ciudad Bolívar, por ejemplo, ha sido mantenido en un muy segundo plano en el orden de las prioridades, como se puede observar, entre otras cosas, en los planes de desarrollo de las sucesivas administraciones de nuestro municipio, al menos en los que he tenido oportunidad de conocer. Mientras tanto y en lo que a mí concierne, los municipios de Andes, Betania, C. Bolívar, Hispania y Jardín constituyen todos ellos el nido del cóndor que un día debió habitar en estas montañas; el hogar de mis antepasados y el depositario de mis sueños, llamado Provincia de los Farallones del Citará.
Notas
- Foto de portada tomada de Facebook, Liliana M. Gil.
- Puerta Cálad, Horacio, primera edición: diciembre de 2009, L. Vieco e Hijas Ltda. Medelín, Colombia
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