INFORME ESPECIAL
Un proyecto que se construye en nuestra subregión sirve de ejemplo con la construcción de viviendas de interés social bajo criterios de sostenibilidad y respeto ambiental. El Paraíso transforma la historia de 150 familias y es un ejemplo para el resto del país.
Por Laura Victoria Botero Periodista
Es sábado por la tarde y Tomás va a Caramanta para un partido de fútbol. Tiene 12 años y sabe que el deporte le da vida. En la noche llega a la casa, se da una ducha de agua tibia, se acuesta y duerme respirando el aire puro que entra por la ventana de su cuarto, gracias al árbol cartagüeño (Guarea guidonia) que hay a pocos metros. El árbol también le da vida, atrás quedaron las largas noches con crisis de asma para Tomás.
A don Édgar le gusta saber que los sábados son días para disfrutar en su casa, junto a Ofelia. Antes los sábados se compartían tímidamente con los patrones y los invitados que llegaban a pasar el fin de semana a la finca donde trabaja sumando décadas dedicado a cultivar café, supervisar la brigada de labriegos que se contrata cada año para la cosecha y apoyar todo lo que se necesita para que una finca esté impecable, como le gusta a sus dueños. Ahora, con 62 años, Édgar es el rey de sus dominios y desde la ventana de su casa se ve el verde extenso de nuestro Suroeste antioqueño.
Entre Tomás y Édgar hay 50 años de distancia, pero a ambos los arropa el mismo azul intenso que ilumina los días en Valparaíso. Son vecinos de El Paraíso, un conjunto de apartamentos de interés social que se construye a pocas calles del parque principal. Ambos sienten que están viviendo cómodos y tranquilos, en un espacio hecho a la medida de sus familias. Otra cosa que tienen en común, es que a ambos se les pone el rostro serio cuando hablan del ambiente. Cada uno desde su mirada particular, pero con la misma preocupación, advierten que hay que hacer algo para cuidarlo.
“Yo no sé qué es el cambio climático y tampoco entiendo cómo es posible que llevemos tres años consecutivos con este invierno tan fuerte. Lo que veo es que los tiempos están muy cambiados. Anteriormente teníamos temporada de verano, temporada de invierno, luego verano y otra vez invierno. Las lluvias eran reguladas y no como esta llovedera, yo me imagino que el cambio climático son todos esos cambios”, dice don Édgar de Jesús Álzate Arcila mientras sus manos, curtidas por el sol y la tierra, abrazan a Ofelia durante el tiempo que dura esta inesperada entrevista en la sala de su apartamento.
Tomás lleva poco más de una década en este planeta y sabe que defenderlo será una misión que asume su generación. “Si no lo protegemos no va a quedar nada, no hay oxígeno, no tendremos agua, hay que cuidarlo. Yo lo siento así todas las noches que oigo el viento mover las hojas del árbol que hay junto a mi ventana. Y luego en las mañanas escucho los pajaritos que llegan y me recuerdan que hay que cuidar este aire, estos árboles, el agua, el medioambiente”, dice. Para su mamá, en todo caso, lo más importante es que su niño menor está mucho mejor del asma, duerme tranquilo, en su propio cuarto, en la casa propia de la familia Torres Trejos.
Construir con respeto
La fragilidad del planeta -que preocupa a Tomás y a Édgar- y los efectos que tenía la construcción acelerada de mediados de los noventa en Colombia, hizo que el arquitecto constructor Carlos Mauricio Bedoya se dedicara a investigar el tema de la construcción sostenible, entendida como los procesos de edificación que procuran una reducción del impacto ambiental así como el uso y habitabilidad de dichas obras.
De acuerdo con este investigador, la construcción sostenible debe analizar las variables de contexto, clima, humedad relativa, disponibilidad de materiales, de energía y de agua, entre otras, no solo al momento de diseñar y construir, sino, sobre todo, durante toda la vida útil de una obra, es decir, cuando es habitada. “Con la construcción sostenible se busca, por ejemplo, que la consecución de los materiales genere el menor impacto posible, mejorar el aprovechamiento de la energía o usar energías renovables, implementar la utilización de agua lluvia, reducir los escombros o reutilizarlos dentro de los mismos proyectos”, explica Bedoya.
Para este profesor de la Universidad Nacional, la arquitectura sostenible es ´vestirse de lugar´. “En Colombia, por ejemplo, tenemos climas muy benévolos, podemos climatizar ambientes cálidos, templados, frescos o fríos sin usar la asistencia mecanizada, sino con diseños que favorezcan la ventilación. Entonces es usar las condiciones del lugar, tanto urbano como rural, para hacer una climatización sostenible, es decir, más reflexiva”.
Es por obra y gracia de un diseño basado en esos criterios, que las noches son frescas para Tomás, Édgar y sus familias, a pesar de estar en un municipio con una temperatura promedio de 24 grados centígrados. El Paraíso es un proyecto de vivienda de interés social que integra los criterios que menciona el profesor Bedoya y que, a la vez, materializa el sueño de casa propia para 150 familias en el municipio, 80 por ciento de las cuales vivían en áreas rurales, principalmente dedicados al trabajo en fincas, como don Édgar o sus vecinos, los hermanos María y Amado Rodas, quienes dejaron de pagar arriendo en el pueblo y ahora tienen escrituras a su nombre.
Cuando se habla de viviendas de interés social, por lo general se piensa en altos edificios que se elevan en las laderas de Medellín y que albergan en 45 metros cuadrados -o menos- a familias que en la mayoría de los casos han llegado a la ciudad desplazados por la pobreza o la violencia, de otras subregiones del departamento, o incluso, de la nuestra. En este caso, los apartamentos en los que hoy viven estas familias, no solo fueron diseñados y construidos de manera sostenible, con menos impacto en el ambiente, sino que se están convirtiendo en una opción que está al alcance de miles de familias rurales en el país.
Interés social con dignidad y equidad
Se sabe que el área para desarrollo de nuevas viviendas en las ciudades es cada vez más limitado, especialmente, para construir soluciones vivienda de interés social o prioritario, entonces es aquí cuando hay que mirar de nuevo a los municipios, como una forma de volver al origen. Especialmente ahora, que la pandemia ha devuelto el interés de muchos en regresar a sus municipios de nacimiento.
Y es ahora, más que nunca, que se reivindican conceptos como el de vivienda digna, equidad social y construcción sostenible. De acuerdo con el Consejo Colombiano de Construcción Sostenible (CCCS), dignidad, equidad y sostenibilidad deben estar asegurados si se quiere hablar de desarrollo urbano y social en Colombia, especialmente en los municipios y, sobre todo, cuando se habla de viviendas de interés social.
“De acuerdo con las unidades habitacionales VIS y No VIS reportadas en el Censo de Edificaciones (DANE, 2021), en Colombia por cada cien viviendas construidas en los años 2019 y 2020, cuarenta y cuatro fueron de interés social o prioritario. Esta importante participación evidencia la necesidad de incluir medidas de construcción sostenible en este segmento si se quiere aumentar la incidencia en los impactos positivos que se generan a nivel ambiental, económico y social. En la vivienda, y como complemento esencial para lograr la apropiación del lugar por parte de los habitantes y para lograr entregar soluciones que vayan en línea con las necesidades reales de las comunidades, se utilizan mecanismos de participación ciudadana”, afirma el documento Estado de la Construcción Sostenible en Colombia 2021, elaborado por el CCCS.
Angélica Ospina, directora técnica del Consejo, explica que la visión que tiene esta entidad es generar entornos sostenibles, vistos de manera integral. “Tenemos un enfoque amplio al analizar el impacto ambiental que generan los procesos constructivos. De ahí entendemos que un proyecto sostenible no se limita solo a construir edificios con ciertos criterios, sino a asegurar entornos en los que hay una eficiencia en el uso de agua, de energía, de utilizar materiales sostenibles y entender cómo integramos las soluciones de la naturaleza a los proyectos”.
Esta experta agrega otro aspecto que se quiere fortalecer mediante un componente llamado “Salud e Identidad”. Buscamos que haya proyectos sostenibles para todo el mundo, que el modelo se masifique. Además, que con ello se puedan crear entornos saludables, que tengan aire limpio para respirar, espacios de confort para los residentes”.
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Estos aspectos técnicos se perciben en ventajas simples pero potentes para residentes de El Paraíso, como María y Amado Rodas. “Mire yo paso el día entero en la casa sin tener que prender focos o tener un ventilador. A nosotros nos daba temor venirnos para el pueblo porque pensamos que los servicios podrían llegar muy elevados, pero no, lo que llega es poquito porque la luz y el fresco que entra por las ventanas del apartamento todo el día son lo que necesitamos, a veces en la noche con un solo bombillo iluminamos la casa”, dice María.
Por su parte, Eva Trejos, la mamá de Tomás, cuida las jardineras de su conjunto como si estuvieran sembradas en su propio apartamento. “Tenemos Romero, Ruda, Lavanda, aquí siempre huele a jardín, es una belleza como crecen”, dice con orgullo, y sabemos que el suelo de nuestra región es pródigo en nutrientes. Eva y su esposo Luvián hacen parte del equipo de trabajo de la Constructora SYMA, a cargo del proyecto en Valparaíso. Además de Tomás, tienen a Juanita de 16 años.
Es posible hacerlo bien
Luvián Torres ha trabajado en varias empresas de construcción, pero dice que SYMA es diferente a todas las que conoce y enumera las razones. “Esta es la primera empresa donde yo trabajo que hace todo, de principio a fin, pensando en el medioambiente. Aquí se le ofrece al cliente la facilidad para que nosotros hagamos los terminados y la obra blanca, y la verdad es que el resultado es muy bonito y de calidad. La empresa es muy organizada en lo que tiene que ver con reutilización de recursos y manejo de residuos. El material que no se puede reutilizar, se acondiciona en partes donde lo aprovechan y lo manejan en su debida forma. En otras empresas donde yo trabajaba, tiraban todos los residuos químicos junto a los escombros, no había control”.
Mauricio Sánchez Mendoza, gerente y cofundador de la constructora, explica que su empresa está comprometida con la construcción sostenible como una acción definitiva para contener los efectos del cambio climático. “Desde el momento en que concebimos un proyecto pensamos en cómo se reduce el consumo de energía y de agua, no solo en la construcción, sino de cara a la familia que va a habitar ese espacio. Se ayuda al planeta, se gasta menos luz en la casa y con ello se favorece la economía del hogar. Además tenemos un modelo de economía circular con la agroecología, aprovechando los residuos orgánicos producidos en los hogares, se composta y se convierten en abono orgánico para producir frutas, verduras y especies arbóreas en la huerta y el vivero”.
Bajo el principio de eficiencia energética, dice este constructor, nuestro equipo diseña integralmente cada proyecto y nos ocupamos de que tengan una iluminación natural durante todo del día. “Hacemos el análisis de la transición del sol sobre el lote y se ubican los edificios para que reciban iluminación natural la mayor parte del día. Se diseñan viviendas con una distancia del techo a piso de 2,35 centímetros, que genera la sensación de más aire y mejor iluminación. El diseño de las ventanas también es determinante, porque se ubica un gran ventanal para el área de salón comedor, la habitación principal tiene dos ventanas y las dos adicionales tiene cada una su ventana amplia. Adicionalmente, el área de cocina y de ropas se construye con un sistema tradicional de calados que permite luz natural y ventilación en estas zonas”.
Una diferencia muy importante entre los apartamentos de El Paraíso con respecto a otros proyectos VIS en las grandes ciudades, está en el área de cada unidad de vivienda y las áreas comunes para los residentes. “Cada apartamento es de 55 metros cuadrados y disponen de un área social muy digna y acogedora. Además, las vías de acceso y las escaleras de cada edificio tienen aireación, amplitud e iluminación. Los apartamentos no están pegados unos con los otros, lo que brinda independencia y privacidad a las familias”.
Para este constructor este tipo de proyectos están demostrando que las viviendas sociales pueden y deben ser sostenibles. “Esto lleva consigo que se haga con viabilidad y un equilibrio en la ecuación, tanto financiera, como ambiental y social. No se trata de generar un precedente a partir de circunstancias inviables, por el contrario la responsabilidad de nuestra empresa es demostrar que lo que se hace tiene un equilibrio donde todo es posible”.
Este conjunto de edificios en Valparaíso se está convirtiendo en un referente para la gente del pueblo, que tiene un espacio de encuentro y servicios que antes no disfrutaba. “Cuando la Gobernación de Antioquia visitó el proyecto en 2020 les mostramos lo que estábamos haciendo y lo que nos faltaba por hacer. Entonces se estableció que, a través de un convenio entre la empresa VIVA del Departamento y el municipio, se propiciara la creación de espacios urbanos efectivos para la comunidad de Valparaíso, por un valor de 225 millones de pesos. Con ese aporte pudimos desarrollar de una manera más amplia ese concepto urbanístico, no solo era conservar el árbol, sino hacer un teatro al aire libre, un parque infantil, plazoletas de servicios y el sendero ecológico. El conjunto es un espacio abierto que aprovechan todas las personas de Valparaíso, no solo la comunidad que habita la urbanización”, agrega este empresario.
La Directora Técnica del CCCS asegura que uno de los logros más importantes que se obtienen con un proyecto de vivienda de interés social construido de manera sostenible, es ver cómo cambia la percepción de vida para estos nuevos propietarios. “Para ellos es trascendental tener algo propio a partir de su trabajo, pero además se promueve la educación financiera y se desarrollan proyectos productivos para la comunidad”.
Y en efecto, Ofelia la esposa de don Édgar, dice que después de tantos y tantos años de recoger café, es reconfortante saberse dueña de una pequeña tienda que resuelve las necesidades de los vecinos y que administra desde la ventana de su casa. “Después de que conseguimos este apartamento yo seguía recogiendo café, hasta que un día le dije a mi esposo que teníamos que juntar un poquito de plata para conseguir gaseositas y mecato y venderlos aquí. Así fuimos metiendo más cositas en la tienda, vamos poquito a poco, pero yo me siento cómoda y tranquila, es mi negocio, dice Ofelia”.
Durante 119 años una ceiba bonga (Ceiba pentandra) hermosa e imponente regaló sombra y recuerdos a los residentes de este municipio del Suroeste antioqueño. En 2004 el árbol sucumbió y, podría decirse, que el pueblo perdió a uno de sus protagonistas más relevantes. Hoy, el residente más importante de El paraíso tiene 106 años y está sembrado al lado del parque infantil y a pocos metros del teatro al aire libre en el que durante la próxima navidad se reunirán todos a rezar la novena de aguinaldos, compartir natilla y celebrar el aire limpio de sus verdes paisajes.
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Para tener en cuenta
Un caso de éxito social, sostenible, contundente
De acuerdo con el documento del Consejo Colombiano de Construcción Sostenible, el proyecto El Paraíso de Valparaíso “es un caso de éxito de equidad social, ya que a través de las acciones implementadas a lo largo de su ciclo de vida, logró demostrar que la construcción sostenible es posible financiera y técnicamente en poblaciones de menores ingresos y en diversos territorios. Esto fue posible gracias a la eliminación de dos barreras que usualmente impiden que las personas de bajos ingresos tengan acceso a una vivienda digna; por un lado la exclusión económica, al no poder pagar por aquellas viviendas que incluyen medidas de eficiencia energética y de consumo de agua, como requisito normativo, y por otro, la exclusión territorial, por la preferencia en la construcción de viviendas en municipios con poblaciones superiores a 30.000 habitantes, se genera una presión sobre la construcción informal en los municipios o localidades más pequeñas en donde no hay suficiente oferta de soluciones de vivienda social”.
El análisis de los materiales ancestrales
El investigador Carlos Mauricio Bedoya, PhD en proyectos, ha analizado extensamente el tema de materiales para la construcción sostenible. Dos técnicas ancestrales que predominan en la ruralidad de nuestro país han sido objeto de estudio durante años. La tapia y el bahareque. “Lo más importante es que no podemos abusar de los materiales. Si uno descubre que la guadua, la madera y la tierra sirven como materiales de construcción, hay que hacerlo reflexivamente, porque no tiene sentido tumbar una montaña para construir un edificio”.
Consultado sobre las técnicas usadas por ambientalistas de construcción con botellas PET, Bedoya explica que cualquier construcción que se realice debe contar con las normas de sismo resistencia, de cálculo estructural y de cimentaciones. “Cuando András Froese, el alemán que inventó la técnica de las botellas PET estuvo en Colombia, nos reunimos con él y nos confirmó que la técnica funciona correctamente porque fue desarrollada en lugares sin sismos y que no existen protocolos de sismo resistencia para construcciones de este tipo”, concluyó este experto.
El Paraíso recibió la certificación CASA COLOMBIA del CCCS por su diseño y construcción en nivel excepcional 5 estrellas. Es el primer y único proyecto de vivienda en Colombia en obtener esta calificación. Este sello es auditado por Bureau Veritas.