“A mi agresor yo le digo en mis oraciones que le perdono, y también oro por él”.
A los 21 años de edad Fredy Gil Ossa fue víctima de la intolerancia transformada en violencia; el 6 de abril de 1993 mientras trabajaba como peluquero en Bello Antioquia, Fredy y un compañero de trabajo fueron atacados con arma de fuego por un sicario: “entró a la peluquería y nos empezó a disparar, al compañero mío le dio en el cuello, pero a él no le pasó nada, yo recibí el disparo en un hombro y quedé cuadripléjico”.
Mientras Fredy empezaba a recuperar la movilidad en sus extremidades con ayuda de la terapia, otro suceso doloroso llegaría a su vida: “yo estaba dando pasitos y con la muerte de mi mamá retrocedí en la rehabilitación, ya no tenía quien me ayudara con el caminador ni quien estuviera pendiente de mí”.
Con tristeza en su mirada y tomando aire con cada palabra cuenta que se quedó solo, que en ese momento su casa en Caramanta no tenía piso y la infraestructura limitaba mucho más su recuperación; “cuando yo quedé así estaba en una pobreza muy grande, yo me sentaba en la puerta de mi casa y la gente me daba plata, y yo dije que esta vida no podía continuar así”.
Retomó entonces su profesión de estilista. Fredy se levanta todos los días a trabajar, vive solo en la misma vivienda que años atrás le heredó a su mamá, una casa que dice él ha logrado mejorar con mucho esfuerzo y que es también su lugar de trabajo.
Con una facilidad que uno no creería pasa de estar en su silla de ruedas a su silla de peluquero que es mucho más alta, sin ayuda hace ese ejercicio varias veces al día, asimismo se sube a su cama y recorre todos los espacios de su casa para realizar actividades cotidianas; sale de paseo por el pueblo, va a fiestas y cuando quiere actualizarse en tendencias de estética viaja a Medellín para hacer cursos y talleres.
Le gusta vivir en Caramanta, dice que se siente tranquilo y que la gente es muy querida, además recuerda que le tiene miedo a la ciudad.
Fredy tuvo mucha fuerza de voluntad para retomar su vida. Perdonó a su agresor y aceptó que pocas personas lo pudieron ayudar en su proceso de recuperación. Dice que quienes tienen movilidad reducida no cuentan con las ayudas necesarias para rehabilitarse y sanar física y sicológicamente, que todo empeora cuando la condición económica de las familias es inestable.
El testimonio de vida de Fredy Gil quien tiene ahora 44 años de edad es uno de los tantos casos que ha dejado la violencia en Colombia, sin embargo, nos muestra también la tenacidad para enfrentar las dificultades con una fe que nace con el perdón y la voluntad.
*Periódico EL Suroeste