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“Yo soy Gustavo Adolfo Bernal Jaramillo, paisa, nacido en Medellín, padre de familia, y con un mundo de los últimos 30 años que se van terminando esta semana, que ya me retiro”. Así inicia la conversación con el hombre que dedicó tres décadas al Grupo Argos y los últimos diez años a la Concesión La Pintada, que construyó el proyecto vial Conexión Pacífico 2 en el Suroeste antioqueño.

“Mira, es una magia maravillosa”, dice al recordar esta etapa: “los trabajos anteriores giraban alrededor de un mundo ejecutivo, de muchos indicadores… pero cuando llegas a una concesión que parte de cero, donde está un lienzo en el Suroeste antioqueño para pintar con una obra de infraestructura, te encuentras un mundo enorme de seres humanos, con inquietudes, con sueños, con miedos, con oportunidades, de todo”.

Gustavo Bernal rememora la magnitud del reto: “nos encontramos un equipo humano que llegó a ser de 3.000 personas en la etapa de construcción, con sueños, con ganas, con miedos, y que nos tocaba llegar a formar y a que entendieran el cuento”. Y más allá del equipo, hay comunidades alrededor del proyecto: “estamos hablando de más de 180 o 200 mil personas alrededor de la concesión, que ven llegar una organización, que ven llegar unas máquinas, y que empieza a transformarles su mundo… lo que te encuentras es una cantidad de seres humanos, no es pavimento o montañas, son seres humanos. Eso fue lo que yo encontré en el Suroeste: magia. Si esa carretera no existiera, si esas obras de infraestructura no se hubieran hecho, el Suroeste se habría mantenido en un ostracismo muy grande, y no era justo con esas comunidades. La infraestructura iluminó todo, mostró las oportunidades». Y plantea que el reto está en prepararse para aprovecharlas: “si no las aprovechas, otros llegarán y las aprovecharán. Pero las oportunidades están ahí”.

Más allá de la obra. “El principal logro de la concesión va en función de lo que estamos hablando”, afirma. “Las compañías de concesiones tienen una vida finita, pero si nos vamos a dedicar exclusivamente a hacer una carretera, unos puentes o unos túneles, seríamos inferiores al momento de la sociedad y del planeta». Lo resume así: “nuestro legado más importante es cómo llegar al ser humano. Las 3.000 personas que hicieron parte de la concesión salieron con conocimiento, con entrenamiento, con una cultura. Eso es lo que vale”. Bernal enfatiza que la carretera no pertenece a la concesión, sino a las comunidades: esa carretera y toda la infraestructura que se haga es de ellos, de la comunidad. Entonces, quiérenla, aprovéchenla, entiéndela para saber cómo beneficiarse como comunidad, no sólo como personas”.

Recuerda los años más intensos del proceso: “licencias, socialización, temas técnicos, inviernos, montañas que se movían… pero el equipo se mantuvo unido, guiado por una sola palabra: respeto. Respeto por la naturaleza, por la comunidad, por el contrato, por la autoridad”.

Un mantra: ser antes que tener. Cuando le preguntamos por su principio de vida, respondió con claridad: “hoy tenemos una sociedad con un cáncer enorme: medir el éxito por lo que se tiene. Ser exitoso no es tener dinero ni propiedades, eso es un legado mafioso. El narcotráfico nos dejó eso. Hoy los muchachos quieren ser youtubers, las niñas webcam; quieren lo fácil, pero no estudiar, no prepararse. Mi mantra es el ser. Tú no eres afuera, tú eres adentro. Si no volvemos al humanismo, vamos a perder el ser, las comunidades y el propósito de este planeta: ser personas. Siempre digo: el mundo es de los juiciosos”, comenta, al referirse a su afinidad con la lectura, la música clásica y el arte: «cuando uno abraza el arte y se enamora de la música clásica, está viendo a Dios. Una buena pintura o una obra de Mozart son magia. Lo mismo ocurre con la buena literatura; cuando lees El último encuentro de Sándor Márai, sientes los olores, los sonidos, las emociones… eso es volver al ser humano”.

La lectura y el arte son caminos hacia el liderazgo con sentido: “ser juicioso es entender el rol de líder, y eso pasa por tener líneas de valores serias, juiciosas y rigurosas. El estoicismo te enseña eso: a actuar con coherencia. No tiene sentido lograr una meta pasando por encima de los demás».

Sobre su equipo habla con profunda emoción: “el trabajo que ha hecho este equipo humano es inmenso. Yo soy un simple colaborador, un aprendiz. Cada persona de La Pintada, Puente Iglesias, Santa Bárbara, Jericó, Támesis… todos han sido mis maestros. Sólo doy gracias a Dios por haber tenido la oportunidad de estar aquí diez años. Espero que me consideren un buen alumno”.

Después de una década de trabajo continuo, resume su visión de liderazgo con una idea que conecta compromiso, presencia y territorio. “Uno se tiene que preparar para el liderazgo. Entender que tiene un rol y que debe ser visible. Estos diez años los viví en el Suroeste, caminando municipio por municipio. Esto no se maneja desde Medellín ni desde Bogotá. Por eso construimos Plaza del Cauca, pensando en la comunidad. Todo lo que hicimos fue pensando en la gente, no en la concesión”.

Habla con orgullo del equipo que ha acompañado este proceso, formado en su mayoría por habitantes del Suroeste, quienes se han convertido en la esencia misma del proyecto.

“En la concesión somos un equipo directivo y un equipo de operación, 270 personas en su mayoría de la región. Desde el principio quisimos tener una identidad”, explica. Y usa una metáfora deportiva: “Puedo ser un buen jugador, pero si mi meta es hacer el gol a costa de golpear o tumbar, eso no tiene valor. El gol sin jugar bonito, sin respetar al adversario, no tiene sentido. Hemos formado a jóvenes que antes recogían café, piedra o trabajaban en ganadería. Hoy son maestros, líderes, y cuidan de sí mismos y de sus familias. Las madres y abuelas ahora usan productos químicos con cuidado, los hombres hacen reparaciones eléctricas con seguridad. Eso es transformación”, y menciona con orgullo una de las iniciativas más exitosas: “creamos un aula móvil con toda la tecnología para proyectar videos, dar conferencias y capacitar. Ese es el legado. No es sólo una cinta asfáltica, son seres humanos transformados”.

El diálogo con el territorio también implicó reconocer los impactos y asumir responsabilidades. Así enfatiza en uno de los aprendizajes más profundos de estos años: la necesidad urgente de reconciliarnos con la naturaleza.

Cuando llegamos había montañas, potreros, fincas, pero creíamos que la naturaleza estaba bien. No era verdad. La estábamos depredando, acabando silenciosamente”, advierte. Se estaban secando los cauces del Cartama, Piedras y Mulatos; cada año el aforo de agua era menor. Las ganaderías tomaban el agua directamente de los nacimientos, y se estaba acabando el bosque nativo del Suroeste: el piñón de oreja. No está bien que lo estemos acabando”. Su llamado es claro: “creíamos que por no tener carretera estábamos cuidando la naturaleza, pero al contrario, la estábamos destruyendo. El verdadero desarrollo es cuidar lo que tenemos”.

El enfoque participativo se convirtió en una herramienta poderosa para transformar las prácticas y fortalecer la conciencia sobre el cuidado del entorno. “Lo que hicimos fue poner sobre la mesa este tema, pero no desde un rol de ‘yo vengo a enseñar’, sino construyendo con las comunidades”, explica Bernal. “Hicimos mesas con finqueros, con líderes, con comunidades, y mostramos que había una forma mejor”.

Diez años después, afirma que los resultados son visibles: “la conciencia es enorme. Hoy existe una mesa que se llama ProTarso, conformada por empresarios y líderes de la región, que trabajan por el agua, el bosque y la fauna. Ya se entiende que los nacimientos hay que cuidarlos, que el agua hay que llevarla al ganado y no al revés, y que hay que proteger las riberas y los pasos de fauna. Vemos poblaciones de tigrillo y puma yaguarundí creciendo, especies que regresan, y el pajarito montañerito paisa, emblema del Suroeste, empieza a ser reconocido. Ya llevamos más de un millón de árboles sembrados. Eso no habría pasado sin la carretera».

Además destaca con orgullo lo que denomina un emprendimiento organizacional para la sostenibilidad: Biosuroeste. “Es una iniciativa en la que participan el grupo empresarial, la Fundación Grupo Argos, Comfama y otros aliados. Promovemos proyectos de ganadería sostenible, agricultura responsable y conservación ambiental”. También menciona el CIRCA, el primer centro de investigación y conservación de los bosques tropicales en Antioquia. “Es una inversión multimillonaria que permite producir entre 500 y 600 mil árboles anuales para la región. Eso demuestra que el trabajo ambiental va más allá del discurso: se traduce en acción y en cultura. Hoy los finqueros piensan distinto -dice- ya hay conciencia de que hay que recuperar el Suroeste para el agua, la fauna y la comunidad”.

El valor del trabajo conjunto. Bernal propone una visión sencilla pero poderosa:
“si sembráramos un árbol por cada persona en La Pintada, cambiaría todo. Son 9.000 habitantes. Con eso, la temperatura bajaría tres o cuatro grados, el municipio sería más fresco, más caminable, más amable”, pero aclara que el cambio debe ser colectivo: “no puede ser la concesión sola. Si lo hacemos entre todos, con la administración local y las familias, el impacto será real. Cada persona podría sembrar un árbol. Ese es el sentido del trabajo en equipo”.

El futuro del Suroeste. “Con la concesión llega algo más que infraestructura. Llega una visión de desarrollo». Recuerda su experiencia como miembro de Camacol y la Cámara Colombiana de Infraestructura: “todos estos conocimientos te permiten visualizar lo que va a pasar. En 20 años o antes, buena parte del Suroeste va a ser una ciudad conurbada entre el Valle de Aburrá y el Eje Cafetero, porque aquí está la topografía más hermosa, con el clima más maravilloso, las comunidades más lindas. Es claro que va a terminar impactada y eso va a pasar, querámoslo o no; se va a llenar de vivienda, de centros comerciales, de turismo, de pequeñas empresas, de servicios, de educación, de salud. Tarde o temprano va a ser una ciudad. Sin la carretera, imposible”.

Con respecto al tipo de turismo rememora el impacto positivo del ferrocarril en Europa y traza un paralelo: “el Suroeste es una tierra muy bonita, con oportunidades climáticas, paisajísticas, con municipios muy lindos, que va a terminar reinventándose… pero hay que hacerlo con orden. Colombia tiene ejemplos claros de zonas donde el turismo no fue manejado y lo que llega es un turismo predatorio, dañino, destructor. Le pasó a Santa Fe de Antioquia cuando se abrió el Túnel de Occidente fue un desastre». Por eso insiste: “tiene que haber un orden. Ese es el gran reto para las administraciones del Suroeste, las administraciones municipales no pueden dejar eso en manos de nadie más”.

Y no esconde su preocupación por el rezago turístico: yo he recorrido casi todos los municipios del Suroeste, incluso con mi madre de 85 años. Y te digo: hoy no hay condiciones básicas para el turismo. En muchos pueblos, el único baño disponible está en una cantina. No existe una gastronomía pensada para el visitante ni para los jóvenes. Todo gira alrededor de fríjoles y carne. Tenemos el mejor café del mundo, pero ni siquiera lo servimos; vendemos pasilla comercial. Tenemos que prepararnos. No se trata de decir ‘vengan a mi pueblo’. Se trata de crear experiencias, de formar a nuestra gente. El turismo requiere conocimiento, respeto por el visitante y visión de futuro”.

El liderazgo que necesita el territorio. “Muchos líderes llegan con ganas, pero sin preparación. No basta con ser elegido o tener discursos. Si no te has preparado para administrar, se te va el tiempo aprendiendo cómo funciona la gestión pública», y afirma que es necesario fortalecer capacidades locales: “las administraciones no tienen cómo pagar grandes consultores, pero tampoco pueden quedarse sin conocimiento. Necesitan formación, humildad y visión. No todo es buena voluntad: se requiere profesionalismo y apertura”.

Bernal menciona espacios y entidades que pueden fortalecer el liderazgo regional: “la Provincia del Cartama es una institución sagrada que tenemos que cuidar. A través de ella podemos llevar expertos, porque tiene credibilidad. El Comité de Cafeteros, el Encuentro de Dirigentes del Suroeste, la Fundación Grupo Argos, la Julio C. Hernández… tenemos gente muy importante en la región. Pero hay que abrirnos, articularnos. Las administraciones municipales hacen una buena tarea, pero sus cuatro años son insuficientes. Necesitan más herramientas y más alianzas”.

Y este es apenas el comienzo: “estamos en un momento muy bonito, muy valioso. Es como cuando uno se mete al gimnasio: estamos empezando, fascinados con la tarea, pero no se puede parar. Si se detiene, se devuelve”, y advierte sobre los riesgos de la falta de continuidad: “si no hay renovación en el liderazgo y manejo adecuado del territorio, en dos años podríamos tener la carretera llena de ventas informales, hoteles improvisados y desorden. Eso acabaría con el río Cauca”. Su mensaje es contundente: “no todo puede medirse en dinero. Debe haber equilibrio, responsabilidad y liderazgo. Lo que hagamos o dejemos de hacer hoy tendrá impacto sobre la comunidad”.

En su mensaje de despedida, Gustavo Bernal Jaramillo comparte unas palabras para la región y el que fue su equipo: “para los líderes del Suroeste, mi invitación es a unirnos en función del desarrollo. Si no trabajamos juntos, esto se desarrollará con nosotros o sin nosotros. El Suroeste es un bocato di cardinale, fascinante, con un potencial inmenso. Pero si no nos organizamos, terminará siendo una colcha de retazos que hará más daño que bien. Tenemos materia prima humana, técnica y económica para que el desarrollo sea nuestro, para que nuestros jóvenes no se vayan. Lo que viene es muy bonito, pero debe hacerse con orden, con liderazgo y sin arrogancias”.

No perder la mirada humana, el mensaje para Concesión La Pintada: “no pierdan esa mirada bonita, amable con la gente. Esa sonrisa, ese acompañamiento, ese estar ahí. Porque cuando esos 270 muchachos y muchachas se quitan el uniforme, son papás, mamás, hijos, abuelos… son comunidad. Si perdemos eso, perdemos diez años”.

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