Hacerse escritora y defender la lengua castellana con la fuerza de la disciplina

Foto: Cortesía
Comparta esta noticia

¿Creen ustedes que una escritora nace?, de forma apresurada, cualquiera podría responder que sí, que se nace con cierto don. De Lucila González de Chaves, por ejemplo, podría creerse que nació con el español brotándole con cada balbuceo, pero ella misma se hizo esa pregunta y está convencida de que:

Se puede tener una vocación innata o talento natural, gran imaginación, facilidad de pensamiento, claridad de ideas, capacidad para crear y escribir; pero, todo esto no basta, puesto que se requiere un largo proceso de estudio, de perfeccionamiento y disciplina, para poder expresarse correctamente por medio de la palabra escrita.

Y eso ha hecho durante su vida, perfeccionarse a sí misma como escritora y crear, si se quiere, un camino para que los colombianos perfeccionaran su dominio de la lengua castellana.

Titiribí, en su lugar geográfico: es un bello y exclusivo paisaje recostado en la montaña; una postal que uno aprecia desde el mirador de Los Alpes. Es el refugio más acogedor, en donde los amigos se caracterizan por su capacidad de servicio a los demás, por su generosidad y cariño, por su compromiso de conservar la tradición cultural del pueblo.

Así describe Lucila González de Chaves el municipio del que es oriunda no de nacimiento, pero sí de corazón. Allí guiada por su abuelo materno inició un camino que ha estado, durante toda su vida, íntimamente ligado al mundo de la academia, del lenguaje.

“La maestra” como es común que la llamen por toda una vida consagrada al estudio y enseñanza del castellano, es reconocida no solo en Antioquia sino en el país entero, pues gracias a ella en la escuela y en el colegio, pudimos aprender la esencia del español y la literatura a través de una serie de libros que parecían contener fórmulas mágicas.

Es por ello que, quizá, al escuchar su nombre a la memoria de varias generaciones venga la imagen de un libro, de ese libro que se guardaba en el pupitre hasta la clase de español y que luego ya no se guardaba más porque los relatos cautivaban y los ejercicios retaban.

El libro de español y literatura más que una tarea significaba una ventana hacia otras culturas, otras letras, otros autores, pues Latinoamérica cabía en sus páginas.

Ese interés por ir más allá de lo cercano siempre ha acompañado a Lucila González, podría, incluso, decirse que todo surgió cuando aprendió a leer a los 6 años al lado de su madre, su primera y más entrañable maestra, y quien le heredó los mejores años en su amado Titiribí:

Mi madre fue maestra en Medellín, en donde se casó con un empleado del Ferrocarril de Antioquia, y en donde yo nací; a mis tres años, ella enviudó a causa de un accidente y, en consecuencia, me llevó a la casa de sus padres en Titiribí (mis abuelos y tías), para poder seguir trabajando. En mi condición de niña huérfana tuve un abuelo con visión de futuro que educó a sus tres hijas, entre ellas a mi madre, en el Colegio de la Presentación de Titiribí, en donde recibieron título de ‘maestras’, en la primera y segunda décadas del siglo XX.

Rodeada de mucho afecto, montañas que inspiraron su espíritu inquieto, y de historias que iluminaron su percepción del mundo que se abría más allá del pueblo, así fue su infancia:

‘Las mil y una noches’, es el libro en que aprendí a soñar…fue el principio de la creatividad. Luego apareció ‘Genoveva de Brabante’, allí aprendí el valor de la justicia y del perdón; y a mis ocho años nació en mí, y dura hasta hoy, el desprecio por todo lo injusto, sobre todo si viene de los poderosos por la sangre, o por el mando, o por el dinero.

En 1941 la joven Lucila dejó el pueblo, se fue en busca de más conocimientos: “mi abuelo amaba la educación, fue apenas natural que me trajera a Medellín a empezar a estudiar mi bachillerato pedagógico en el Instituto Central Femenino” y empezar así un camino de perfeccionamiento que aún no ha cesado.

De allí en adelante vendrían los estudios superiores y guiada por un ferviente deseo de enseñar, empezó a crear por medio de diferentes obras, herramientas pedagógicas para la enseñanza del idioma y la literatura.

Su experiencia en el ámbito académico la fue forjando como la autoridad del castellano, la maestra idónea a la cual recurrir para lograr la pureza de los textos, la fineza de los términos, y la contundencia de la argumentación.

Ella la autoridad del castellano, protagonista de las más honorables celebraciones del Día del Idioma, también le dejará a Colombia incontables libros escritos por su rigorosa pluma, su más reciente ‘Cien mujeres’ se puede conseguir en la Librería América, calle Boyacá, frente al templo de La Candelaria, en Medellín. Según la autora:

La vocación de estudiar e investigar que no cesa, me llevó a pensar en el bajo lugar de apreciación cultural en que se tiene a la mujer; decidí, entonces, sacar a algunas mujeres del oscurantismo.

Mujeres que como ella, eligieron el camino de las letras, de iluminar a través del conocimiento la esperanza de una mejor humanidad.

De Lucila González de Chaves todavía hay mucho qué aprender, mucho por leer, incluso para el 2017 ya tiene listo su libro número 17: ‘dioma y Pedagogía. Talleres’.

Con «La maestra”, y su vida y obra, podemos tener la certeza de que un escritor nace, pero un buen escritor se hace, se perfecciona. 

Quizá le interese leer: 

Miguel de Cervantes Saavedra, genio y maestro

 

Comentarios
Comparta esta noticia