Hernando, la hormiga de la paz

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Así como la hormiga que camina silenciosa por entre la barba blanca, los pies de Hernando recorren las carreteras.

Descansando para aliviarse de una afección pulmonar que le impide caminar en las últimas semanas, Hernando, de 74 años de edad, está sentado en el parque principal en Hispania, donde las calles y carreras tienen nombres de ciudades europeas como Varsovia, Bruselas, Nápoles, Florencia, Atenas, Madrid y Lisboa. “Soy el caminante por la paz en Colombia”, complementa cuando dice su nombre completo: “soy Hernando Aguirre Arango, nací en Betulia el 10 de julio del año 1942”.

Hernando vive con su hermana Sofía en Hispania. No tiene hijos, que él sepa. Una novia que tuvo, menor que él, se asustó con el matrimonio cuando hacían los cursillos. Amores tuvo en su época de ayudante y conductor. Aprendió el oficio de la carpintería y cuando hay necesidad de rebuscar el dinero, la venta de boletas y rifas es su alternativa.

Las hormigas son hipersociales y suelen vivir en comunidades organizadas bajo tierra, pero algunas especies como la hormiga soldado desafían la norma y no tiene hogares permanentes, son nómadas. Hernando desafía la norma. El 6 de abril de 2016, tres meses antes de cumplir 74 años, estaba posando para una fotografía en el cementerio más hermoso que ha conocido en su vida: el José María A. Franco en Tulcán, Ecuador.

“Empecé a caminar por la paz porque a mí también me tocó la violencia. Y a todos los colombianos nos ha tocado, y yo quise poner un granito de arena, lo estoy poniendo y lo voy a seguir poniendo”. Desde el 6 de agosto de 2013 inició su caminata silenciosa por la paz. “Todo comenzó en el año 48 con la muerte del doctor Gaitán. Comenzó el problema de los colores de la política, entonces comenzó a oscurecerse el sistema político social de Colombia. Y de ahí para acá se ha vivido en tragedia buscando sobrevivir”, relata Hernando.

Las rutas las recuerda con claridad y las anota en un diario, por si acaso. “La primera que hice fue desde acá (Hispania) hasta el Santuario de Las Lajas en Ipiales. De Ipiales a Mocoa, de Mocoa a Florencia, Caquetá. De Florencia bajé a Neiva, luego a Chiquinquirá y de ahí subí a Monserrate como buen creyente a darle gracias al Señor”. La segunda ruta: “salí de Hispania a Puerto Berrío, de ahí caminé hacia Bucaramanga, Ocaña, Cúcuta, Zaravena en Arauca, Yopal en Casanare, Villavicencio y Bogotá”.

En la tercera salió de Hispania a bajar por Santa Fe de Antioquia, luego Turbo, Arboletes, Necoclí, Montería, Cartagena, Barranquilla, Santa Marta, Riohacha, Valledupar, Bucaramanga, Tunja y Bogotá. Recientemente estuvo en el Sur del país o “la Nación”, como él lo llama, fue a Tufiño y Tulcán en Ecuador hasta salir a Tumaco.

Guarda en un sobre de manila las fotos de sus visitas. La más llamativa, la del 19 de agosto de 2013 en la Basílica de Buga, se ve a un hombre sin barba y con barriga prominente ya desaparecida. De las que más tiene son las del Santuario de las Lajas en Nariño. No niega la emoción que le produce el lugar.

En las fiestas navideñas le gusta estar caminando. Sentado entre Bruselas y Varsovia piensa en preparar su morral, camiseta blanca y las banderas de Colombia y de la paz para la próxima caminata. Hernando, la hormiga de la paz, ahora tiene fijada una nueva ruta: Los Montes de María.

*Periodista EL SUROESTE.

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