iFinca es una empresa fundada por Alexander Barrett, un norteamericano que vive en Colombia desde hace dos años, y cuya misión es cambiar las reglas de juego en la cadena de producción del café, logrando un mayor beneficio para los caficultores de la región, el país y el mundo.
El Periódico Regional EL SUROESTE conversó con él para conocer su historia y planes en el café, uno de los principales renglones económicos de nuestra región.
Todo comenzó hace poco más de dos años.
«Estaba en Washington D.C., hacía mi maestría en Georgetown, y también trabajaba como socio en una compañía de bienes raíces. Ese es mi perfil, llevo entre 15 y 20 años en arquitectura y bienes raíces.
Antes de iniciar mi maestría, vivía en California, allí crecí. Era dueño de dos compañías, una de arquitectura y otra de bienes raíces, y trabajaba también como bombero voluntario y paramédico. Decidí darme un respiro de todo cuando me fui a estudiar y durante este proceso empecé a interesarme demasiado por los mercados emergentes.
Decidí venir a Colombia, y mi plan era no trabajar durante un año, pero sí aprender de mercados emergentes, aprender el idioma y llevar las cosas con más calma. Seis meses luego de iniciar el experimento de no trabajar, empecé con este proyecto.
Lo que sucedió fue que cada fin de semana visité un pueblo diferente. Uno de los primeros fue Jardín. De hecho, fui para asistir a clases de español, duraba tres días, y estábamos tres estudiantes y una profesora. Una de las actividades que realizamos era ir en una especie de búsqueda de tesoros… encontrar la flor típica, el ave típica, ir a la tienda y preguntar el precio del chocolate, cosas como esas.
Como la profesora es oriunda de Jardín, al finalizar la clase nos llevó a una pequeña finca cafetera; esa fue la primera vez que estuve en una. Hice todo el tour, pero como era en español no entendí casi nada. Al ella ser tan buena amiga de la familia, nos invitaron a almorzar luego de haber terminado el recorrido, me pareció una actitud amable.
Así que aproveché la oportunidad de estar más a solas con alguien que pudiera traducirme y empecé a hacerle algunas preguntas sobre el precio del café y otras muy simples porque no tenía idea de cómo hacían para funcionar o cómo se conectaban a la cadena de producción.
Así siguió sucediendo, visitaba otros municipios cafeteros y a través de un amigo o amiga conocía al dueño de alguna finca, y seguía aprendiendo del proceso que hacen para comercializar su café.
Sin embargo, vi que los productores no tenían acceso completo al mercado y pensé quizás este arquitecto es lo suficientemente tonto para crear una aplicación telefónica para conectar a los caficultores. Ellos nunca habían estado conectados. Están en la cadena productiva, pero no son participantes de ella.
Un año y medio después, creamos la aplicación a través de una compañía de software, hemos estado moviendo el café y la app ha estado trabajando muy bien.
Lo verdaderamente importante de todo el asunto es conectar al productor, y es algo que ni yo mismo vi venir. A Yara, por ejemplo, una empresa internacional de insumos agrícolas, le encanta la aplicación porque pueden enviar mensajes directamente al agricultor.
Lo otro, es que limpiamos la cadena productiva un poco, eliminamos algunos gastos que se generan por intermediación, esos gastos ahora son ganancias para el productor.
Y aún más importante, la aplicación es completamente gratuita, solo se requiere llenar la información de la finca, como por ejemplo altura sobre el nivel del mar, si tiene certificaciones, información para que los clientes potenciales conozcan de dónde proviene el café que consumen.
Lo bonito es que el comprador es quien termina pagando un poco más precisamente por el valor de la información que recibe, y ellos están dispuestos a pagar porque saben de dónde viene su café y cómo ha sido tratado. Una vez el productor se registra y diligencia toda su información, obtiene una página web, que lo conecta con el sistema completo.
Uno de mis primeros lemas fue “Farmers First” o en español, los agricultores primero. Yo hice esto para ayudarlos. La razón por la cual mencioné que solía ser bombero voluntario y paramédico es que cuando dejé de serlo, entendí la necesidad de ayudar a la gente.
El reto más grande hasta ahora ha sido ganar la confianza de los agricultores y caficultores de la región. Sin embargo, una vez aprenden sobre nuestra compañía, conocen a nuestro equipo, se encargan ellos mismos de contarle a otro agricultor y a otro, y así logramos que muchos se beneficien».