Investigación de Daniel de Jesús Granados Rivera Maestro investigador, formador de formadores de la I.E.NS.A. Magister en Educación en la línea de Formación de Maestros U de A.
La maestra Inés Baena fue la primera coordinadora de práctica pedagógica de la Normal de Amagá. Cuenta la maestra que estar en este lugar fue un tiempo muy grato para ella, una de las experiencias más bonitas y significativas en su proyecto de vida como maestra.
En sus propias palabras, relata que en el año 1964 se graduó como maestra en el CEFA y, de inmediato, fue nombrada como docente de la Normal de Amagá, hecho que era muy frecuente en esa época. Ese año se creó el ciclo profesional normalista con 5° y 6°. Le correspondió orientar todas las áreas pedagógicas: fundamentos y técnicas de la educación, psicología, administración escolar y la práctica docente. También dictaba otras asignaturas como Ciencias y Religión en tercero de bachillerato, para dar cumplimiento a su asignación académica.
- Se trataba de que las muchachas aprendieran a dictar clases. Había escuelas afiliadas como la de La Clarita, que prestaba el servicio para la práctica docente. En aquel tiempo, las maestras éramos demasiado estrictas y muy exigentes en el cumplimiento de las tareas. Nos dedicábamos mucho a las estudiantes, quienes eran todas mujeres, ya que la formación inicial de maestras allí era netamente femenina. Había internado, y siempre les dábamos una clase modelo en varios temas. Por ejemplo, en clase de matemáticas, como coordinadora dictaba la clase modelo con todas sus partes. Es decir, se orientaban las didácticas específicas requeridas en ese entonces para trabajar en la primaria y en la zona rural. Las partes de la clase eran: motivación, desarrollo del tema, experiencias, aplicaciones y evaluación. Esto requería consulta, responsabilidad, compromiso y creatividad para que la clase quedara muy bien preparada y, al dictarla, fuera comprendida por los alumnos de los grados que correspondieran a las practicantes. Teníamos reuniones periódicas con los directivos y demás docentes, quienes nos brindaban un informe en un formato que debía ser diligenciado en cada uno de los pasos al momento de dictar una clase. Como a algunas estudiantes les daba mucho susto, nosotras las apoyábamos para darles seguridad. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que no sólo había un contacto con los alumnos, sino también con las directoras de práctica general. Existía un reglamento de práctica que hacía énfasis en aspectos como la puntualidad, la entonación, la actitud, la motivación y las temáticas. Todo era muy distinto: se trabajaba con carteleras y material casero que ellas mismas preparaban. Tenían que llevar mucho material didáctico para poder comprender. Si perdían la práctica, debían repetirla hasta que la hicieran bien. Estaba organizado el Consejo de Práctica, aunque en realidad tenía otro nombre. Lo conformaban el rector, la secretaria, un docente y la coordinadora de práctica. Muchas veces nos tocaba llamarles la atención, y todo eso tenía consecuencias. Todas debían ir de uniforme. La evaluación de cultura y pedagogía era algo muy serio, porque había que evaluar a cada estudiante en una reunión en la que estaban todos los docentes y la rectora, analizando caso por caso. Por ejemplo, uno de los casos más álgidos fue el de un alumno -ya la Normal había pasado a ser mixta- que se estaba preparando como maestro, pero tenía un problema con la voz y, según los criterios de la época, no podía graduarse como docente. Su caso fue consultado con el Ministerio de Educación Nacional, el cual emitió un concepto favorable. Él alcanzó a ser un excelente maestro: dinámico, creativo, líder de la comunidad, un ser extraordinario. También se presentó el caso de una estudiante que consumía vicio. Al enterarnos de esto, analizamos la situación y fue expulsada de la Normal. Otro caso fue el de una estudiante que no mostraba las condiciones para ser maestra. No tenía perfil y su rendimiento era muy bajo. En todos los aspectos iba por debajo de las demás; tenía muy poca capacidad de asimilación, comprensión, vocacionalidad o compromiso para ejercer la docencia.
La maestra Inés Baena comparte una reflexión dirigida a las nuevas generaciones de normalistas, junto con recuerdos del día a día en la institución, cuando aún funcionaba como internado.
- El mensaje que les doy a los actuales normalistas es que rescaten los valores que antes teníamos, con disciplina. Tal vez los maestros de hoy tienen más preparación académica, pero no tienen la suficiente vocación para trabajar por amor y no por salario. Ser maestro era un motivo de orgullo. Yo me acuerdo que me quedaba en la Normal haciendo actividades y preparando clases. Un día normal en la Normal, como internado, era sencillo. Había dos jornadas: de 8 a 12 y de 2 a 5 p. m. Las internas tenían su propio horario porque vivían y comían allí. Tenían sus momentos para estudiar, comer, dormir, levantarse. Todas iban al baño a tal hora para bañarse, y había un horario especial para ellas. Las profesoras se rotaban para acompañarlas.Recuerdo maestras como Estella Calle, Aura López, Fanny Jaramillo, Ester Marín, Lindely Gutiérrez, Flor Ángela, Mery Gaviria, María Cecilia Gil, Dolly Rodríguez y Arcelia Marín. Recuerdo que todas mis alumnas eran destacadas, y muchas trabajaron en el municipio y en Caldas. Incluso, fueron maestras de mis hijos: las maestras Odilia Mesa y Beatriz Elena León.Las niñas de sexto de bachillerato hacían actividades y bazares para poder recaudar fondos y hacer su excursión de fin de año, después de la graduación.
En el cierre de su relato, la maestra Inés Baena evoca con especial cariño los primeros años de la Normal, las tradiciones que marcaron la vida institucional y agradece profundamente a quienes hicieron parte de esa historia.
- Lo mejor que recuerdo de la Normal son las grandes maestras que salieron de allí en sus primeros años. El primer año cuando llegué, la Normal era femenina, pero en los dos últimos años que estuve, ya recibíamos muchachos, entre ellos Domingo y Elkin. En el mes de la Virgen hacíamos actividades e infundíamos mucha devoción. También hacíamos reuniones con los padres de familia. Agradezco de todo corazón el tiempo y el enorme esfuerzo que tantas personas entregaron a la Normal