‘Ñito’ Restrepo, el suroestano que puso a pensar a un país

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Un discurso contra el proyecto de ley que pretendía revivir la pena de muerte en Colombia le dio reconocimiento nacional a Antonio José Restrepo. Era agosto de 1925. Sus oponentes eran los conservadores Ignacio Rengifo, Esteban Jaramillo y Guillermo Valencia.

Esta iniciativa “no caerá sobre las clases que llaman superiores o los individuos de ellas que delincan. Este tenebroso aparato fúnebre (…) se alza contra los hijos del pueblo, precisamente contra aquellos que esta sociedad ha dejado en el abandono de la miseria y de la ignorancia”, dijo ‘Ñito’ en un debate.

Eran sus épocas como senador de la República en representación del liberalismo. Para el escritor Reinaldo Spitaletta, entre sus múltiples facetas, fue esta de legislador, orador y polemista la más destacada de su vida.

Como la mayoría de los intelectuales de su época, era abogado, periodista, político, diplomático, filósofo, filólogo y escritor. Pero también se le reconoció como masón, coplero, gallero, minero y bohemio.

“Ñito fue ante todo, como Juan de Dios el ‘Indio’ Uribe (su primo), Rafael Uribe Uribe y Fidel Cano, un luchador por la libertad de pensamiento y por eso tuvo problemas. Se opuso al ultramontanismo, es decir, a la primacía del clero sobre la Iglesia. Como escritor político no tuvo gran vuelo, y como poeta, menos”, afirma Darío Ruiz, escritor y profesor emérito de la Universidad Nacional.

Para Spitaletta, Restrepo, estudioso de los latinos, fue buen poeta, aunque su obra no circuló mucho. Agrega que su gran aporte fue recopilar coplas en el Cancionero de Antioquia (1929), que “tiene valor documental, pues aprecia lo despreciado por muchos en ese momento, la cultura popular”.

‘Ñito’, como le empezaron a decir en su casa como diminutivo de Antonio, nació el 19 de marzo de 1855 en Concordia, antes Comiá. Su abuelo, Juan José Restrepo Uribe fundó ese territorio dos décadas atrás, en jurisdicción de Titiribí (Suroeste).

Según sus biografías, inició la escuela en ambos pueblos, pero el bachillerato lo concluyó en la Universidad de Antioquia, donde al principio no fue aceptado por su ya conocida postura de ‘come-curas’ o anticlerical. El presidente del Estado Soberano de Antioquia, Recadero Villa, intercedió por él.

Eran épocas de la Regeneración. Los partidos políticos se enfrentaban por motivaciones religiosas. En sus años mozos trabajó en la mina de oro El Zancudo, y no ahorró esfuerzos para recorrerse las fondas, apostarle a los gallos, tomar aguardiente y recitar sus coplas.

Estudió derecho y letras en la Escuela San Bartolomé de la Universidad Nacional, en Bogotá. A los 31 años publicó su primera obra: Candelario Obeso (1886). Luego vinieron Los Capuchinos de Caroni (1887), Elegia en la muerte de José Uribe (1890) y Manuel Ancízar (1889).

Sus dotes de orador y escritor le permitieron iniciar temprano su vida pública. Fue diputado de 24 años y representante en el Congreso entre 1882 y 1883. Luego sería procurador general, cónsul en Francia, secretario general de la Alcaldía de Bogotá y secretario de la Cámara de Representantes.

Según Sergio Restrepo, ex alcalde de Concordia y nieto de un primo de ‘Ñito’, este se convirtió en 1903 en el primer latinoamericano en publicar un texto, Fuego Graneado, con una editorial española.  “En Dinamarca le decían ‘excelentísimo embajador de Colombia ante la Liga de las Naciones’; en España, ‘señor embajador de Colombia’; en Bogotá, ‘doctor Antonio José Restrepo’; en Medellín, ‘Antonio José’; en Titiribí, ‘el juez de gallos Antonio José Restrepo’; y en Concordia, ‘narizón hijueputa’, qué cosas”, agrega el exalcalde.

El escritor ‘Memo’ Ángel, afirma que ‘Ñito’ fue uno de los últimos abogados cultos e ilustrados que tuvo el país. “Era un gran viajero. Cuando llegó a Estambul (Turquía) y vio a los judíos sefardíes hablando un español antiguo, creyó que eran antioqueños”, agrega Ángel.

Si bien su obra generó rechazo en algunas élites, en bares y cantinas de Antioquia, fue el más citado. “Muchas de las coplas que se repetían ni siquiera eran suyas, pero ‘Ñito’ legitimaba cualquier cosa que saliera en verso”, dice Ángel.

Meconseguí una moza
que lo pulpitió el cura.
El cura manda en la iglesia
y el pastor en su rebaño
y Antonio José Restrepo
en María Jesús Castaño.
(…) 
Me enredé con una mujer casada,
y al poco tiempo comprendí,
que el perro que muerde a su amo,
también me muerde a mí.

El exalcalde Restrepo dice que, junto con ‘Salvo’ Ruiz, otro concordiano, fue el precursor de la copla paisa, que difiere de la actual trova porque tenía profundidad.

Los dos entierros

Luego de ser ministro plenipotenciario, miembro honorario de las academias de Historia de Bogotá y Medellín y numerario de la Academia de Jurisprudencia, murió en Barcelona (España) el primero de marzo de 1933.

Un lustro después el presidente Eduardo Santos repatrió sus restos. Según la biografía escrita por Alirio Gómez, el coplero fue enterrado en el Cementerio Central, donde hay una tumba marcada con su nombre. Pero intelectuales, como Darío Ruiz dicen que está enterrado en el Cementerio Libre de Circasia.

‘Ñito’ perteneció a la logia Estrella del Tequendama, donde fue grado 32. Sergio Restrepo dice que sus restos sí reposan en Bogotá y que en la entrada del Cementerio Libre hay un busto de él y una de sus poesías tallada en mármol, ‘Himno de los muertos’, escrita en 1932 por solicitud de Braulio Botero, administrador de aquel lugar.

El escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal se ofreció hace un par de años para costear el traslado de los restos a Circasia, donde según él deberían estar. Otros prefieren que vayan al Suroeste. Para Restrepo, otros quieren que no se mencione más, para que siga en el olvido.

* Artículo publicado por el autor en la edición 117 del Periódico Regional El Suroeste. Año 2015.

**Sobre el autor; periodista- Politólogo. 

 

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