La cultura en los tiempos de penurias éticas y políticas

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Por Marta Elena Bravo*
Grupo Puentes

Vivimos tiempos complejos, difíciles, conflictivos. Pero debemos ser conscientes de que Colombia ha estado recorriendo un camino de esperanza que tiene que ampliar nuestro horizonte mental, educativo, cultural, político: los Acuerdos de Paz se convierten en llamado permanente para impulsar una dinámica cultural que nos compromete.

La cultura como proceso permanente es fundamento esencial de construcción social, local, regional, nacional. Los Acuerdos de Paz son un proyecto cultural y educativo de primera importancia.

Centrales como afirmación de la creación permanente: en cuanto deben impulsar hechos de cultura traducidos en vínculos para las comunidades, hechos inéditos que les permitan formas de “morar”, sobre la que nos ha hablado tanto y tan profundamente la profesora Beatriz Restrepo integrante del Grupo Puentes, que es manera de vivir dignamente en comunidad.

La cultura es diálogo entre individuos y comunidades y propicia encuentros para vivir la ciudadanía. Diálogo como ejercicio de la palabra y expresión de la racionalidad en el ámbito de la libertad y del respeto.

Práctica de la comunicación como expresión de la sensibilidad que lleva al asombro frente al mundo de lo humano y de lo natural y a la escucha del otro.

La palabra exige ejercer la capacidad de análisis crítico, en el respeto que hace posible el establecimiento de relaciones dialógicas, formas de llegar a acuerdos, pero también a aceptar divergencias, aceptaciones de la diferencia, nuevos horizontes, nuevas maneras de ejercer la confrontación respetuosa dentro de una racionalidad y un ejercicio de la sensibilidad.

En últimas ejercer la democracia que debe trazar nuevas maneras de vivir en sociedad más humanamente. 

La cultura es memoria y resignificación, es decir adquiere nuevos sentidos. Creación y memoria permiten que el dolor de nuestras tragedias se pueda tramitar para elaborar nuestros duelos mediante procesos creativos que llamen a reconocer y analizar nuestras miserias y al mismo tiempo inducir al perdón y la solidaridad.

Muestra de ello, los trabajos de tres grandes artistas colombianos: Doris Salcedo con su obra Fragmentos, Beatriz González con su trabajo en Bogotá sobre Las Víctimas y Jesús Abad Colorado con su obra estremecedora El Testigo.

(Leer: ¿Ciudadanía digital en Colombia?)

Si miramos la gran producción nacional de creación y resignificación de memorias a partir de nuestro dolor y de nuestras tragedias, tendremos una veta enorme de producción cultural, de valores culturales, potencial importante para procesos educativos, en un país que mediante elaboración simbólica se convierta en un llamado a la paz, a la solidaridad, a la compasión en un territorio que, si bien ha producido nuestras violencias, construye procesos culturales, llamados a la esperanza.

El periódico del Suroeste -Identidad y Cultura- liderado por jóvenes y otros miembros de la comunidad, que con tanto entusiasmo vienen editando, da cuenta de un ejercicio ciudadano de comunicación pública ejemplar, como un aporte valioso a compromisos con la localidad, la subregión, la región y en suma una apuesta sincera y fresca para un compromiso a fondo con la paz.

*Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. Realizó cursos de posgrado en políticas y gestión cultural en Buenos Aires, Londres y Caracas. Ha sido docente de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional sede Medellín.

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