La educación para creer en el amor y la solidaridad

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Un reconocimiento a los maestros del campo en el Suroeste

En los entornos rurales encontramos maestros enfermeros, transportadores, cuidadores del medioambiente y defensores de derechos humanos. Su presencia en el campo y en los municipios más alejados se ha convertido quizá en la única presencia estatal en los territorios.

La educación es fundamental para creer en el amor y la solidaridad, para desarrollar habilidades y empatía, para cultivar todo lo necesario para vivir en sociedad.

Los maestros rurales son ejemplo de esto. Desde su humanidad siembran en los estudiantes y en los habitantes del lugar que habitan, los valores esenciales para vivir en paz. Así lo expresa Carlos Adiel Henao, exrector de la Normal Superior de Amagá: “el maestro debe asumir el liderazgo social, ese es el maestro que hoy debe tener Colombia en cada uno de sus rincones”.

Las cuatro normales superiores de nuestra región en Fredonia, Jericó, Urrao y Amagá, han graduado a miles de maestros que hoy recorren las calles de los pueblos y los caminos de las veredas, enseñando a jóvenes, niños y niñas a sumar, restar, leer y amar.

La educación rural y el campo sufren de abondono histórico. “El campo está desprotegido, a pesar de que los gobiernos digan que hay recursos, eso no se ve, ni tranquilidad ni condiciones para una vida digna”, afirma Luis Alfonso Patiño, integrante del Cinturón Occidental Ambiental -COA, organización campesina, indígena, ambiental y social que desarrolla procesos educativos rurales entorno al cuidado del territorio.

Durante el cuatrienio administrativo que termina, la Gobernación de Antioquia promovió el Bachilleraro Digital y la Universidad Digital, proyectos de educación digital para aumentar la cobertura educativa.

Sin embargo, según Alfonso (COA), la educación debe ser mucho más que alcanzar una cuota de formación numérica o lingüística a través de las pantallas.

“Hay que aceptar que estamos en un mundo moderno, pero la educación debe estar enfocada hacia el crecimiento de las personas, para fortalecer el sentido de solidaridad y hermandad, enseñar a valorar el agua, el aire y los bosques, ser conscientes de que el campo es el que le ha dado el desarrollo al país y a todo el mundo, y por eso hay que cuidarlo”, afirma.

En ese mismo sentido, el exrector Carlos Adiel plantea que hay que motivar y preparar a los próximos maestros “ante esas nuevas tecnologías desafiantes que quieren sustituirlos, pero ese calorcito del ser humano no lo va a poder reemplazar ninguna máquina”.

Los alimentos que consumimos, el equilibrio climático, el algodón que usamos en nuestras prendas y todas las materias primas que se necesitan para elaborar licores, muebles y demás productos, provienen del campo, un sector del que se apropian grandes empresas.

A nivel nacional, según información del Departamento Nacional de Estadística -Dane, solo el 15,8% de la población total del país vive hoy en sectores rurales.

Por esto, y por factores adicionales como la violencia, la permanencia en el campo es cada vez menor. “Actualmente la educación hace mirar hacia las ciudades y el exterior, pero no hacia el interior de nosotros mismos y nuestros territorios”, reflexiona el integrante del COA.

La educación, especialmente la educación rural, debe trascender la enseñanza de conocimientos que no implican per se el desarrollo de habilidades emocionales; de empatía, de amor por el territorio en que nacimos y habitamos, conexiones necesarias para transformar de manera positiva la sociedad en la que vivimos.

“No se necesita que en cada vereda se encuentre una universidad, sino que motivemos y demos apoyo a los jóvenes, porque la educación no solo es para los que tienen más monetariamente, sino para aquellos que son grandes en sus conocimientos”.
Laura Cristina Escobar, estudiante de grado octavo de la Escuela Normal Superior de Fredonia

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