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“La verdad nos hace libres”, esa es la premisa con la que La Juancha Sánchez Álvarez ha construido su vida. Nacida hace 43 años y oriunda de Ciudad Bolívar descubrió desde muy pequeña su orientación sexual y se identificó como lesbiana sin miedo y con orgullo. 

A los 13 años reunió a su familia, con la valentía propia de su personalidad para declararse ante ellos como homosexual, la reacción, aunque en un inicio no fue tan buena, no fue una reacción de rechazo, y poco a poco el respeto y el amor vencieron los prejuicios. Su padre nunca tocó el tema, su hermana siempre ha sido su mejor amiga, y su madre que era la más reacia terminó por aceptarla. 

La Juancha se considera una bendecida, porque su experiencia, al reconocerse como parte de la comunidad LGBTIQ+, una población históricamente vulnerada y discriminada, ha sido positiva y no ha pasado por situaciones de rechazo. Su clave siempre ha sido la sinceridad y la firmeza.

“Cómo siempre hablé con la verdad, siempre lo frentié. Sí soy lesbiana, me gustan las mujeres ¿Y qué? ¿Cuál es el lío? Si querés ser mi amigo o mi amiga bienvenida, te garantizo que no va haber ningún lío porque me gusten las mujeres. Eso ha hecho que no tenga ningún problema con las personas”. 

A raíz de su experiencia, La Juancha es una “convencida total” como ella misma se describe, de esa frase que suele repetir a sus amigos: La verdad nos hace libres. Para ella la verdad abre las puertas del diálogo, hace que la gente se atreva a preguntar lo que no entiende, y cada diálogo representa un paso más en el camino del respeto a la comunidad LGBTIQ+. 

Ser lesbiana en un pueblo

La Juancha destaca que reconocerse como parte de la comunidad LGBTIQ+ en un municipio donde hay una fuerte tradición cultural y religiosa que solo concibe la heterosexualidad, no es una experiencia sencilla. Sin embargo, la lucha dada desde los pueblos hace que cada vez mejore la situación y la calidad de vida de esta población en las localidades. “La gente ya se sienta con uno y quiere preguntar; cada vez se comprende más que trabajamos, que amamos, que soñamos como todos y no somos ni un bicho raro, ni somos diferentes a nadie”. 

Aunque en los pueblos sean más notorios los prejuicios morales de la sociedad frente a esta minoría, desde la experiencia de La Juancha, son territorios más seguros porque no suelen presentarse agresiones o ataques por la orientación sexual. Sin embargo, en el caso de Ciudad Bolívar y de muchos municipios del Suroeste no hay oportunidades laborales para la comunidad LGBTIQ+, especialmente para los gays y las mujeres trans.

El Colectivo MUNAY 

Debido a estas situaciones de señalamiento y desempleo surgen desde los municipios, grupos como el Colectivo MUNAY cuyo nombre proviene de la frase hindú: Caminemos juntos de la mano, así seamos diferentes de mente y corazón”

Este colectivo, conformado por miembros de la comunidad LGBTIQ+ y del que hace parte La Juancha, fue creado hace cuatro años, bajo una iniciativa de la administración municipal de Ciudad Bolívar. Se reúnen sin falta todos los martes para reflexionar y aprender sobre las leyes que amparan a la comunidad y para poner sobre la mesa las necesidades en temas de diversidad sexual en el municipio, entre ellos, la falta de oportunidades laborales en cargos que les permitan avanzar como profesionales. 

“Desde el colectivo hemos tenido algunas iniciativas, contactamos empresarios, dimos a conocer el grupo, nuestros planes, nuestros objetivos, porque podemos ser profesionales, nos podemos desempeñar en cargos públicos y privados como cualquier otra persona y hemos tenido buenos resultados”,

El colectivo, además de estudiar la ley, brindar acompañamiento psicológico e intervenir en estas problemáticas, se ha convertido en una red de apoyo para sus integrantes y para todo aquel que se reconozca parte de la comunidad LGBTIQ+. “Lo más importante del colectivo es que nos ha permitido visibilizarnos, a los chicos les digo que a la edad que yo tengo jamás imaginé tener lo que ahora hemos logrado, porque le hemos demostrado a las personas y a la misma iglesia, que a través del diálogo, de la prudencia, de escuchar al otro, todo es posible. Han sido maravillosos los logros que hemos tenido como colectivo”.

Por Mariana Salas Valencia
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