Narrativas pedagógicas – Los maestros del Suroeste
Investigación de Daniel de Jesús Granados Rivera Maestro investigador, formador de formadores de la I.E.NS.A. Magister en Educación en la línea de Formación de Maestros U de A.
Mi nombre es Gabriela Gil López, me gradué en 1961 como maestra rural en la Normal de Caramanta Antioquia, allí me desempeñé como maestra vinculada en el centro poblado Alegrías, luego en la vereda Buenos Aires del municipio de Andes, y en la Escuela Urbana de Varones Juan de Dios Uribe Uribe, luego llegué al municipio de Amagá, a la vereda Nicanor, después estuve en el centro poblado La Clarita de la misma localidad, y trabajé también en la Escuela Urbana María Auxiliadora donde me jubilé después de 37 años de servicio estatal comprendidos entre 1962 – 1999.
Realicé el ciclo de profesionalización correspondiente a los grados quinto y sexto de bachillerato en la Normal Departamental Mixta Victoriano Toro Echeverri del municipio de Amagá, en la administración de la rectora Regina Salinas, viuda de Betancur, y las coordinadoras de práctica eran las maestras Genoveva e Hilda.
Esta experiencia nos fortaleció mucho en la formación pedagógica teórico – práctica; nos actualizamos en lo relacionado con el currículo escolar y en seminarios de administración escolar, psicología y las didácticas de todas las áreas, nos presentábamos los viernes en la tarde y los sábados todo el día, obteniendo el título de maestra. Recuerdo que la profesionalización la realizamos Gabriela Herrera, Guillermina Granados, Genoveva Betancur y Libia Echavarría Montoya, ente otras compañeras. Hubo mucha exigencia; nos calificaban de uno a cinco, teniendo en cuenta una pauta de evaluación que contemplaba toda una rutina diaria.
Además, fui maestra consejera, cooperadora y formadora de formadores durante mucho tiempo en la escuela anexa María Auxiliadora de Amagá, donde la formación pedagógica fue muy exigente y de calidad. Recuerdo que orientábamos las temáticas y los contenidos que debían preparar los alumnos maestros o practicantes, como se conocían. De acuerdo con una pauta de preparación debían planear las clases que incluían objetivos generales y específicos, actividades de iniciación, de desarrollo y evaluación. Las maestras consejeras revisábamos la planeación de las clases y hacíamos observaciones, si era necesario, para que las pudieran dictar a los niños en la jornada que correspondiera en la mañana y en la tarde.

Hubo muchos cambios en la práctica docente. Hacían la práctica durante el primer mes en el que ingresábamos, y se denominaba práctica integral inicial, donde los estudiantes realizaban todas las actividades escolares bajo nuestra orientación, luego asistían dos días a la semana toda la jornada, y había otro mes denominado práctica integral final para los estudiantes del grado sexto de bachillerato, acompañando todos los procesos de terminación de año escolar. También en otros momentos desarrollaban la práctica en 15 días al iniciar y 15 al terminar, pero asistían un día a la semana a la realización de dichas prácticas.
En otros espacios como maestras cooperadoras participamos con los estudiantes en proyectos de lectoescritura y procesos lógico matemáticos, además de las orientaciones sobre las didácticas de todas las áreas correspondientes al currículo escolar y a la administración.
Luego se pasó a un solo día por horas de observación y ayudantía. La observación por mucho tiempo se realizaba desde tercero de bachillerato; los estudiantes iban a observar, como su nombre lo indica, todo un proceso de clase modelo, llevaban una guía de observación que contemplaba los momentos metodológicos de la clase, desde el inicio hasta la terminación, además de las condiciones del aula de clase como espacio de aprendizaje.
La ayudantía la realizaban según las necesidades de la maestra consejera, cooperadora o formadora del grado, generalmente nos ayudaban con material didáctico para la realización de las prácticas desde el centro de ayudas docentes, que estaba ubicado en la escuela Alejandro Toro, orientado por el docente Gonzalo Sierra.
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Las prácticas de los estudiantes se valoraban tanto en forma cuantitativa como cualitativa, es decir por letras o números, mediante una guía que contemplaba la parte conductual y de presentación personal, como lo metodológico, pedagógico y didáctico, en lo que hacía referencia a la formación inicial de maestros. La práctica no se podía perder y era motivo para repetir año. Existió siempre el Consejo de Práctica, integrado por el rector, los coordinadores de práctica en cada época y las maestras consejeras, allí se evaluaban los aspectos positivos, los negativos, las sugerencias y recomendaciones para cada alumno que pretendiera graduarse como maestro.
Es de anotar que hubo tiempos donde los estudiantes asistían de uniforme; de gala o de educación física según la necesidad, y en otros momentos, específicamente en la práctica integral inicial y final, como allí se denominaban.
Los rectores que recuerdo son: Regina Salinas, Trinidad, Rubiela Giraldo, Consuelo Lopera, Efraín Henao, Carlos Adiel Henao, y entre los coordinadores de práctica recuerdo a Blanca Eliza Calderón, Lucy Ramírez Giraldo, Olga Luz Gómez Taborda, Blanca Doris Cano Sánchez y Gonzalo Mario Serna.
Entre las maestras que por mucho tiempo orientamos los procesos de la práctica, con los alumnos maestros contamos con: Flora Sánchez, Marnelly Sánchez, Ligia Álvarez, Luz Marina Zapata, Aracely Restrepo, Esperanza Cárdenas, Margarita Álvarez, Noelia Vanegas, Luz Helena Correa, María Teresa González, Genoveva Betancur, Amanda Ángel, Luz Helena Restrepo, Teresita González, Rosalba Taborda, Rosalba Pérez , Fabiola Marulanda, Sagrario, Libia Echavarría, Rosalba Rico, Mery Fernández, Mery Álvarez, Flor María González, Cruz Helena González y Daniel Granados.
Además, la escuela María Auxiliadora estuvo administrada por más de 20 años con la directora Blanca Restrepo de Arboleda, Andrés Alonso Gómez Gómez y María Eugenia Vanegas, entre otros.