Por: Roberto Antonio Caro Serna Corresponsal Ciudad Bolívar
Actualmente los municipios del Suroeste antioqueño son vistos como un ejemplo, gracias a la unión de liderazgos que trabajan por el bienestar de la región. Son pueblos que han estado marcados por el accionar de diversos actores armados pero que hoy hablan de ‘paz’ desde diferentes ópticas.
Mientras recorría las mesitas del parque, bajo la sombra de los samanes de un municipio arriero de la región, encontré diversos puntos de vista sobre la palabra ‘paz’; entre ellos, la perspectiva de algunos confundidos por los términos legales, por los procesos políticos que intervienen y por el destino de los actores armados; por esto no es extraño que aún hoy, muchos habitantes no comprendan lo que significó la firma de ese histórico documento entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc.
Sin embargo, bajo la sombra de los samanes también escuché vivencias muy positivas sobre la paz:
La paz para mí como caficultor significa: poder ir a mi tierrita a recolectar el fruto de mi esfuerzo y de la familia que se levanta a laborar y dejar sus gotas de sudor en esta tierra que nos da libertad para recorrer, paz es poder pagarles lo justo a mis empleados, que gracias a ellos he salido adelante.
Soy vendedor y recorro cada rincón de Antioquia y creo que la paz se manifiesta desde que las vías estén bien organizadas y se inviertan los recursos públicos en forma efectiva y transparente.
Paz para mí como lustrador de zapatos es sentir la tranquilidad de mis usuarios cuando hablan de que no pasa nada en las veredas y que nadie los está amedrentando o poniendo contra la pared.
Otros de los cuestionamientos que surgen cuando se habla de paz son ¿Las Administraciones Municipales están preparadas para el postconflicto? ¿La niñez y la juventud cuentan con el apoyo necesario para afrontar este proceso que constantemente se ve divulgado en redes sociales y en programas de televisión? Actualmente muchos municipios del Suroeste se enfrentan a la avalancha del microtráfico, una de las problemáticas que más afectan la convivencia, además, abunda el desempleo y el mejoramiento de la calidad de vida en muchos territorios está estancado. Falta inversión en cultura y deporte, que no han podido dejar de ser las cenicientas de los presupuestos municipales.
La educación también necesita inversión. Es común que falten cupos, que las rutas escolares no cuenten con el suficiente presupuesto, y que los restaurantes escolares no alcancen para todos los niños y niñas. Hablar de paz es muy complejo pero no imposible, y sí muy necesario. La paz inicia desde casa, con la formación en valores que enseñan las familias a los niños y niñas, la paz también se debe vivir día a día en la escuela, con una educación integral.
La paz se construye a través de hechos deportivos, sociales y culturales, desde el arte y sus manifestaciones.