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Por Rubén Darío González Zapata
Nacido en la vereda La Lindaja
Corregimiento Alfonso López (San Gregorio)
Ciudad Bolívar
  • Título: La segunda Guerra Mundial
  • Autor: Winston S. Churchill
  • Tipo de obra: Biografía
  • Editorial: La esfera de los libros, S.L., 2007

Comentario

La inquietante guerra entre Israel y el grupo Hamas, que estalló la semana pasada con toda la violencia de la que uno sea capaz de imaginar, es una muestra de los niveles inimaginables de degradación y crueldad a los que puede llegar el ser humano cuando se ha optado por la violencia como camino para la solucionar de sus conflictos. Algo que, desafortunadamente, conocemos bien los colombianos, porque en nuestro país, y guardadas las diferencias y las proporciones, la violencia ha sido – y sigue siendo – la vía preferida para lograr objetivos políticos o económicos (o ambos), bien sea por parte de una élite que necesita desesperadamente mantenerse en el poder, bien sea por parte de toda clase de grupos que quieren cambiar el sistema o bien sea por parte de vividores y mercaderes de la muerte, que han encontrado en ella — en la violencia — una forma fácil para la acumulación de riquezas.

Y es que la violencia es una especie de trampa, un agujero negro, cuya dinámica termina cobrando vida propia una vez que, como un animal salvaje, se desata y, saliéndosele de las manos, convierte en esclavos a los propios amos que la crearon. Ejemplos de esta realidad fueron las dos guerras mundiales. La Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, acaecida entre los años 1939 y 1945, ha sido, sin lugar a duda alguna, la conflagración más catastrófica que haya tenido la humanidad a lo largo de toda su historia. Por su ferocidad, por la cantidad de vidas sacrificadas, por la cantidad de recursos utilizados, por la forma como afloró lo más noble y valioso de tantos hombres y mujeres que la padecieron (solidaridad, amor, valor, fuerza, determinación, sacrificio), al igual que la forma como salieron a flote los instintos más bajos y execrables que nuestra especie haya sido capaz de producir: ideologías radicales y absurdas, odios, deshumanización, falta absoluta de respeto por la vida y por la dignidad de las personas. Y, algo paradójico, que le añadió su aspecto más fatídico a esta contienda, es que sus protagonistas fueron, ¡quién lo creyera!, los países considerados más desarrollados, más civilizados y más cultos, que la especie humana haya logrado forjar.

Es por ello que conocer a fondo cómo sucedieron las cosas y las razones que llevaron a los países responsables a estos extremos es determinante, si es que queremos aprovechar a fondo las lecciones que nos deberían quedar de esa etapa de la historia de  nuestra especie; para ello, nada mejor que la lectura de un libro como LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, escrito por uno de sus protagonistas más connotados, el señor W. Churchill, primer ministro de la Gran Bretaña, justamente entre los años 1940 y 1945, lo que le da a esta obra un enorme valor testimonial, ya que este hombre y quienes en esos momentos eran los  líderes de la Unión Soviética (Iosif Stalin) y de los Estados Unidos (Franklin D. Roosvelt  primero y, posteriormente, Harry Truman), fueron los líderes de los países aliados que resultaron ser los vencedores.

“Y es posible que, si se aplican la sabiduría y la paciencia, la oportunidad para todos conquiste las mentes y refrene las pasiones de la humanidad.” (W. Churchill).

Pero esta guerra no es otra cosa que una de las hijas malditas de la Primera Guerra Mundial, la que, a su vez, fue hija de las ambiciones coloniales de las potencias europeas de finales de los siglos XVIII y XIX y del Imperio Otomano, cuyas diferencias se resolvieron siempre mediante toda clase de confrontaciones bélicas. Del Nuevo orden surgido de esas guerras, impuesto por Inglaterra y Francia en el Medio Oriente, nació el Conflicto Árabe Israelí. Un conflicto en el que el derecho de dos pueblos (el palestino y el israelí) a tener un lugar en la Tierra continúa sin ser definitivamente resuelto y en el que la inteligencia de los seres humanos para encontrar una solución por la lógica de la razón ha salido siempre derrotada por la lógica de la violencia, incluidos los actos de terrorismo inexplicable a los que se ha acudido por parte del grupo Hamas, como lo estamos viendo en estos momentos. Tal como lo ordena esa lógica perversa, Israel responde también con la fuerza de las armas y así la escalada endemoniada seguirá sin que se vislumbre un final. De esta forma, ese amo cruel (la violencia) continuará señalándole la ruta a seguir a los hombres y mujeres que un día decidieron que el suyo es el único camino viable para alcanzar sus objetivos. Los romanos, expertos en cosas de la guerra, decían: si quieres la paz prepara la guerra; así lo hicieron, hasta que un día ellos mismos cayeron víctimas de su propia filosofía.

“…cuando la guerra misma se reduzca al exterminio mutuo es probable que cada vez se postergue más” Nota Esta esperanza de W. Churchill, expuesta al final de su libro, no parece ser aún una posibilidad real. En la carrera entre la razón y la violencia, entre la inteligencia y la estupidez, la segunda de estas dos competidoras sigue siendo la ganadora.

Nota: Churchill, Winston S., La segunda guerra mundial, Pág.871.

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Por Rubén Darío González Zapata
Nacido en la vereda La Lindaja
Corregimiento Alfonso López 
(San Gregorio)
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