Loa a los campesinos

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Por Fabiola Vélez Calle

Campesinos de veredas y montañas,
mujeres de largas y oscuras cabelleras recogidas,
hombres recios y morenos curtidos por el sol,
hijos de la tierra honda y herida,
que al despuntar el día oyen el canto del gallo
y el trinar de las aves mañaneras,
mientras beben unos cuantos tragos
de caña molida artesanalmente
y recogen sus rústicas herramientas,
y hacia sus labrantias tierras se dirigen.

Sus espaldas doblan
sobre los surcos que van labrando,
cargando pequeños canastos
que llevan las semillas
de sus sueños y esperanzas,
y con gestos monótonos y piadosos
las semillas van regando.

Entre tanto,
de otras labrantias tierras
regresan sus hijos
sudorosos y cansados,
con exiguas ganancias
que ayuda dará
a los pocos ingresos
que a sus hogares entra.
Y así, poco a poco,
en los campos sembrados
con paciencia y entrega
va surgiendo del «VIENTRE » de la tierra
el milagro hecho con amor.

La mujer campesina
recorre la tierra
y ve con alegría
las pequeñas y fértiles plantas
que van cogiendo fuerza
y, con la palma de sus manos,
suavemente las acaricia,
conocedora como la que más
del poder del amor
y la ternura.

Regresa a su hogar
de amplios corredores
y tupido jardín.
Un modesto fogón de carbón
cociendo está los alimentos
que de sus huertas brota.
Mientras el grisáseo humo sale
por la simple chimenea y se eleva
como una oración hacia los cielos.

La cosecha llega y, con ella,
el momento de recogerla…
¡¡»El VIENTRE DE LA TIERRA MADRE» la alimentó muy bien!!

Hombres y mujeres
a recojer lo sembrado se entregan,
con sus cuerpos curvados sobre el surco.
Pese al infinito cansancio,
saben que habrá recompensa…

Las mulas se cargan
con grandes canastos.
Los hombres se alistan,
y ya todo preparado,
el camino cogen
por estrechos senderos de herradura.

Llegan al mercado y
toda su cosecha
vendida ya está.
Luego, con estás ganancias
sus sencillas provisiones compran.
Se disponen para su regreso
y al terminar el día
a sus hogares llegan.

Los perros ladran
al ver que sus amos se acercan.
Estos, al descargar sus mulas melaza les dan
y a las pesebreras las llevan.
Y ya más tranquilos,
en sus corredores sentados,
en tazones de peltre
la agua de panela beben.

Llega la noche.
Hay que descansar
pa’ madrugar de nuevo.
Ellos bien saben
que fueron forgados
pa’ trabajar la tierra.
El ciclo se repite y
el doliente suelo
de nuevo el alimento
generosamente les dará.

Volverá el gallo a cantar
Las aves con sus trinos se oirán
El sencillo fogón de carbón
prendido siempre estará…
Y los campesinos
a sus labores volverán…

Magdalena

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