Una historia sobre los aprendizajes de la vida
Se acerca la fecha de la celebración de la asamblea general de la Cooperativa de Emprendedores del Campo Agrario, Cooemprender. El periodo de gestión administrativa que ahora termina ha estado saturado por un ambiente enrarecido, plagado de divisiones internas que minan su cohesión y hacen imposible el logro de acuerdos, incluso en asuntos de poca monta. El evento próximo a realizarse es, pues, la prueba de fuego no sólo para la existencia de la cooperativa, sino también (y peor aún), para la buena convivencia, la paz y casi que la existencia misma de toda aquella comunidad. Una especie de tenebrosa cuenta regresiva avanza peligrosamente hacia un punto infinitamente crítico, en el que la organización podría quedar atrapada en un fatal punto del que no habrá retorno posible.
¿Cómo es que las cosas han podido llegar a semejante estado de desmejoramiento? Nadie en esta aldea puede responder con certeza a un interrogante como este, pero es evidente que en algún momento del pasado los astros del mal se alinearon malévolamente en su contra y, al hacerlo, echaron a rodar la – inicialmente — imperceptible bola de nieve que, como una aplanadora infernal, crece cada vez más amenazadoramente, avanza lenta pero inexorablemente, para llevar a la organización cooperativa, y de paso también a la comunidad, a su autodestrucción. ¿Habrá sido el retiro y posterior muerte del último de sus fundadores de la cooperativa, el detonante maligno que puso en marcha la máquina malvada para llevarla a la hecatombe ya previsible? ¿Partió también con la muerte de ese pionero, el espíritu de fe, de confianza mutua y de cooperación, que llevó a esta comunidad a ser alguna vez un modelo de prosperidad y buena convivencia? Es posible que la respuesta a esos dos interrogantes sea un categórico sí.
Lo cierto es que en la medida en que las nuevas generaciones fueron reemplazando a los fundadores, los valores iniciales con los que se fundó Cooemprender, de manera imperceptible pero sistemática, se empezaron a resquebrajar. La capacidad para convertir las diferencias en factores de crecimiento; la voluntad para solucionar positivamente los conflictos; la consigna de convertir los problemas y los errores (inevitables en toda organización humana), en oportunidades de mejoramiento y aprendizaje, fueron elementos de cohesión social que se esfumaron imperceptiblemente. Igualmente, los valores alrededor de los que se consolidó la comunidad que se formó con la cooperativa a través del tiempo, cedieron su espacio a nuevos estilos de liderazgo en los que el interés particular se puso por encima de los intereses de la colectividad. Con ellos, la capacidad de autocrítica y la de trabajar en equipo en torno a objetivos estratégicos de largo plazo, simplemente desaparecieron o pasaron a ser viejos recuerdos de un pasado que parecía imposible de recuperar. Ahora, la olla a presión en la que se ha convertido esta colectividad sólo necesita de un pequeño hervor adicional para explotar, con consecuencias imprevisibles, hervor fatídico que parece fatalmente inevitable en la asamblea próxima a llevarse a cabo.
El momento de la asamblea ha entrado a la etapa de preparación definitiva y uno de los grupos con intereses particulares habilidosamente y sin que hubiese sido precedido de un consenso previo de discusión interna entre los órganos encargados de su preparación, logró introducir un punto específico en la agenda: Reforma parcial de los estatutos. El punto, en sí mismo, no parece ser cosa del otro mundo y, de hecho — según lo explican los mismos promotores de la iniciativa — la propuesta de fondo es sólo la de cambiar la razón social de Cooemprender, algo que, en su concepto, no tiene por qué afectar significativamente su estructura fundamental. Pero el veneno de dicha propuesta está, sin embargo, en la intención con la que esta fue subrepticiamente empacada, lo que la convierte en un auténtico caballo de Troya, una carga de profundidad, que abrirá las puertas al cambio del rumbo y la filosofía que los pioneros le dieron a la organización al momento de su fundación, algo que los asociados, para bien o para mal, acertadamente ya intuyeron.
De esta forma, la otrora pacífica comunidad, que nació, se consolidó y se aprestaba a seguir el camino de un promisorio desarrollo, dentro del clima de la mutua cooperación que la caracterizó en el pasado, se encuentra ahora ante el momento más crucial de toda su historia. Su forma de vida, incluso su existencia misma, penden de un delgado e invisible hilo que puede romperse en cualquier momento. Presa de poderosas fuerzas autodestructoras, parece haber perdido su rumbo y la herencia de décadas de sacrificios y duro trabajo, legado de sus ancestros, está en estos momentos a punto de ir a parar a las canecas de la basura. Sus líderes, prisioneros cada uno de sus miedos, de sus resentimientos, de sus intereses particulares, incapaces de escucharse mutuamente y de despojarse de la coraza de la que se han revestido, no encuentran el camino para lograr consensos en torno al camino para sacar adelante lo que debería seguir siendo el gran proyecto de los emprendedores de antaño; son una especie de autómatas que esperan el fallo favorable de un destino incierto que habrá de dictaminar que la suya es la única verdad y que todos los demás están equivocados.
¿Qué efectos tendrán sobre la comunidad las decisiones que tome la asamblea general asamblea próxima a reunirse? Hablaremos de ello en el siguiente capítulo de esta historia.
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Por Rubén Darío González Zapata Nacido en la vereda La Lindaja Corregimiento Alfonso López (San Gregorio) - Ciudad Bolívar