Por: Nataly Mira Londoño
“En las orillas de mi alma,
oh mi dulce costurera,
vienes a zurcir dos alas
para surcar las arenas
de la playa de la vida,
son de acero, son de seda,
para la noche de invierno
y para las primaveras,
porque a veces soy desierto
otras soy una verbena”. Autor: Doblezero
Ese es el único oficio que ella conoce, el de costurera, el de coser los vestidos de domingo para sus vecinas y también los uniformes para los niños y niñas de Salgar.
Pero además María Lida también vende aquellos accesorios que ayudan a darle forma y belleza a una prenda: botones, cintas, encajes, cierres e hilos de todos los colores, todos brillantes en las vitrinas que tiene ubicadas en la entrada de su casa.
Y es que aunque hoy todo luce apacible, otro fue el panorama de aquel 18 de mayo que María Lida recuerda como “si hubiera sido ayer”, pues por la acera de su casa también pasó La Liboriana, las aguas que se llevaron las casas del frente, las de sus vecinos que estaban ubicadas a la orilla de la quebradas, las mismas aguas que montaña arriba arrasaron también con todo lo que encontraron a su paso: vidas, casas, sueños, enseres, cultivos.
Sin embargo María Lida está llena de esperanza, de colores como la estancia que habita cuando se sienta el día entero a coser.Su mayor sueño ni siquiera es para ella sino para todas las familias que quedaron sin hogar: “que les cumplan lo prometido”.