Memorias de un Pueblo Suicida – Reseña

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Por Rubén Darío González Zapata
Nacido en la vereda La Lindaja
Corregimiento Alfonso López (San Gregorio)
Ciudad Bolívar

 

Autor:                                  Juvenal Marín Jaramillo

Género:                              Novela

Editorial:                              No registra

Edición:                                                Medellín 2019

 

En la humilde y polvorienta tienda El Paraíso, cercana al cementerio de un lugar al que el autor llama “pueblo de los arrieros con ínfulas de ciudad”, su propietario, don Luis, un solitario anciano que presiente ya cercano el final de sus días, entabla diálogo con su pasado, materializado en los diversos personajes que representan cada una de las etapas de su propia existencia. De esta forma, ya sea por la tienducha o por la morada del viejo, desfilan esa especie de fantasmas que representan lo que él fue alguna vez: el del muchacho que, por quedar tempranamente huérfano de padre, debió llevar una dura y solitaria existencia; el del joven atormentado que, por no poder soportar la vida con la que  tiene casada una pelea a muerte, decidió un día acabar con ella misma mediante un suicidio del que no quedó evidencia; el de Jairo, el artista-filósofo, que pinta los nombres de los difuntos en las cruces o bóvedas del cementerio, lo que le permite llevar la estadística diaria de las muertes en aquel pueblo, especialmente las que se producen por suicidio, por cuyas causas parece sentir una extraña fascinación. En las diversas conversaciones entre el viejo y el artista, en las cuales salen a flote esos personajes de su pasado, dentro de una visión profundamente pesimista de la sociedad y de su sistema, hay tema recurrente: la muerte; especialmente la muerte por suicidio o la muerte deseada, con todo lo que esto conlleva de inexplicable, de deshumanizante y quizás – paradójicamente – hasta de romántico.

La novela transcurre dentro del clima social de un pueblo cafetero de la región antioqueña, cronológicamente ambientado en la segunda mitad del siglo XX; un pueblo que carga con los prejuicios y creencias religiosas obsoletas heredados de una cultura cerrada e intolerante para con quienes no encajan en el sistema, cuyos valores más importantes son las apariencias materiales, siendo así el caldo de cultivo apropiado para que prospere en ella el fenómeno de la violencia, una de cuyas manifestaciones más  siniestras y funestas es el sicariato al servicio de unos poderosos.

¿Cuál es el mensaje subyacente en esta novela? Creo que la respuesta se encuentra en la carta-poema que el suicida escribiera antes de ponerle ese fin tan extraño a su existencia y que leyera el artista en el arrugado papel que le entregara el viejo aquella noche de luna, en cuyo verso inicial queda reflejada en toda la dimensión su tragedia: “¡Oh hijueputa vida, me quedaste grande!”. Hay en el libro un enjuiciamiento a una sociedad con valores hipócritas, a un sistema y un poder político injustos y, en últimas, a una vida que permite todas esas tropelías y que el autor deja retratada aquí como un enemigo irreconciliable con el que existe una lucha permanente, lucha que termina cuando la cartulina pegada con chinchetas enmohecidas en las paredes de la destartalada tienda El Paraíso anuncia que el turno del suicidio había llegado para el viejo, quien “había decidido descansar en paz; una muerte que, con excepción de la enajenada Carmela, tampoco a nadie le importó.

 

Rubén Darío González Z.
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