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Por Eliana Hernández Pérez
elianahernandez.culturarte@gmail.com
@elianarte_

La neuroestética estudia todo lo relativo al procesamiento cerebral que abarca la percepción de la belleza en el arte, la naturaleza y otros ámbitos. Esta relación entre neurociencias y arte es importante considerando que el cerebro se compone de cuatro lóbulos: el lóbulo frontal que se encarga de procesar todo lo relativo al conocimiento y la inteligencia, el lóbulo temporal que se encarga del área auditiva, el lóbulo parietal encargado del área sensorial y el lóbulo occipital encargado del área visual.

Gracias a la compleja estructura que conforma el cerebro, somos capaces de procesar el color, los objetos que observamos, la temperatura, las texturas, los sonidos, los sabores y mucho más. Además, del registro asombroso de nuestras reacciones afectivas, ideas y recuerdos, el cerebro supervisa cada una de las funciones vitales del cuerpo, como la respiración, el apetito y el movimiento muscular.

Nuestro sistema nervioso está integrado por el cerebro y la médula espinal, esta última actúa como la vía principal de transmisión de información entre el cerebro y el resto del cuerpo. Esta conexión es fundamental en procesos como la creatividad y las manifestaciones artísticas, los cuales no ocurren de forma automática, sino que implican una interacción compleja y escalonada entre diversas funciones cerebrales.

Cuando la creatividad y los procesos artísticos se practican de forma repetitiva, se activa una plasticidad cerebral asociada al arte. Esta se produce a través de múltiples procesos que ocurren en el cerebro, involucrando diversas regiones que, junto con factores intelectuales y sociales del aprendizaje, influyen en su estructura física. Así, el cerebro se moldea, estableciendo nuevas conexiones y circuitos neuronales que transforman su funcionamiento.

La neuroplasticicad es la capacidad que tienen las neuronas para adaptarse y cambiar de manera temporal o permanente sus conexiones sinápticas. Nuestro cerebro cuenta con aproximadamente 100.000 neuronas, cada una de ellas es más perfecta que cualquier computadora existente y tienen la capacidad de procesar en un sólo segundo hasta 200.000 millones de bits de información y procesan más de un millón de mensajes por segundo.

Las neuronas se comunican entre sí por medio de unos espacios muy reducidos llamados sinapsis, que pueden variar en número y tipo, esto se da por medio de la relación estímulo – respuesta. El cerebro se convierte en un órgano que siempre tiene actividad, y por ende puede ser educado moldeando la personalidad del sujeto, siempre y cuando este tenga la voluntad de cambio y aprendizaje continuo generando nuevas redes neuronales.

El desarrollo de una neurona no depende únicamente de factores genéticos, sino también de las experiencias del individuo, manteniéndose abierta a posibles cambios tanto en la estructura psíquica como en su función nerviosa. De este modo las interacciones sociales y el entorno afectivo constituyen factores fundamentales en la arquitectura y el proceso de maduración cerebral.

Existen diversas formas de estudiar científicamente los cambios que se producen en el cerebro como resultado de la práctica de actividades artísticas, que incluyen la observación, la creación y la apreciación del arte. Uno de los métodos más utilizados es la resonancia magnética, a través de la cual se han desarrollado múltiples investigaciones que permiten comprender cómo el arte estimula la neuroplasticidad.

Forjar una actitud creativa en una sociedad tan ocupada como la nuestra necesita del tiempo libre para comenzar a edificar un pensamiento creativo, ya que como todo proceso es necesario una formación para dar respuesta a todas esas preguntas que no pueden ser respondidas con lo aprendido hasta ahora, y de esta manera generar una alternativa por medio del acto creador.

El aprendizaje que estimula la creatividad en las personas es aquel que se acompaña de una comunicación activa y promueve el hacer a partir de la duda, la inquietud y la discrepancia. El entorno juega un papel fundamental en el desarrollo de la creatividad, por lo que es necesario convertirlo en un espacio seguro, donde haya libertad para expresarse, equivocarse y experimentar. Solo así es posible ampliar el conocimiento y, con ello, liberar todo el potencial creativo.

La manera más común de reprimir la creatividad es el miedo al error y esta semilla puede ser sembrada en la infancia cuando existe por parte de los adultos una constante crítica a la expresión e ingenio de los niños, por ello se debe cambiar esta crítica hacia un estímulo positivo que puede influir de modo beneficioso en la neuroplasticidad del cerebro humano.

El cerebro se encuentra dividido en el hemisferio izquierdo que es el lógico, verbal y analítico y el hemisferio derecho que se compone de lo subjetivo, lo emocional y la creatividad. Una característica importante de la composición del cerebro, que ya hemos mencionado, es que tiene una grandiosa capacidad para el cambio, por lo cual se encuentra en continua evolución. Ambos hemisferios se conectan por medio de una estructura llamada “cuerpo calloso” en constante comunicación. Gran parte de las fibras nerviosas cuando salen del cerebro hacia la médula se cruzan; las del hemisferio derecho se dirigen a la zona izquierda del cuerpo y las del hemisferio izquierdo se dirigen a la zona derecha del cuerpo. Esto nos demuestra que el cerebro esta interconectado y que no funciona de manera independiente.

La mano dominante nos da indicios de cuál hemisferio tenemos más desarrollado. Si eres diestro a nivel motor tendrás superioridad funcional del hemisferio izquierdo y si eres zurdo, tienes dominancia motora del hemisferio derecho y si eres ambidiestro puedes utilizar casi ambas partes por igual o tener actividad predominante sobre la una o la otra.

Cuando contemplamos una obra de arte, ambos hemisferios cerebrales entran en acción. El hemisferio izquierdo se enfoca en los detalles, permitiendo un análisis racional en el que se procesan, comparan y evalúan los datos. Por su parte, el hemisferio derecho aporta una visión global e intuitiva, integrando lo emocional y lo simbólico más allá de lo puramente lógico. Esta interacción puede relacionarse con un análisis icnológico de la obra, en el que se evidencia una combinación objetiva y subjetiva de los elementos que la componen, reflejo de la complejidad perceptiva del espectador.

Fuentes consultadas

  • Albusac Jorge, M. (2022). Las prácticas artísticas: una visión neurocientífica. Tercio Creciente, (21), 95–112. https://doi.org/10.17561/rtc.21.5765

  • Forés Miravalles, A., & Ligioiz Vázquez, M. (2009). Descubrir la neurodidáctica: Aprender desde, en y para la vida. Editorial UOC

  • Melo Florián, A. (2011). Cerebro, mente y conciencia: Un enfoque multidisciplinario. Editorial independiente.

  • Muntané, A., Moro, M. L., & Moros, E. R. (2008). El cerebro: lo neurológico y lo trascendental. Ediciones Universidad de Navarra (EUNSA).

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