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HACIA DIOS, Y COMO FORTALEZA FRENTE A LA TERRORÍFICA PRUEBA QUE SUFRE EL MUNDO.

Lucila González de Chaves
“Maestra del idioma”
Lugore55@gmail.com
Blog: lucilagonzalezdechaves.blogspot.com

 Amo la palabra porque con ella he logrado disfrutar la amistad y el amor.

Con ella he podido disipar mis cuitas de muertes, de olvidos, de soledades y silencios.

Ella me ha acompañado en mis éxitos, y es ella la hacedora de los caminos que he transitado en busca del afecto, del amor, de la amistad, de la fraternidad, del saber, del bien enseñar, de la serenidad interior al ir envejeciendo apaciblemente.

La palabra me llevó hasta el corazón y el cerebro de mis alumnos de todos los tiempos, y con ellos pude compartir la alegría de buscar, de encontrar, de saber; ella nos recordó siempre el compromiso de vivir con dignidad y de aprender con orden, sencillez y humildad.

Fue la palabra la que me llevó a enamorarme de manera comprometida a formar un hogar, y fue ella el refugio de dos seres: él, artista y tenor lírico, solista operático y maestro de la música barroca; yo, maestra del idioma y de los valores literarios creados por la palabra.

Fue la palabra la que nos ayudó a tejer la convivencia familiar y la tolerancia para admitir y respetar las diferencias; al mismo tiempo que a desatar los nudos gordianos de los desencuentros, para volver a acompasar nuestro destino existencial.

Nuestros hijos encontraron la manera de llegar hasta sus padres para expresar sus deseos, amores e incomodidades al empezar a descubrir y a pronunciar las palabras.

La palabra es una fiesta desde siempre y hasta siempre; pero, se ha escogido un día, el 23 de abril de cada año, para honrarla, direccionarla hacia el bien de todos; para que dé compañía, sosiegue y aquiete desavenencias y pueda comunicar, sin ambigüedades, sentires y pensares.

En este año 2021 se ha duplicado todo tipo de malignos ataques a la vida, a la convivencia, a la salud física y mental, a la familia, a la educación, a la cultura, a la economía; es un tiempo de inenarrable sufrimiento; días de lágrimas; días grises, fríos, lluviosos, caracterizados por la infinita amargura y la insoportable impotencia a causa de tantas pérdidas, de tantas ausencias, tantas muertes, tantas renuncias impuestas por el virus COVID-19.

¡Solo nos queda la palabra!

¡La palabra! Y ¡no importa la disminución que de ella haga el tapabocas, en sus acentos, en su fluidez, en su vocalización, en su esforzado camino hacia el pensamiento del otro!

Es la palabra nuestro recurso comunicativo; el apacible refugio, cuando escribimos para destejer, un poco, la apretada y dolorosa urdimbre de nuestro interior, a veces, fuerte, a veces derrotado, ¡en tantos momentos esperanzado…!

¡Nos queda LA PALABRA que se arrodilla ante Dios para pedir clemencia, fortaleza, paz y consuelo!

En medio de este desastre devastador, lo invito a usted, lector amigo, a paliar el abatimiento, bendiciendo a Dios por el regalo de la palabra, especialmente en este “Día del idioma”, y a leer a uno de nuestros escritores colombianos, olvidado por la pluma de aquellos que debieran enaltecer nuestros valores culturales y literarios:

Rafael Maya, poeta payanés (1897 – 1980)

Fue periodista, catedrático, abogado, ensayista, poeta, crítico, diplomático, orador académico y doctor honoris causa en Filosofía y Letras.

Podríamos decir que su poesía media entre el amor, la tristeza, la ternura, la muerte y la naturaleza.

Dice el crítico e historiador colombiano, José A. Núñez Segura, citado por Guido Enríquez Ruiz en su Antología «Poeta Caucanos”, que:

«La obra poética de Maya en su progresiva maduración ha sido considerada en tres etapas:

La primera, poesía vibrante, sencilla, nativa.

La segunda, poesía de una libre, sobria y personal armonía.

La tercera, poesía del símbolo trascendente y la interpretación universalista».

Quiero recordar hoy algunos de sus poemas; pero, sobre todo, este primer soneto endecasílabo – once sílabas -, por sus valores estilísticos, además de su connotación perfecta como guía de nuestro vivir:

La voz del agua

Me dijo el agua azul de la montaña:

nací en un hueco del breñal salvaje

y no llevo ni espumas de coraje

ni al caminante mi cristal engaña.

No me desbordo con rugiente saña

ni a vastos campos enderezo el viaje;

sólo copio los tonos del paisaje

y sólo huertos mi corriente baña.

Y humilde y en silencio, mi destino

es ser buena y cordial; ser agua pura

a través de la hierba del camino.

Correr sin nombre, padecer quebrantos,

y morir una noche en la espesura

como murieron tus mejores cantos.

  • Y si se trata de disfrutar las imágenes literarias en un bien estructurado poema, el siguiente soneto está elaborado, todo, en magníficas metáforas. 

Eres una canción. Aire ligero

cernido entre las flores y los nidos.

Duermen bajo tus pies campos floridos,

y es tu melena un río verdadero.

Comienza en ti mi vida. Eres mi enero

que asoma en horizontes presentidos;

mi comarca de ríos conocidos,

mi alta constelación de marinero.

Por mis manos te vas como una brisa;

envuelves un jardín en un suspiro,

y se abren mariposas en tu risa.

Eres la sombra toda, eres la lumbre,

y yo, elevado el corazón, te aspiro

como el viento que viene de una cumbre.

El siguiente poema es una muestra del clásico soneto alejandrino – 14 sílabas – que, en español, nos viene desde la Edad Media – el “Mester de Clerecía” -, pasa por el romanticismo y llega, incólume, hasta los tiempos modernos, enaltecido con algunas creaciones de Antonio Machado, Rubén Darío, Pablo Neruda….

 

Seremos tristes

 

Oye, seremos tristes, dulce señora mía.

Nadie sabrá el secreto de esta suave tristeza.

Tristes como ese valle que a oscurecer empieza;

Tristes como el crepúsculo de una estación tardía.

Tendrá nuestra tristeza un poco de ufanía

No más, como ese leve carmín de tu belleza;

Y juntos lloraremos, sin lágrimas, la alteza

De sueños que matamos estérilmente un día.

Oye, seremos tristes, con la tristeza vaga

De los parques lejanos, de las muertas ciudades,

De los puertos nocturnos cuyo faro se apaga.

Y así, bajo el otoño, tranquilamente unidos,

Tú vivirás de nuevo tus viejas vanidades

Y yo la gloria póstuma de mis triunfos perdidos.

Medellín, 23 de abril de 2021 – segundo año pandémico –

 

 

 

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