¿Plaguicidas o venenos para la primera infancia?

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Por Víctor Hugo Obando Palacio

Corresponsal en Andes

La investigación

Prevención de la exposición a agrotóxicos en la gestación y en la infancia, este es el nombre de la investigación desarrollada por la profesora Mónica Soto en el marco de su tesis de Doctorado en Epidemiología y que cuenta con el acompañamiento del Grupo de Investigación en Salud y Medio Ambiente -GISA. Su objetivo es determinar qué tipo de incidencia tienen los agroquímicos usados en la caficultura para la salud humana, específicamente en el desarrollo neuropsicológico de los menores de dos años y madres gestantes.

La motivación para desarrollar este proyecto surgió en 2016 cuando un colectivo de estudiantes de la Universidad de Antioquia que desarrollaba un trabajo académico, dio a conocer que en la subregión del Suroeste era en donde se registraba el mayor número de intoxicaciones en relación a la población de toda Antioquia por el empleo de insumos para combatir la broca, un récord poco halagüeño que aún ostenta esta región cafetera a raíz de la presencia de ingredientes activos compuestos altamente nocivos para la salud humana como lo son el clorpirifos y el endosulfán.

Según las estadísticas de la Dirección Seccional de Salud de Antioquia, el documento de eventos de interés en salud pública por regiones y municipios del departamento, registra que en la región Suroeste en 2015 se presentaron 142 casos de personas intoxicadas por plaguicidas, es decir, la tasa más alta de Antioquia por cada 100 mil habitantes con un promedio de 37,7 personas intoxicadas, seguida del Oriente antioqueño con un promedio de 34, 5 personas.

La dinámica cafetera

Para la ingeniera agropecuaria María Cristina Osorio Escalante, coinvestigadora del proyecto, un elemento que reviste incidencia en dichos números es la dinámica de producción cafetera. “Aquí los cultivos están a cargo de centenares de familias a quienes les es difícil acceder en muchos casos a los conocimientos idóneos para el manejo de plaguicidas. Además la caficultura se ha desarrollado por años como un trabajo inherente a la cotidianidad rural, es decir, los productores viven, estudian y se desenvuelven entre los cultivos, al punto de ser normal el hallar por ejemplo, plantaciones de café que llegan al patio de las casas, las fuentes hídricas o inclusive rodeando las escuelas”. Y agrega que la cercanía entre cultivos y viviendas es de por sí un factor que trae consigo mayores posibilidades de entrar en contacto con los agroquímicos y por ende, de intoxicarse.

“Si se analiza la dinámica agrícola de regiones como Urabá con el banano, o el oriente con las flores y hortalizas, es factible hallar un común denominador: son grandes empresas las que ejecutan una labor basada en normas internacionales que deben cumplirse si lo que se quiere es obtener certificaciones para que las autoridades respectivas avalen la comercialización; lo que además implica el estar permanentemente vigiladas frente al manejo de los cultivos… dinámica que es diferente en la caficultura”, agregó la ingeniera.

Según la docente Mónica Soto, el proyecto ha tenido muy buena acogida en la comunidad cafetera en los siete municipios del Suroeste antioqueño intervenidos: Andes, Ciudad Bolívar, Jardín, Betania, Hispania, Concordia y Betulia. La utilidad que brindan los hallazgos obtenidos en la investigación, se socializan de manera pedagógica con las comunidades agrícolas de estos municipios.

Aunque en Colombia hay muy pocos estudios al respecto, avances científicos realizados en Estados Unidos y varios países de Europa evidencian que los plaguicidas que contienen los ingredientes activos mencionados anteriormente en este artículo, afectan el respectivo sistema nervioso de las plagas, lo que en dosis más altas genera también daños irreversibles en el de los seres humanos y otras especies, sobre todo en la etapa de gestación y hasta los dos años de edad.

La prevención

“Nuestro sistema nervioso central se desarrolla durante esa etapa de la vida y es muy susceptible a agentes externos, entonces la idea es que se conozcan los riesgos para la salud y por ende se propongan métodos de prevención que diezmen el impacto negativo de estos agroquímicos”, argumentó la investigadora.

Otro logro es la apropiación de esta problemática por parte de las autoridades en dos áreas principalmente: salud y medioambiente. “En la primera fase del proyecto notamos que los profesionales de un área pensaban que advertir sobre esta situación era competencia del personal de la otra y viceversa; entonces no se estaba haciendo mayor advertencia pedagógica al respecto.

Además en los encuentros con los productores, donde vale la pena rescatar que contamos con más de 150 madres gestantes, el tema se ha puesto en evidencia y a ellos les genera gran interés, pues son conscientes que desde que se masificó el uso de plaguicidas, las enfermedades han ido en aumento y de cierta forma es gracias a este proyecto que han podido acceder a información que devela una de las posibles causas… por ende, se sienten motivados a generar alternativas de producción agrícola sostenibles lo que redunda en beneficio tanto de agricultores como consumidores”, precisó la docente.

Además gracias a la dinámica de certificación de los productores de café, en las que es obligatorio desarrollar buenas prácticas agrícolas, el proyecto se gesta como una estrategia complementaria de utilidad que a su vez permite la vinculación de estudiantes de Ingeniería Agropecuaria de la Universidad de Antioquia Seccional Suroeste para la aplicación de encuestas y la organización de encuentros comunitarios.

¿Qué sigue?

El proyecto que está planteado hasta octubre de 2017 cuenta con recursos de la Universidad de Antioquia, la empresa privada (Laboratorio Médico Echavarría) y con la articulación de las secretarías de salud de los municipios participantes. Se destaca además la vinculación de los operadores del programa gubernamental de atención a la primera infancia del departamento de Antioquia y que se conoce como el programa Buen Comienzo.

La coinvestigadora agregó que ya se han llevado a cabo dos de las tres etapas de acercamiento. “Primero fue la indagación con las comunidades respecto a su percepción de los riesgos de intoxicación por plaguicidas. Después vinieron los exámenes de laboratorio que a partir de un test de colinesterasa, posibilitan mayor precisión, pero para ello es necesario hacer una comparación con los resultados de muestras que venimos realizando desde finales de marzo -momentos picos de aplicación de plaguicidas- que se extienden hasta mayo y de esa forma hacer convalidaciones exactas”. La tercera etapa tendrá ejecución con los exámenes de rigor en los neonatos nacidos durante el tiempo de desarrollo del proyecto y hasta los seis meses de vida.

Con los resultados obtenidos se publicará un artículo científico en revistas internacionales donde el objetivo es encontrar interesados en la ejecución de etapas posteriores del proyecto y con ellos los recursos para el desarrollo de estudios con rigurosidad científica. “Si logramos demostrar que condiciones como el autismo, el déficit de atención, el mal de Parkinson, la esquizofrenia o los delirios de persecución pueden estar ligados a la intoxicación de plaguicidas -conclusiones presumibles ya, según las investigaciones en otros países- podemos garantizar la ejecución de este proyecto con la suficiencia económica y científica necesaria para prevenir este tipo de afecciones en el país y esa es la gran meta”, concluyó la investigadora principal.

 

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